Para Teresa de Jesús, «orar es tratar de amistad con Dios». Su oración era un encuentro íntimo entre el gran Amigo y Teresa. Pero surge espontánea la pregunta: ¿es posible saber a fondo cómo era o qué pasaba en ese momento de encuentro religioso, dialogal e íntimo entre los dos? Atisbarlo a cierta distancia, sería posible. Pero enterarse cómo era ese acto tan secreto e íntimo, tan misterioso, tan denso de matices…,es posible? Ya San Pablo escribía: «¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está dentro?»
Tomás Álvarez –Cierto. Al categórico interrogante«¿Sabemos que así oraba Teresa?», habría que responder lealmente con el humorístico titubeo: ¡»pues… sí y no!» Sí lo sabemos, porque ella nos lo ha contado, y porque en sus libros ha orado tantas veces ante nosotros. Y no, -al menos, no lo sabemos a fondo- porque ese momento del encuentro entre tales amigos es lo más personal, profundo e íntimo de la vida del orante, y de la inconmensurable intervención del otro Amigo. Sigue en plena vigencia lo dicho por San Pablo.
Revista Orar –Pues bien, ¿cómo cuenta ella su oración?
T.– Con la mayor naturalidad siempre que escribe algo. Imposible no pasar -al menos en un paréntesis o una digresión- de la conversación entablada con el lector a la invocación o la evocación de Él. Alterna destinatario en lo que escribe: en horizontal, el lector; en vertical, el Señor. Te basta probar: abre el primer capítulo del relato de su Vida, y apenas te ha contado su fascinante estreno de infancia, prorrumpe delante de ti mismo en una oración emocionante que cuestiona ante el Señor toda su vida y te hace pensar en la tuya. Lee el nº 8 de ese capítulo, y verás.