El domingo y Dios

El presbítero Saturnino, experimentando las torturas en su cuerpo, fue llevado ante el procónsul. Tú, le dijo, has obrado contra el mandato de los emperadores reuniendo a todos éstos. Saturnino, lleno del Espíritu, respondió: Hemos celebrado tranquilamente el día del Señor, porque la celebración del día del Señor no puede omitirse.
 
Mientras atormentaban al sacerdote, saltó Emérito, un lector: Yo soy el responsable, pues las reuniones se han celebrado en mi casa… El procónsul le preguntó: ¿En tu casa se han tenido estas reuniones? ¿Por qué les permitiste entrar? Porque son mis hermanos y no podía impedírselo. Pues tu deber era impedírselo. No me era posible porque nosotros no podemos vivir sin celebrar el misterio del Señor.
 
Asimismo varios cristianos salieron a declarar: Nosotros somos cristianos y no podemos guardar otra ley que la ley santa del Señor. El procónsul les dijo: No os pregunto si sois cristianos, sino si habéis celebrado reuniones. Necia y ridícula pregunta del juez, dice el autor de las Actas, como si el cristiano pudiera pasar sin celebrar el día del Señor…
 
Ruiz Bueno, «Actas de los Mártires»

El domingo es el día de la Resurrección del Señor; el día en que los cristianos se reúnen en comunidad; el día de la Eucaristía, de la caridad, del descanso, de la alegría.

El domingo ha sido el día de la reunión de los cristianos, escogida por éstos para celebrar la fe, en búsqueda de un solo corazón y una sola alma. «La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32). Todos los que creen en el Resucitado llegan a formar una sola piña, una comunidad de amor. En este día recuerdan los cristianos su bautismo, cómo a través de él pasaron de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad (Rom 6,3).

La comunidad que se reúne, es convocada por el Espíritu, y es este mismo Espíritu el que ora en los creyentes llegando a formar una verdadera fraternidad, donde cada uno ayuda a las necesidades de los otros. San Pablo sugería a los fieles de Corinto ahorrar una cantidad para ayudar a otros cristianos (2 Cor 8,9). La caridad con los más necesitados es el compromiso más eficaz de la celebración eucarística.

«Celebramos esta reunión general del día del Señor, por ser el día primero, en que Dios transformando las tinieblas y la materia hizo el mundo. El día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos» (San Justino).

Con riesgo de que fueran condenados a muerte, muchos cristianos se reunían para celebrar la Eucaristía. Todavía existen dificultades de todo tipo para que en algunos países los cristianos puedan celebrar la Eucaristía.

«Sin domingo, el pueblo de Dios se encontraría como sin pan de vida. Perder el domingo sería perder al pueblo de Dios, porque en este día-sobre todo en la celebración eucarística-reafirma este pueblo su propia identidad. Es cierto que las fuerzas de la oscuridad identifican, hoy más que nunca, la abolición del cristianismo con la abolición del domingo. En la práctica, un mundo sin domingo, sería un mundo sin Dios; un mundo en el que ha triunfado el Maligno» (Abad Vonier).

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