Trascripción de DANIEL DE PABLO MAROTO, OCD.
En el archivo conventual del convento de “La Santa” en Ávila existe un volumen con el título: Libro de la Sacristía, en que se anotan las cosas y noticias siguientes. (hay un índice) Sin portada ni más especificaciones de lugar ni año ni autor, ya que son varias manos las que transmiten las diversas anotaciones, informaciones, crónicas, noticias, etc. Es un auténtico libro misceláneo escrito en diversos momentos y años.
Debería haber concluido en el momento en que la comunidad entonces existente fue obligada a abandonar el lugar (como veremos en la crónica que trascribo en la llamada “exclaustración” de los Regulares (conventos de frailes) en 1836. Dice así
“En el día 19 de febrero de 1836 a las 11 de su [la] mañana se personaron en este convento el Señor jefe político Don Domingo Ruiz de la Vega en unión de varios individuos del ayuntamiento de esta ciudad y otros señores de [la] policía y militares. En ocasión que estaba la comunidad en el refectorio [comedor] de cuyo acto salió el R. P. Prior, que lo era Fray Andrés de San José al que le notificaron de orden del Gobierno la supresión de esta comunidad, hallándose actualmente aquí el nuestro Reverendo Padre Provincial, que lo era Fray Ángel de Santa Práxedes. Quedando disuelta desde otro día.
Y en los siguientes pasaron a hacer los inventarios de los efectos, alhajas, propiedades y utensilios de todo el convento, los que adjudicaron a beneficio de la nación desposeyéndonos injusta y violentamente de todo.
El Señor jefe político y el Ayuntamiento solicitaron permiso del Gobierno para que esta iglesia de la Santa quedase abierta para el culto de la Santa y lo consiguieron designando para el culto tres capellanes y un sacristán que fueron el Reverendo Prior, Fray Andrés de San José; Reverendo Padre presidente de conferencias morales. Fray Alonso de la Paz, Reverendo Padre Bonifacio de los Dolores; estos tres, capellanes. Y para sacristán, el Hermano Fray Andrés de Santa María Magdalena. Todos cuatro nombrados por el Ayuntamiento, como consta del memorial decretado por el Ayuntamiento ordinario tenido el 25 de febrero de 1836y firmada por el secretario del mismo Ayuntamiento, que lo era el Sr. Don Manuel Gómez y cuya determinación queda original queda en poder del capellán más anciano, que al presente lo es el que abajo firma y testifica todo lo referido.
Y para que conste en lo futuro lo firmamos en esta santa casa demuestra santa Madre Teresa de Jesús. De Ávila a 28 de enero de1845. Fray Alonso de la Paz, carmelita descalzo”. (cf. libro citado, pp. 29-r y v).
Los secretarios del convento siguen escribiendo algunas pocas crónicas más, pero de manera poco frecuente entre el año 1836 y 1876 (año de la restauración de la vida carmelitana en la casa de la Santa. Pocas noticias tienen interés, y quedan para recuperar por los futuros investigadores.
Paralelas a estas informaciones, se pueden adjuntar las que se tramitaban en el Ayuntamiento de la ciudad de Ávila. Son complementarias y creo que se reducen a lo mismo.
Se pueden consultar en el siguiente estudio, que me parece serio:
MARÍA JOSÉ ARNÁIZ – JESÚS CANTERA – CARLOS CLEMENTE – JOSÉ LUIS GUTIÉREZ, La iglesia y convento de La Santa en Ávila, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, Ávila, 1986, pp. 95-96 y 113-114.
Sobre el uso posterior del inmueble, con documentación de la misma fuente, ib. pp. 114-116.
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PRIMERA EXCLAUSTRACIÓN DEL CONVENTO EN 1809.
Es menos conocida que la de 1836 porque fue menos duradera, pero dramática para la vida conventual de la nutrida comunidad de frailes. Fue provocada por la invasión de las tropas francesas de la ciudad de Ávila. Esta primera exclaustración de los frailes del convento de “La Santa” en 1809 también ha tenido un cronista anónimo y se encuentra en el Archivo de la comunidad: Armario 1, B – 2. Libro en que se asientan las determinaciones capitulares, sucesos y cosas memorables… Sin fecha, aunque la 1ª crónica es de 1736.
La crónica que trascribo se refiere a los acontecimientos de 1809, pero redactada anónimamente supongo que contemporáneamente a los hechos narrados. DICE ASÍ.
“En 26 de agosto del año de 1809 se intimó a esta comunidad el decreto del rey intruso, José I, Napoleón por el que suprimía y extinguía todas las corporaciones de religiosos al mismo tiempo que se nos intimó se nos concedía el término de quince días para realizarlo. Se nos prohibió, bajo las más terribles amenazas extraer cosa alguna del convento, a no ser lo que cada uno tenía propio suyo con licencia de los prelados, que fue necesario mostrarlo por escrito. El prelado y cualquier otro religioso era responsable con su vida de tan inhumano mandato”.
Sigue la referencia a la fiesta de la Transverberación que se celebraba en la iglesia por la comunidad [26 de agosto]; el predicador se entusiasmó y el público comenzó a llorar.
“Llegado el día 14 de septiembre -sigue diciendo- en el que se cumplía el término que se nos había prefijado, los religiosos, llenos de angustia y de lágrimas, se despidieron unos de otros. No se puede expresar el tierno afecto de despedirse hasta el Valle de Josafat. Todos toman la bendición del Ssmo. Sacramento y pasando enseguida a la capilla donde nació nuestra Santa Fundadora, y se venera su devotísima imagen, postrados y llenos de lágrimas, reciben su santa bendición. Se abrazan llenos de ternura unos con otros y caminan, por fin, unos a los ejércitos de la nación; y otros a recogerse en casas de sus padres, parientes y amigos”.
Sigue diciendo que el obispo de la diócesis, Monseñor Gómez de Salazar, [dominico] los acogió con amor a los “regulares”; se comportó como un padre proporcionó los medios de subsistencia. Colocó a algunos en las parroquias de la diócesis. Y, lo más importante, “solicitó y consiguió del Gobierno dejar abierta esta iglesia de nuestra Santa Madre y señaló dos capellanes para su culto, que fueron el Rev. Padre Fr. Fernando de San Juan de la Cruz, y el Rev. Padre Fray Francisco de San Jerónimo, presidente que era de conferencias morales, hermanos carnales. Y el Hno. Ermenegildo de Jesús María, para que fuese pidiese la limosna para el culto de la iglesia”.
Sigue describiendo los lugares donde podían aposentarse los residentes, etc.; pero las noticias las considero secundarios teniendo en cuenta las anteriores. Y añade que las tropas se asentaron en el convento convertido en “cuartel y hospital”. “derribaron todas las celdas que había en todos los tránsitos, altos y bajos, a excepción que llevo mencionadas”.
(Libro citado, pp. 13-15).