Decálogo para envejecer saludablemente

Daniel de Pablo Maroto, OCD.

Advierto a los lectores que las siguientes reflexiones no dependen de las lecturas de estudios realizados por especialistas de «cómo envejecer» o propuestas parecidas.

Han nacido de la observación de lo que acontece en la vida de los ancianos y las respuestas que me voy dando, desde la razón, a esa situación del ser humano.

Yo pertenezco al gremio de la «gente mayor» y espero que el presente «decálogo» ilumine nuestra vida en los tres estadios cronológicos en los que se desarrolla nuestra existencia: presente, pasado y futuro.

1º- Sitúate bien en el presente.

Sé consciente y acepta con buen ánimo que eres viejo, mayor o anciano, o de que estás en la segunda o tercera juventud, que todo es uno. Elige los términos que más te gusten o que te hacen más feliz; pero no defiendas apasionadamente un vocablo u otro porque la realidad es la que es y es la que cuenta al fin y al cabo. No vale la pena hacer una guerra por tan poca causa.

2º- Conoce y respeta tus propios límites, pero no te acobardes.

Considera y vive lo que tú eres ahora y no mires atrás con nostalgia ni te compares con lo que fuiste, hiciste, ni pienses ni digas: «no soy ni mi sombra», o «cuando yo era joven», etc. Aprovecha al máximo tus propias fuerzas y posibilidades y no te acobardes por las limitaciones. La vejez o la ancianidad comienza biológicamente cuando dicen los entendidos, pero, si te sientes con energías suficientes, no aceptes como dogmas los parámetros que ellos establecen. Demuestra que de viejos o ancianos se pueden hacer muchas cosas valiosas, quizá las mejores de tu vida. Recuerda personajes que han hecho sus obras maestras en la ancianidad.

3º- Mira con prudencia y sabiduría tu vida pasada.

Si miras al pasado de tu vida, encontrarás acciones buenas y malas. Reconoce y arrepiéntete de lo malo, y goza con lo bueno. No es saludable que digas: «No me arrepiento de nada», como se oye decir a algunos que se dicen «famosos», no siempre grandes genios, sino conocidos por los medios de comunicación. Pero no insistas con exceso en lo primero (lo malo) y abunda mental y emocionalmente en lo segundo (lo bueno). Es posible que, en un repaso sincero y desapasionado de tu pasado encuentres que abunda más lo bueno que lo malo.

4º- Recuerda u olvida tus relaciones con los demás.

Si recuerdas tus relaciones con los demás, pueden sucederte dos cosas: unas son agradables, como la buena amistad, la ayuda mutua, los buenos ratos pasados, etc. Conserva esos buenos recuerdos y revívelos en tu memoria. Serán terapia para tus momentos tristes. Si son desagradables, olvida las reales o supuestas injurias, injusticias, olvidos, envidias conscientes o inconscientes. El rencor o sentimientos parecidos son veneno que te amargarán la vida que te resta. El perdón generoso es una buena terapia para mantenerte en buen humor. Y, si has adquirido un grado elevado de santidad cristiana, confiesa de corazón que no tienes enemigos a quien perdonar, como sentía santa Teresa de Jesús.

5º- Dedícate a un trabajo que te apasione e ilusione.

La vejez o la ancianidad suele coincidir con el momento de la jubilación de tu trabajo habitual. ¡Ojalá cumplas todo el ciclo laboral que te permite la ley! Pues bien, vive con júbilo la nueva situación. No te entristezcas ni te encierres en casa sin saber qué hacer: te amenaza la depresión. Busca otro trabajo aunque no sea remunerado, sé útil a los demás, piensa que hay mucha gente a quien poder echar una mano. Las administraciones locales también ofrecen posibilidades de ocio. Si tienes hijos y nietos, gózate con ellos, pero no te ates demasiado, sé libre y busca tu propia realización.

6º- Entrena tu cuerpo

Hoy hay medios suficientes para ejercitar el cuerpo y, además, en la jubilación suele haber tiempo suficiente para un ejercicio saludable. Todo menos el anquilosamiento y la atrofia de las facultades físicas. Pasear, hacer gimnasia en lugares públicos o privados, según las posibilidades de cada uno, y otras muchas ocasiones que nos ofrece la sociedad actual. Hay juegos que también suponen un esfuerzo físico, un movimiento de los músculos, mejor si se hacen en compañía. Si el trabajo del que te han jubilado exigía esfuerzo físico, ejercítalo en los tiempos libres para tu beneficio o el de la familia y amigos.

7º- Entrena tu mente.

Hay también medios para entrenar la mente. Por ejemplo, existen dispositivos electrónicos con preguntas que exigen respuestas lentas o rápidas; ejercicios para mantener la memoria y la inteligencia. Ver películas, asistir a conferencias, leer periódicos y revistas, novelas, libros de historia, de ciencias diversas, conversar con personas amigas y familiares, escribir sobre algún tema que te guste, la propia historia, aunque no se publique lo escrito, etc. Lo importante es «estar ocupado en algo» como pasatiempo o para adquirir cultura.

8º- Cultiva las amistades actuales: convive.

Si conservas de anciano antiguas amistades, continúa con ellas: serán como tu segunda familia y, en ocasiones, tendrás con ellas mejores vínculos que con tus familiares. Pero hoy hay otras posibilidades de hacer «nuevas» amistades. Es posible que un viaje particular, una excursión, un encuentro fortuito en lugares de ocio con alguien que te «ha caído bien». En fin, tantas posibilidades como nos ofrecen hoy las técnicas modernas. Si encuentras gentes de esa condición, aprovéchala, puede ser un encuentro providencial.

9º- Mira al futuro con esperanza.

Es una buena idea, a veces difícil de realizar, pero hay que hacer todo lo posible. La ancianidad suele estar acompañada de achaques físicos y mentales, obstáculos para mantener viva la esperanza. Si ahora estás medianamente, no te amargues la vida pensando qué será de ti el día de mañana. A cada día le basta su agobio y su angustia. Un lenitivo para la desesperanza puede ser mirar al pasado y saber que dejamos en este mundo una rica herencia de trabajo, de amistad, de buenas relaciones, etc. Al menos, que la angustia no sea tanta que amargue los días que, de momento, no son tan negros.

10- Si eres creyente, vive tu fe con mayor intensidad.

Como tienes tiempo libre, dedica largos ratos a ejercicios de piedad, a la oración personal y colectiva, a la contemplación de las bellezas naturales que te recuerden al Creador. Todo ello vívelo personalmente o en grupos. Los creyentes y practicantes de la religión católica encontrarán en las parroquias grupos de oración, movimiento de acción caritativa y pastoral o de entretenimiento, gentes con las que poder compartir la fe, etc.

Amigos conocidos o desconocidos, compañeros de camino en el mismo barco hacia el puerto definitivo de nuestra vida. He trazado un camino personal en la esperanza de que sirva a alguno más. Si es así, da gracias a Dios. De lo contario, búscate mejores maestros.

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