DANIEL DE PABLO MAROTO.
Carmelita Descalzo. “La Santa” – Ávila
Santa Teresa de Jesús tuvo fama de santidad en vida a la que siguió una apoteosis de gloria después de su muerte, de manera especial con motivo de su beatificación en 1614 y canonización en 1622. Su fama de santa y sabia fue creciendo con los siglos, como su Reforma del Carmelo, hasta llegar a la cumbre en torno al III centenario de su muerte en 1882 no solo en los ámbitos culturales, sino en las manifestaciones de devoción popular promovida por el sacerdote san Enrique de Osó, fundador de una congregación religiosa, apóstol infatigable y difusor de la vida y las obras de la Santa.
Pero ha sido en el siglo XX, especialmente después de la declaración de “Doctora de la Iglesia” por Pablo VI el 30 de septiembre en 1970, cuando Teresa y el teresianismo han completado el ciclo devocional y los estudios teresianos multidisciplinares han adquirido un verdadero tono científico, no solo desde la teología espiritual, sino la lingüística, la psicología, la historia, las ciencias bíblicas, etc. Otros acontecimientos han cerrado el ciclo de exaltación de santa Teresa y enriquecido el “teresianismo”, como el IV centenario de la Reforma teresiana en 1962; el de su muerte en 1982; y el V centenario de su nacimiento el año 2015. Este es el panorama resumido del paso de un teresianismo que podemos llamar “devocional” y popular -importante acción eclesial- a uno verdaderamente científico en el que han participado eminentes especialistas de varias ciencias.
Pero, en medio de este coro de alabanzas, me parece interesante recordar la interpretación que se venía gestando desde los tiempos turbulentos de la Revolución francesa a finales del siglo XVIII y se adensó con el advenimiento del racionalismo en el siglo XIX y la entronización de la “Diosa Razón”. El hecho es conocido -eso espero- por los especialistas del teresianismo, pero vale la pena darlo a conocer a los que leen los escritos de la Santa y a los mismos devotos que no sospechan esa curiosa interpretación reaccionaria que no tuvo muchos seguidores ni hicieron escuela; pero es una parcela del saber apoyado en la pura razón. El fundamento está en que presuponen que Teresa no escribe impulsada por la experiencia de un Dios que guía su vida e inspira su doctrina, sino por una enfermedad de su psique.
Para no alargar este discurso, elijo a un eximio representante del pensamiento racionalista que, por sus excesos verbales, debe ser rechazado por los especialistas del teresianismo como por los poco conocedores de la materia. El autor es Ramón León Maínez, autor de Teresa de Jesús ante la crítica, Madrid, 1880. Es un lector apasionado de las obras de la Santa, pero un crítico inmisericorde de su persona y sus escritos, y se admira que todavía, en el “siglo de las luces”, siga teniendo lectores y admiradores teniéndoles por fanáticos seguidores de una pobre enferma de histeria.
Vale la pena trascribir algunos de los textos más agresivos que se han escrito contra la persona de santa Teresa y su doctrina. Además, lo hace para “extirpar en cuanto nos sea posible, esa inexplicable y ciega veneración que algunas personas rinden todavía a una mujer alucinada o alucinadora […] y demostrar a la vez todas las ridiculeces de que echó mano la valetudinaria [enferma] monja para cautivar a sus fanatizados contemporáneos, dejando un legado de impertinentes desvaríos a las edades venideras”. Estuvo convencido de que su libro, “completamente nuevo y original, será estimado por cuantas personas rindan culto a la ciencia y al progreso [¡!]”, por una sociedad progresista y, en consecuencias, “cada año que trascurra será, por consiguiente, menor el número de afectos que contará santa Teresa” [¡!]. ¡Menudo profeta!
Reniega de los que llaman y la tienen por Santa, fundadora, “inspirada de Dios, y compatrona de las Españas a la que ni fue santa, ni recibió avisos célicos, ni hizo bien alguno a España con sus rezos y sus conventos [¡!], levantados merced a la pródiga munificencia de los potentados de su siglo”. Son palabras que denigran a los buenos pensadores racionalistas porque los pensamientos y dichos del autor desprestigian a cualquiera que lea a la Santa y analice sin pasión la obra escrita y fundacional de esta mujer excepcional que es santa Teresa de Jesús; un prodigio de actividad con una salud frágil y llena de achaque. Humanamente considerado, es caso excepcional que llama la atención de los lectores conocedores de su vida.
Algunos de nuestros eximios pensadores y escritores respondieron al autor y a los demás racionalistas como Don Marcelino Menéndez Pelayo, diciendo que “tales libros no pertenecen a la crítica ni a la historia, sino que caen bajo la jurisdicción de la policía correccional”. También el ilustre Don Gregorio Marañón recordó la interpretación de un meritorio racionalista francés, Hipólito Taine, que alabó el misticismo español diciendo que ha sido un “momento superior de la especie humana”, y en él Teresa de Jesús es el “motor esencial”. A lo que apostilla:
“Este hecho es ya admitido por todos [¡!]. Muchos la han ignorado o despreciado […]. Hubo en ello uno de los más graves errores del siglo XIX, que nosotros debemos conocer por otros motivos. Gentes que se presentaban como los representantes de la ciencia han pretendido también que la vida de santa Teresa pertenecía a la patología. La pedantería raramente ha tomado uno forma más grotesca”.
No son los únicos eminentes pensadores que se han expresado elogiosamente sobre las experiencias místicas de santa Teresa y de tantos y tantas que las han tenido, en el pasado y aún en el presente, aunque con menos aparato exterior. El eminente médico español, Dr. Rof Carballo ridiculizó a los que con pocos saberes mal interpretaban “los fenómenos complejos de la mística”.
(N. B. Más información, en mi obra: Mi Teresa. Mujer. Fundadora. Escritora y santa. Burgos, FONTE – Editorial de Espiritualidad, 2019, pp. 181-186).