Méteme, padre, en tu pecho…

SALOMÓN OS LLAMA MISERICORDIA, Y ÉSTE ES EL MÁS BELLO DE VUESTROS NOMBRES

Misericordia

Una bella cita de la novela de Víctor Hugo, Los Miserables, acerca del nombre de Dios:

«El Eclesiastés os llama Todopoderoso; los Macabeos os nombran Creador; la Epístola a los Efesios os llama Libertad; Baruc os nombra Inmensidad; los Salmos os llaman Sabiduría y Verdad; Juan os llama Luz; los Reyes os nombran Señor; el Éxodo os apellida Providencia; el Levítico Santidad; Esdras, Justicia; la creación os llama Dios; el hombre os llama Padre; pero Salomón os llama Misericordia, y éste es el más bello de vuestros nombres». [1]

Consideremos, a partir de esta cita, cómo la misericordia, refiriéndose, etimológicamente, a un corazón que se compadece, o, según la etimología hebrea, las entrañas maternas de Dios, el útero de Dios… nos remite a la maternidad de Dios, que Víctor Hugo, pone en letra del personaje monseñor Bienvenido, como superior a la idea de paternidad…

Nos preguntamos por Dios como Padre, a partir del Antiguo Testamento, con su culminación en el Nuevo, como Abba.

«Igual que la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahvé para quienes le temen; pues él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos polvo» (Sal 103, 13-14).

«Pues bien, Yahvé, tú eres nuestro Padre. Nosotros la arcilla y tú el alfarero; la hechura de tus manos somos nosotros. No te irrites, Yahvé, demasiado ni para siempre recuerdes nuestra culpa» (Is 64, 7-8)

Abba

La imagen de Dios es punto de máxima tensión para los creyentes de toda religión… En este tema se juega toda la visión de la vida y de la historia de los creyentes. Superar los «inventos», proyecciones, imágenes deformadas en las que nos buscamos a nosotros. La principal tarea de la espiritualidad es la de desenmascarar los falsos dioses.

La búsqueda interior y «la oración tendría que tener como primer objetivo el de ponerse a la escucha de una palabra que cuestione y vaya modificando progresivamente nuestro propio invento sobre Dios»

«‘Abba’ es, sin duda, la palabra teológicamente más densa de todo el NT«. Es la palabra que resume toda la revelación de Jesús. Ella muestra el contenido de su oración y responde a la relación que había entre Jesús y el Padre.

Jesús oró con salmos bellísimos y con otros que invocan a un Dios justiciero, vengativo, colérico y arbitrario, pero fue alumbrando, en la intimidad, la imagen del rostro de Dios e identificándose con Él.

Gratuidad

Toda la vida de Jesucristo está fundada y enraizada en el amor primero de Dios. Todo en él es fruto de ese amor desbordante, que llega a él como algo gratuito y acogido como amor primero. «Este es mi hijo amado, mi predilecto, escuchadle.»

Gratis quiere decir que no lo merecemos, ni lo conquistamos, que es fruto de su misericordia. Que nuestra bondad o maldad no afecta al querer o cercanía de Dios. Dios se enamoró de nosotros antes de que fuéramos conscientes de nuestra existencia. La amistad de Dios es incondicional, desinteresada. Ésta es la profunda y seductora experiencia vivida por los santos. Es la experiencia que volvió «locos» a Teresa de Lisieux, Carlos de Foucauld, Juan de Dios, Francisco de Asís… Ellos buscaban el hogar y lo encontraron, despojados de ambición e interés propio.

Libertad

No es auténtica relación con Dios la que nace de la coacción, del miedo, o del solo deseo de obtener nuestro propósito. Nace sana en el encuentro de dos libertades: la de Dios, que se nos da porque quiere, y la del hombre, que en Dios Padre, ha superado la ley, en el amor.

Libre de sí mismo; libre de sus miedos, angustias, dificultades, porque tiene en quién confiar. La libertad de haber encontrado el hogar, a sí mismo.

La petición anónima: «Maestro, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos» Lc 11, 1, demuestra que cada grupo tenía su modo típico de orar, el cual respondía a un modo específico de relacionarse con Dios. Pues bien, Jesús entrega en esta oración el «Padrenuestro». Y lo hace juntamente con la palabra «Abba», es decir, con el santo y seña de su más honda y original intimidad». La forma como se oraba demostraba qué tipo de relación se mantenía con Dios y de qué manera se estaba ubicado en la existencia.

«No tengas miedo», «Tú eres mi amado»

Hacia el final de la vida de Jesús, Dios Padre aparece como presencia y ausencia, como poder e impotencia.

Todo el capítulo 8 de la Carta a los Romanos es una invitación a orar en el corazón de la crisis. En el centro de nuestra misma debilidad somos empujados hacia el amor salvador del Padre. Nada puede haber contra nosotros.

La expresión Abba, surge en los momentos cruciales de la vida de Jesús, especialmente cuando el sentido de su propia existencia está amenazado o cuestionado.

«Cuando la crisis cuestiona el sentido de su vida, Jesús va a la oración, se pone ante el Padre. En el momento de la crisis última, aun cuando no quisiera que su voluntad fuera la cruz y aun cuando no supiera ya a ciencia cierta quién es ese Padre que exige su muerte y que más tarde lo abandonará en la cruz. En ese momento de crisis última, a la oración de Jesús le compete un no saber que se hace parte del saber más profundo sobre el Padre»

Dos palabras que nacen de Dios Padre para nosotros, y que son constantes a lo largo de las páginas de la Biblia, buscando reconstruir nuestra dignidad y vocación de hijos: «No tengas miedo»; «Tú eres mi hijo amado».

Miguel Márquez

El texto completo en el Doc PDF

MÉTEME, PADRE, EN TU PECHO…

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