En estos meses de verano son miles los peregrinos que recorren el Camino de Santiago. En muchos caminos y carreteras se les ve con su mochila al hombro. Las gentes de los pueblos construidos a la vera del Camino saben de su sed, de su cansancio, a veces de sus motivos y experiencias.
Esta riada de peregrinos en busca de algo nuevo y distinto puede tocar nuestro corazón. Sus preguntas, sus búsquedas, sus caminos pueden coincidir también con los nuestros. De ellos podemos aprender muchos valores que nos ayuden a poner nuestras pisadas sobre las que dejó grabadas en la arena el gran peregrino del amor, Jesús.
El Camino, lo recorran o no por motivos claros de fe, en todos deja huella y en muchos se convierte en una profunda experiencia espiritual. Incluso los “alejados” tienen en el Camino una ocasión privilegiada y única de encuentro y cercanía con lo religioso. Todos caben en el Camino.
El Camino tras el Campo de la Estrella, si uno camina con los ojos, el oído y el corazón abiertos, transforma interiormente a las personas, que vuelven a la vida ordinaria por otros caminos: la tolerancia, el respeto, la austeridad solidaria, el agradecimiento a tanta gratuidad, el silencio como camino para el diálogo y el entendimiento entre los pueblos…
En el Camino el tiempo y el espacio son distintos, porque son sagrados. Lo “sagrado” es lo contrario a lo profano, a lo cotidiano, porque nos recuerda la presencia de otra dimensión, más profunda, más esencial, de nuestra vida; lo sagrado es lo habitado, espacio y tiempo de encuentro con nosotros mismos, con los demás y especialmente con Dios. Es más, esa presencia callada, velada pero constante de Dios nos pone en las condiciones más adecuadas para encontrarnos con nosotros mismos y con los demás.
El Camino es un Camino Interior para todos. Pistas para orar en el Camino de la vida:
Sal de tu tierra, de tu casa, con una actitud de fe, de abandono confiado. Es Dios quien te guía.
No cruces de prisa los paisajes. Mira, escucha, respira hondo, descubrirás maravillas.
Acércate con respeto y acogida a las huellas dejadas por miles y miles de peregrinos a lo largo de la historia. Hay mucha fe y cultura en los pueblos, en las iglesias, en los caminos y puentes…
Disfruta del silencio, de la soledad, busca la mirada del Peregrino, Amigo y Compañero: Jesús.El es “CAMINO, VERDAD Y VIDA”. Siéntate junto a EL, sin prisa…
Lee la Palabra. Rumia en tu interior algún pasaje de la Escritura mientras caminas.
Cuenta a Jesús lo que te pasa en el Camino, lo que llevas en tu corazón, lo que buscas, anhelas; háblale de tus seres queridos, de los que sufren…
Deja que tus labios digan la Salve ante las imágenes de María, la peregrina de la fe.
Acércate a otros peregrinos. Comparte con ellos la escucha, el servicio, la ayuda. Oíos mutuamente la fe.
Busca fuerzas en la Eucaristía, donde el Peregrino del Amor siempre tiene caliente el pan y envejecido el vino.
Canta y camina. Hazlo con alegría.
Prepara tu vuelta a “casa”. Ahí empieza para ti el verdadero camino, el de la vida diaria. Cuenta a quien te quiera oír lo que has visto y oído en el Camino. Invita a otros a vivir esta experiencia del Camino, a beber gratuitamente de la fuente de vida que brota a raudales para todos.