Festividad del Corpus Christi, la fiesta del agradecimiento

Jesús dedicó toda su vida a transmitirnos el amor que el Padre tiene a todos los hombres.
Cuando comulgamos nos llenamos de gracia y esta gracia acorta la distancia entre Dios y los hombres. Luego nosotros tenernos que acortar a su vez la distancia entre los hombres ayudando, perdonando y amando como Jesús.
El Corpus Christi es la fiesta de agradecimiento por haberse quedado entre nosotros, pero esta celebración va más allá porque implica un compromiso, el nuestro, que consiste acortar la distancia entre Dios y los hombres.
Vivimos de Esperanza; no sólo de esperanza en la otra vida (el Reino), sino también de esperanza de llegar a vivir esta vida en plenitud.

¿Qué nombres le pondrías tú a tu esperanza?

En los tiempos actuales de crisis y de cambios históricos-globales, Dios está ahí y nos está queriendo decir algo con todo ello. El problema es que no acabamos de verle; pero hay que saber verle, saber qué nos quiere decir con todos estos cambios y situaciones de incertidumbre que se están dando en el mundo y en nuestra propia vida.

Hay que descubrirle en la realidad, en la historia, en los cambios vitales personales. Dios, ahí, quiere hacernos crecer. Y nosotros nos resistimos a los cambios, al crecimiento, a ir más allá, tendemos a instalarnos en lo ya conocido, en lo seguro y, sin embargo, Dios se vale de nuestra debilidad para hacernos crecer.

Por ello, ante los problemas de nuestro mundo, las injusticias, la muerte, las guerras…. Dios nos ha dado el remedio: llevar al ofertorio en la eucaristía lo que deseamos que sea transformado.En el momento de la consagración se transforma no sólo el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo sino todo aquello que ponemos sobre el altar, aquella realidad que deseamos que sea transformada: nuestra situación personal, nuestros miedos, nuestro corazón roto, esas injusticias que tanto nos duelen…

La eucaristía no soluciona los problemas o realidades, pero las transforma; lo que Jesús hacía con la gente: la transformaba por fuera y por dentro: “tus pecados te son perdonados” -le dijo al paralítico- (Mt 9,2).

Esta es la causa de nuestro agradecimiento en el día de hoy: no estamos solos; ha querido quedarse con nosotros en la eucaristía. Contamos con la presencia del resucitado:

Hay un corazón que mana,
que palpita en el Sagrario,
el corazón solitario,
que se alimenta de amor.

Es un corazón paciente,
es un corazón amigo,
el que habita en el olvido,
el corazón de tu Dios.

Es un corazón que ama,
un corazón que perdona,
que te conoce y que toma,
de tu vida lo peor.

Que comenzó esta tarea
una tarde en el Calvario,
y que ahora desde el Sagrario
tan sólo quiere tu amor.

Decidle a todos que vengan
a la fuente de la vida.
Hay una historia escondida
dentro de este corazón.

Decidles que hay esperanza,
que todo tiene un sentido.
Que Jesucristo está vivo,
decidles que existe Dios. 
Es el corazón que llora
en la casa de Betania.
El corazón que acompaña
a los dos de Emaús.

Es el corazón que al joven
rico amó con la mirada.
El que a Pedro perdonaba
después de su negación.

Es el corazón en lucha
del huerto de los Olivos,
que amando a sus enemigos
hizo creer al ladrón.

Es el corazón que salva
por su fe a quien se le acerca.
Que mostró su herida abierta
al apóstol que dudó.

CANTO: Hay un corazón que mana

Cuando comulgamos nos transformamos en Cristo. Podemos hacer oración, buenos propósitos, buenas obras…, pero sólo la eucaristía puede transformar y transformarnos.

La muerte y la resurrección de Jesús ocurrió en el pasado, pero en la consagración “hacemos memoria” de ello, que no es igual a “recordar”, es decir, lo actualizamos y, como una esponja, la muerte y la resurrección de Jesús absorbe ese presente que deseamos que sea transformado para que el espíritu de Jesús resucitado lo transforme.

El pan y el vino antes de la consagración son símbolos cósmicos de toda la creación que será definitivamente transformada en el banquete del Reino.

En el día de hoy nos preguntamos:

¿Qué realidades, situaciones, preocupaciones, problemas o injusticias queremos poner hoy en el altar para que él las transforme?

Canto – adoración:   Jesús creo en ti

ORACIÓN FINAL

“Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que desde lo alto del cielo
nos ha bendecido por medio de Cristo
con toda clase de bienes espirituales.
……
para que la gracia
que derramó sobre nosotros,
por medio de su Hijo querido,
se convierta en himno
de alabanza a su gloria.
…..
Así nosotros, los que tenemos puesta
nuestra esperanza en Cristo,
seremos un himno de alabanza a su gloria”
                                                   (Efesios 1,3-14)

Pongámonos hoy y siempre delante del Señor en actitud de recibir:  recibamos, recibamos…; solo si nos llenamos de él podremos dar a los demás.

¡Que nos dejemos transformar por Jesús!

¡Feliz día del Corpus Christi! 

Julia López Lasala

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