Jornada Mundial de los Pobres

La Iglesia celebra el domingo 14 de noviembre la V Jornada Mundial de los Pobres.
El Papa Francisco en su mensaje para la Jornada de este año propone el tema, «A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7).

Nos invita a no perder nunca de vista la oportunidad que se ofrece de hacer el bien.
Nos recuerda que aunque «su presencia en medio de nosotros es constante, «no debe conducirnos a un acostumbramiento que se convierta en indiferencia, sino a involucrarnos en un compartir la vida que no admite delegaciones.

TUS OSCURAS ALPARGATAS

Tus oscuras alpargatas
mal cerradas por detrás.
Tus talones ennegrecidos
y la hendidura de tu rodilla.

Tus labios finos y cerrados
y tu semblante agotado por el día.
Tu mente y tus preocupaciones
Tu música y tus amistades
Tu cansancio inexpresivo
enmedio del vagón vacío

Ignacio Husillos, ocd
(Poema minimalista, escrito una noche en el metro de Madrid)

UNIMOS NUESTRAS VOCES AL GRITO DE LOS POBRES

“Queremos unir nuestras voces al grito de los pobres, para juntos elevar nuestra oración al Dios, Padre de todos; asociarnos a ellos, sentirnos pobres también, pues lo somos, y presentar a una sola voz la súplica de unos hijos que confían en el amor inquebrantable del Dios de Jesucristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.
Somos pobres, y de muy diversa manera la pobreza afecta al ser humano, incluidos nosotros.

a) Nos unimos al grito de quienes se ven inmersos en la pobreza económica, la más popular y visible; el grito de quienes se ven privados de los bienes y recursos materiales para subsistir, como el pan, el agua, la vivienda, dineros, trabajo, formación, etc.

– Pero también confesamos las injusticias de quienes acumulan riquezas, de quienes negocian con la escasez, de quienes solo piensan en sí mismos, de quienes pasan de largo, o miran para otro lado.

b) Nos asociamos al grito de quienes padecen la pobreza social; el grito de quienes están marginados, perseguidos en su tierra, que son excluidos, se les niegan derechos, o carecen de voz; los condenados a la soledad, a vivir a la intemperie, como parias.

– Pero también reconocemos la insolidaridad, la insensibilidad de cuantos tienen miedo al contacto; de los que, dominados por prejuicios, optan por alejarse y crear distancia y muros frente a estos hermanos nuestros; de los acomodados, que les preocupan más las mascotas que los necesitados.

c) Nos unimos al grito de quienes soportan en sus carnes la pobreza física, inherente a la condición humana; el grito de quienes sufren la falta de salud, las limitaciones físicas, las dolencias; de quienes no les llegan las medicinas; ese grito a veces silencioso de los ancianos, los minusválidos, los desahuciados, los enfermos terminales, etc.

– Pero también denunciamos los excesos a la hora de proteger nuestro estado de bienestar, la atención excesiva al cuerpo, la dedicación a cuidados estéticos, las quejas cuando no somos atendidos a nuestro gusto, etc.

d) Y también nos adherimos al grito de quienes acusan la pobreza moral; el grito de quienes son víctimas de sus pasiones, de quienes sucumben a las diferentes dependencias; la del poder, la del dinero, de la fama, del sexo, de las drogas, de la violencia, que consumen fuerzas y ánimos.

– Pero también evidenciamos nuestras fáciles condenas a dichas personas, nuestro orgullo de creernos mejores y seguros de no caer; nuestra hipocresía al airear las debilidades de los otros, ocultando las propias; la doble moral a la que jugamos según nos convenga.

Todos estos gritos los unimos a quien, siendo rico, se hizo pobre, y que también se vio en la tesitura de recurrir a ese gesto desgarrador, a esa oración que transciende todo lenguaje y expresión, porque surge de lo más hondo del ser humano, de un corazón invadido por el dolor y la angustia, pero con aliento suficiente para atreverse a dirigir su última efusión de voz a quien podía escucharle y salvarle. En el grito de Cristo en la cruz resuenan los gritos de todos los pobres del mundo. No en balde así concibe una contemplativa, Teresa del Niño Jesús, la oración:  “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría”.
Ezequiel García Rojo, ocd

La Conferencia Episcopal presenta una serie de materiales que podéis encontrar en https://www.conferenciaepiscopal.es/interesa/jornada-de-los-pobres/

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