Presupuestos antropológicos de la experiencia de Dios
Ejercicio:
El ejercicio que se te propone para comenzar esta ficha puede sonar un poco «lúgubre», sin embargo verás que puedes aprender algunas cosas de ti haciéndolo.
– Imagina que has muerto y que al día siguiente de tu fallecimiento aparece una noticia en el periódico hablando de ti. ¿ Qué te gustaría que se dijera en esa noticia? Piénsalo durante un rato y trata de observar qué tipo de cosas te gustaría que se dijeran de tu persona, de tu vida.
(Haz el ejercicio antes de leer lo que sigue para que salga de la manera más espontánea posible.)
Seguramente el ejercicio no te habrá sido fácil: aunque sólo sea imaginar, aunque no se sepa lo que va a pasar en la vida, no resulta fácil proyectar en el futuro las esperanzas o ideales que uno tiene. Puede incluso entrar miedo de que la vida no vaya a responder a lo que uno querría. O también uno hasta puede quedar bloqueado, sin atreverse a salir de su propio yo actual. Pero seguramente también si vas haciendo este ejercicio irán apareciendo el tipo de cualidades, valores, ideales, por los que «apuestas» en la vida.
Ciertamente que no todo se podrá decir de ti: cada uno tiene sus limitaciones en su forma de ser, su carácter, la propia personalidad. Por eso, completa lo que has sabido de ti mismo a través del ejercicio anterior, respondiendo a estas otras dos preguntas:
-¿Qué personajes del mundo, de la historia, qué personas que te rodean, te fascinan? ¿Qué te fascina de ellos?
-¿Qué es lo que más te gusta, te llama la atención, de la persona de Jesús?
El ejercicio y las preguntas anteriores han podido ponerte de frente a los valores, ideales, aspiraciones de tu vida. Quizá muchos de ellos no los hayas hecho aún presentes en tu vida; pero, podría decirse que es algo a lo que aspiras. Lo mismo podría decirse de aquello que ves en otras personas, en Jesús: detrás de esos modelos descubres actitudes, modos de encarar la vida que te llaman la atención, que, de alguna manera quisieras hacer tuyos. Pues bien, todo este ejercicio entre otras cosas puede ayudarte a ver, aunque sea solamente con respecto al ideal de ti mismo, cómo andas de actitudes frente a la vida. Por eso, no te quedes solamente en las «cualidades» o «valores» que querrías para ti o que ves en otros; trata de ir más al fondo y observar detrás de todo ello, ¿cómo te enfrentas tú ante la vida? Ahí van algunas pistas:
Confianza
es la actitud de quien se atreve a fiarse de la vida, de lo que venga. La confianza es una especie de respiración vital, algo así como saber que se pisa en tierra firme, que uno se puede fiar de lo que pase. Lo contrario de la confianza es, claro está, la desconfianza, pero la actitud que la refleja es el dominio: la actitud de quien necesita tenerlo todo bajo control, que no se le escape nada porque teme demasiado a la vida
Autenticidad
En el sentido de responsabilidad con la propia vida: no malgastarla, no dilapidarla, y por contra, ser fieles a la propia vida, a la propia verdad que uno va descubriendo. Atreviéndose a lanzar siempre más allá la propia pregunta, atreviéndose a dar siempre un paso más en la comprensión de la propia verdad. Dos son las actitudes contrarias a esta autenticidad. Por un lado, la superficialidad, la dispersión: la de quien no es capaz de centrar su vida, de buscar su propia unificación y vive a merced de las ofertas que le vienen del exterior, y muy particularmente de esta sociedad. Pero, por otro lado, a la autenticidad se opone también quien se refugia en el legalismo, en los patrones de conducta que otros le ofrecen, sin llegar a interiorizarlos, porque. le da miedo ser él mismo y tomar la vida en sus manos.
Gratuidad
la actitud de quien tiene ese sexto sentido para percibir el mundo, la vida, lo que se nos da, como regalo. Quien sabe, por eso mismo, dar las gracias, agradecer. Lo contrario a la gratuidad es el interés, la ganancia, la utilidad: quien vive desde ahí es incapaz de recibir la vida desposeídamente, ver la vida «con gracia».
Apertura
al otro, a la naturaleza, a la Trascendencia… Es ese talante de asombro, de admiración por lo que está más allá de uno mismo. Tiene mucho que ver con la actitud anterior de agradecimiento pero, probablemente, es previa. Desde esa apertura uno se pregunta por la vida, se lanza al encuentro del otro, se maravilla ante la belleza de una puesta de sol… Y detrás de todo eso surge la pregunta. Lo contrario de la apertura ciertamente es la cerrazón. Y la desgracia de quien está cerrado es que no deja que surjan nuevas preguntas, el horizonte es estrecho, su vuelo es corto,, la vida estrecha.
¿Qué tiene que ver esto con nuestro ejercicio? Desde estas pistas y poniéndotelas en los ojos como si fuesen unas gafas, trata de leer lo que has escrito y de descubrir qué actitudes vitales se desprenden en lo que podría ser un «proyecto ideal de futuro». Lee también entre líneas. Por ejemplo, quizá das demasiada buena imagen de ti mismo porque no te atreves a confiar del todo ni tan siquiera en los ideales que te dices a ti mismo; o quizá planteas un «éxito final» que pasa por encima de cualquiera; o quizá idealizas tanto porque no te atreves a asumir una vida con sus conflictos y dificultades.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Dios? Probablemente lo habrás intuido:
- La confianza es el subsuelo desde el que puede brotar ese descubrimiento de que uno «se sabe en las manos de Dios»;
- Desde la autenticidad uno puede ir descubriendo que Dios es el que posibilita que tú seas; mas aún, que quiere que seas tú del todo; que ése es su proyecto para ti;
- La actitud de gratuidad propicia el que pueda reconocer y aceptar el amor gratuito de Dios;
- La apertura, hace que se pueda abrir la pregunta:
«¿Quién eres Tú?», y por lo mismo, el encuentro con El.