Contemplar un eclipse o las cosas simples de cada día

No sé si muchos de vosotros os habréis tomado la molestia de estar despiertos alguna noche entera para contemplar un eclipse de luna. En mi casa, a dos se le ocurrió estar en plena terraza nada menos que una hora y media con el intenso frío mirando arriba y conversando de la vida sin pensar en el sueño de la levantada, ya que a las 7,15 había que estar en pie.

El interés o no por algo tan curioso como un eclipse depende del talante de cada uno, habrá muchos que lo consideren algo sin relevancia. Al día siguiente se puede ver en la tele y ya está, o pensarán que no tiene nada de particular, no es tan impresionante como otras cosas. Otros, sin embargo, pueden sencillamente mirar y sorprenderse, admirarse, maravillarse de algo simple y bello a la vez, algo que no cambiará en nada mi vida, y que es tan inútil como bello. Por si no lo saben, como nos dijo Borges, de cosas así de inútiles está hecha la vida y una gran parte de ellas suceden de noche, cuando menos se piensa.

Ese espíritu capaz de conmoverse por una puesta de sol, por un acontecimiento sin relevancia aparente, por un eclipse curioso que pinta de naranja la luna, coloreando la vida tantas veces repetitiva de colorines alegres, como cuando niños rellenábamos las siluetas huecas de los muñecos, los paisajes o los objetos, llenando de música lo cotidiano.

Esta noche hubo un eclipse de sol y Dios jugó a pintar de naranja y gris la luna; también Dios se sorprende y maravilla.

Un amigo que vivió en Cuba unos cuantos años me habló de una flor que florece un solo día al año, y muere. Florece de noche, y aunque quería sorprenderla, no acertaba con el momento adecuado, pero un año se tomó la molestia de vigilar varias noches, hasta que, por fin, se dio la inútil y encantadora alegría de observar algo tan fugaz, simple y hermoso.

Tal vez la vida no sea otra cosa que sorprender la belleza que se esconde a borbotones en este supuesto eclipse de ilusión.

Hoy, en algún lugar, se me regala un eclipse de luna lleno de gracia. Hoy en algún lugar no lejos una flor florecerá porque sí y morirá con la misma alegría. ¡Ojalá Dios nos despierte para ver estas cosas!

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