Me aprovecho de uno de los slogans de la presentación de una archiconocida película de aventuras, para empezar este comentario invitándome a mí mismo a rescatar del sueño y la pereza la capacidad de vivir cada ocasión como una oportunidad para vivir, para nacer. Hoy es la hora de la verdad… sí sí, hoy, antes de que lleguen las apreturas de los exámenes, antes de que se nos pida cuentas de forma angustiosa, hoy es día de rescatar la pregunta por nuestra disponibilidad para la aventura, para descubrir en el hoy los caminos que llevan a lo que de verdad deseamos.
En la misma película se nos disparan palabras tan radicales, tan «religiosas» como las siguientes:
- NO HAY TRIUNFO SIN RENUNCIA
- NO HAY VICTORIA SIN SUFRIMIENTO
- NO HAY LIBERTAD SIN SACRIFICIO
- SÉ AQUELLO PARA LO QUE HAS NACIDO…
Esto me recuerda la dificultad que tenemos para aceptar la contradicción, la tempestad, la enfermedad, la desolación, el fracaso… como lugares en los que se nos regala, si cabe, mucha más vida que en tiempos en los que nos es cómodo el vivir, y, por eso, frecuente la sordera y la miopía.
En las historias de los relatos antiguos o de los cuentos, y nuestra vida es un relato constante: un nuevo curso, un destino inesperado, una situación no prevista, un hijo, etc. se invita a salir siguiendo un deseo, y arriesgar en la búsqueda de ese deseo, centrando las fuerzas dispersas en ese sueño.
La aventura suele conducirnos a un bosque, un desierto, un mar embravecido… Todo ha de ser atravesado para lo que de verdad importa: descubrir el tesoro.
No habremos de entretenernos en coger las flores, dice Juan de la Cruz, y, así, «entrar más adentro en la espesura», aunque no veamos el final del camino, y tengamos que hacer eso que tanto nos cuesta, y que tanta vida da, FIARNOS. Entrar más adentro en la espesura, donde se encuentra el agua pura.
Toda aventura supone un enfrentamiento con la muerte, con el miedo a morir, con peligros que no conocemos, supone vestirse de humildad y sinceridad, rescatando el ingenio escondido bajo el miedo, aprovechar los insignificantes y despreciables materiales de la vida cotidiana, y ENTRAR en ese bosque, con la confianza de los que no tienen nada que perder.
Esta es la aventura del evangelio, por una perla, darlo todo. Esta es la denuncia y queja para nuestra vida cansada… Sé aquello para lo que has nacido. Renuncia, sufrimiento y sacrificio, solo tienen sentido por un amor, con el que hemos sido bendecidos ya de antemano, y que nos hace confiar. Él nos amó primero, por eso, AVENTUREMOS LA VIDA, sin esperar tiempos mejores.