I.- Oración: Métodos y enseñanzas

MOTIVOS PARA ORAR

(A ORAR SE APRENDE ORANDO)

Eusebio Gómez Navarro OCD * EDITORIAL DE ESPIRITUALIDAD * Triana, 9 – 28016 MADRID * www.editorialdeespiritualidad.com/ * http://www.eusebiogomeznavarro.org/

I.- ORACIÓN: MÉTODOS Y ENSEÑANZAS

Siempre se ha orado. En todas las épocas, razas y religiones las personas han alzado las voces a Dios para pedirle o darle gracias.

Jesús nos dejó el mandato de orar para no caer en la tentación, para amar, para tener vida.

Lo esencial de la oración es el amor y la fe que se pone al orar, no son las técnicas, aunque éstas se necesiten. Orar y enseñar a orar es una gracia del Espíritu, pero también es tarea de cada uno y de cada día.

Orar es fácil y es difícil; fácil, porque hasta los niños saben orar, porque sólo hace falta abrir el corazón y dejar que el Espíritu sople. Difícil, porque requiere fe, paciencia, perseverancia y porque para aprender hay que determinarse a orar.

Hay muchos métodos y ejercicios que nos ayudan a orar mejor. Cualquier lugar es apto, cualquier tiempo es óptimo para comunicarse con el Creador. Cualquier método para orar es válido. Podemos afirmar que, en un principio, son necesarios ciertos conocimientos, pues confiarse a la buena voluntad y a la suerte, no es lo mejor.

Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo forman parten de la oración cristiana. No se puede entender una oración sin ellos. La persona tiene que descubrir el sentido de Dios, escucharle, abrirse a la verdad. Es la persona la que ora, desde su situación actual, desde su familia y desde la vida toda.

Es necesaria la oración. Sin oración no hay crecimiento. La oración es la puerta para encontrarse con Dios, para alcanzar virtudes, para arrancar vicios. La oración nos ayuda a caminar, a abrir nuevos horizontes, a sacar fuerzas para mantenernos en la lucha.

Cuando no se está motivado, cuando la noche avanza, cuesta orar. Surgen las dificultades y excusas: no hay tiempo, es mucho el trabajo, pero, sobre todo, es poca la fe y la perseverancia. Por otra parte, surgen las tentaciones de los principiantes: apegarse a las devociones, visiones, exaltar exageradamente la oración, celo indiscreto, la tentación de caminar en solitario. Cuando no se palpa la eficacia, es entonces, más que nunca, cuando hay que echar mano de la fe, armarse de paciencia y seguir orando hasta el final.

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