¿Por dónde renacerá Dios esta Navidad a nuestra vida, Él que siempre aparece por caminos insospechados y desconcertantes?
¿Dónde está Dios? ¿Dónde descubrirle?
En el libro de Bessière, «La aventura del Papa Jacinto», se cuenta el diálogo entre el Papa, camuflado de hombre corriente, y un vagabundo pidiendo a la puerta de una iglesia. Al entrar el Papa, el vagabundo le ofrece un trago y le explica por qué Dios se ha cansado de vivir en el templo. «Escucha, jefe, le dijo el vagabundo. Dios no ha muerto, es algo más sencillo: Dios se las ha pirado. Ha huido, si prefieres. Se las ha pirado porque estaba harto de ser Dios. Con tanto protocolo. Se veía venir… No dejaban de hablar de él, ante él. Lo mostraban como un oso en una feria. Dios, el más fantástico maniquí de la historia. (…) Debía de ser penoso eso de ser Dios… ¡Y no poder decir nada! ¡Lo que habrá tenido que tragar! Se le utilizaba para todo, incluso para hacer la guerra o para matar de hambre a los niños ¿Cómo habrá podido soportar tanto?… Y toda la charlatanería de los que hablaban de él como si hubiesen hecho la guerra juntos, como si fuese de los suyos. Espantoso, jefe… Eso no podía durar por los siglos de los siglos. Amén. Entonces se las ha pirado. Hacían que la gente le visitase… como si fuese un antiguo monumento, con precio especial para niños… Decían cómo hay que hacer para hablar con él, para que esté contento. Incluso llegaban a vender cosas suyas, como pequeños recuerdos.
Dios se hartó de ser Dios, póngase en su lugar, eh, jefe, ¿qué hubiese hecho usted en su puesto? Ha tenido que tener una sagrada paciencia, sí señor… Cogió y se las piró».
El vagabundo nos dejaba con este simpático testimonio entre la locura y la profecía, cada uno elija. Y nos puede responder también bellamente Gloria Fuertes a la misma pregunta por la presencia o ausencia de Dios, con aquellos versos:
¿Dónde está Dios? Se ve o no se ve.
Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.
Dios está en el mar y, a veces, en el templo.
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa,
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
En los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas, ahí está Dios en ti.
Pero tienes que verle tú, de nada te sirve que te lo señale,
que te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirlo tú, trepando, arañando,
limpiando las paredes de tu casa.
De nada vale que te diga que está
en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue o practique;
que huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende
a los pobres velas de esperanza.
Suele estar en el suburbio hasta altas horas de la madrugada,
en el hospital, en casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre
que sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga
que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que se compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquellos,
y te empeñas en nada,
sin que una angustia se te enquiste en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana,
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está ahí.
Gloria Fuertes
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