LA PEREGRINACIÓN DE LA CONFIANZA

            Cada año del 28 de diciembre al 1 de enero tiene lugar el Encuentro Europeo de Jóvenes organizado por la comunidad ecuménica de hermanos de Taizé junto el equipo internacional de voluntarios en una ciudad europea para rezar y compartir fe y vida. Estas pasadas navidades, después de Valencia (2015), Bucarest (2016), Basilea (2017), Madrid (2018) Breslavia (2019), Turín (2020 en línea), Rostock (2022) se celebró en la preciosa ciudad de Ljubliana, capital de Eslovenia, al pie de los Alpes.  Jóvenes venidos de todos los rincones de Europa celebraron este 46ª Encuentro del Pueblo de Dios bajo el lema “Together” (Caminar Juntos). El 28 por la tarde el hermano Matthew nos leyó su carta de bienvenida recordándonos un proverbio africano que dice: “lo que hace que un largo camino parezca corto es caminar juntos”.

            La primera vez que tuve la oportunidad de asistir a uno de ellos fue el año 2014 al Encuentro que se celebró en Estrasburgo. Fui acompañando a una amiga que iba con sus sobrinas. Un pastor protestante nos abrió las puertas de su casa. La experiencia me maravilló. Es hermoso escuchar a miles de jóvenes rezando con sencillos cantos en todos los idiomas y ver como comparten tareas (reparto de comida, recogida de basura, coro de voces, coro de instrumentos musicales…) y fe porque son de distintas confesiones cristianas: protestante, católica, ortodoxa…Todos unidos en la fe de Jesús.

            Los cantos suaves de una o dos frases a modo de mantra te van introduciendo en una atmósfera de oración y presencia de Dios…Se reza cantando, se lee la Palabra de Dios en todos los idiomas; es una torre de Babel que, en vez de desunir, une. No en vano, todas las oraciones comienzan con la invocación al Espíritu Santo porque es él el que produce la unión de todos en Jesús. Y Jesús es el camino que nos lleva al Padre como nos recordó el hermano Matthew: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.  Nadie va al Padre, sino por mí” (Jn 14,6).

            Por las mañanas, a primera hora, en las parroquias de acogida, los jóvenes hacen la primera oración y comparten sus reflexiones en grupos de trabajo sobre el tema propuesto para ese año. A las 13.00 hacen otra oración en otras iglesias del centro de la ciudad.  Sobre las 15.00 horas hay conferencias en distintos lugares sobre diversos temas y, a última hora de la tarde, a las 19.30 en un espacio grande como pueda ser un estadio tiene lugar la oración común de todos. En esta oración, el hermano prior de Taizé lee la meditación del día y el acto termina con la adoración de la cruz; todo ello envuelto en una atmosfera de cantos guiados por un coro de jóvenes que a su llegada se han ofrecido como voluntarios para cantar o tocar algún instrumento no sin antes haber demostrado sus capacidades para ello. 

            En las oraciones de Taizé el canto no es un adorno que realiza un coro experto en mitad de la celebración; en las oraciones de Taizé el canto es la oración misma cantada por todos a modo de susurro. Es cierto que hay un coro que dirige la oración, pero todos los presentes somos partícipes de ella cantando, susurrando en actitud de plegaria. En un momento dado, el canto deja paso a cinco minutos de silencio, a unos minutos de oración silenciosa para luego continuar de nuevo. Además, el hecho en sí de tener que cantar en otras lenguas, a veces tan extrañas a la propia, te acerca al que tienes al lado y refuerza la unión. 

            El equipo de voluntarios internacional formado por jóvenes voluntarios, hermanos de Taizé, hermanas de san Andrés y amigos eslovenos, en esta ocasión, se trasladó a Ljubliana en el mes de septiembre para preparar el Encuentro. Se cuida muchísimo todos los detalles; todo está previamente organizado; nada se deja a la improvisación dentro de un clima de sencillez que no aparenta tanta precisión.

            Los jóvenes que acuden son jóvenes que dedican esos días a rezar y compartir con otros. No es pequeño el esfuerzo que hacen: un largo viaje en autobús con la confianza de que van a ser acogidos, pero sin conocer a quienes les van acogen ni saber dónde van a dormir: en una cama, en un sofá, en una alfombra… La organización solo pide a las familias de acogida un suelo.  Ellos vienen preparados con sus sacos de dormir. Todo ello en pleno invierno y en fechas vacacionales, pero todo compensa. La experiencia de oración, de unión, de convivencia, supera cualquier incomodidad o incertidumbre. Las fechas elegidas son también muy especiales porque coinciden con la celebración de la Navidad: las ciudades están bellamente engalanadas con luces y adornos. Todo contribuye a crear un clima de alegría y encuentro en el Señor.

            Igualmente son de alabar las familias o, incluso, personas que viven solas que abren las puertas de sus casas sin conocer a sus futuros huéspedes. Por ello, este Encuentro también recibe el nombre de La Peregrinación de la Confianza: confianza por ambas partes.

            Por último, es importante recordar que durante todo el año hay Encuentros Internacionales de jóvenes de entre 18 y 35 años en la pequeña localidad de Taizé (Francia).

            Con este pequeño apunte he querido dar a conocer esta hermosa experiencia de oración y convivencia que no sale en los periódicos ni en las televisiones, pero que se viene repitiendo desde hace 46 años y que contradice la sensación general de la pérdida de peso de la fe cristiana en Europa y entre los más jóvenes. ¡Ojalá que estas líneas contribuyan a que muchos otros jóvenes se animen a asistir la próxima Navidad a la ciudad de Tallin (Estonia) donde tendrá lugar el 47º Encuentro Europeo!

                                                                                                          Julia López Lasala – Madrid

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