Hace unos años me invitaron a ver a uno de los más famosos mimos del mundo… Llegué con la emoción del niño que, dispuesto a sorprenderse, espera impaciente.
Todo era barullo mientras entrábamos y nos situábamos… pero en un momento, el silencio nos dirigió con los cinco sentidos hacia el centro del escenario, y un hormigueo en el estómago, como si fuera uno mismo el que hubiera de aparecer allí.
Silencio… un silencio que te abre a lo inesperado, a lo desconocido.
Entonces apareció él en escena. Un hombre solo, con la cara pintada. Un hombre que si lo vierais en cualquier calle de vuestra ciudad os movería a risa y a burla… Un hombre de más de 70 años, solo, en medio de un gran escenario, ante algo más de mil personas de todas las edades.
Y comenzó la magia de las no palabras, de los gestos y las caras…
Una lección de belleza y de arte… de comunicación directa, desnuda, simple, nada artificial…
Él era de otro país, y no sabíamos si hablaba nuestra lengua, pero no importaba. El mito de la Torre de Babel se deshizo en la figura de este hombre menudo que nos contaba historias variadas, sin pronunciar una sílaba.
Otra clase de idioma universal, tal vez olvidado por la inmensa mayoría, el de las miradas, los gestos, las posturas; la simplicidad de la comunicación.
Una niña de pocos años reía con tal gracia que hacía reír a todo el público. Eso que no siempre es fácil captar todos los matices de su escenificación. Pero entre la niña y Marcel, se estableció una conexión preciosa, como si él le estuviera haciendo cosquillas, aun estando a 25 metros.
Mientras le veíamos… aquel miedo escénico, se transforma en asombro y nos engancha a todos en su relato.
Quien diga que el hombre de hoy no tiene capacidad de admiración y de atención, que observara un momento las caras de estas mil doscientas personas… y viera su gesto.
Henri Nouwen nos dijo que en el Arca se le cuestionaron todas sus palabras, y tuvo que aprender el lenguaje del corazón, el lenguaje de los niños, de los gestos y la sinceridad del alma, sin escudos de palabras…
Dolores Aleixandre decía en un precioso comentario al Padrenuestro que en esta iglesia nuestra sobran estrategas y faltan cantores, poetas, mimos…
¿Por qué este miedo acomunicar con simplicidad lo que somos, sin artificios?
¿Por qué el miedo a estar de frente a otros con el solo argumento y la sola desnudez de tu presencia desarmada? No preparéis vuestra defensa… Sin alforja, sin sandalias, sin dinero… Eso dijo él, el profeta de Nazaret.