Una constatación humilde
Nosotros solos no podemos ni sabemos orar como conviene. Tendríamos que repetir con el salmo 131: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad». Es el Espíritu «quien viene en nuestra ayuda» (Rm 8,26).
Pasar del desconocimiento a la invocación del Espíritu es una tarea prioritaria para todo orante. «No os duela tiempo en cosa que tan bien se gasta» (Teresa de Jesús).
¿Quién es el Espíritu Santo?
- El Espíritu es «como el viento, que sopla donde quiere, que oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3,8). No lo podemos controlar ni dominar, pero sí podemos seguir su voz.
- El Espíritu es el don por excelencia, «la cosa buena que el Padre del cielo da a los que se lo piden» (Lc 11,13).
- El Espíritu es el regalo que Jesús nos da como culminación de su entrega a nosotros por amor (Jn 19,30).
- El Espíritu, que es «dador de vida» y que «habló por los profetas», que acompañó a Jesús en su apasionamiento por el reino, se manifestó plenamente en Pentecostés, cuando nació la Iglesia.
- El Espíritu es la fuente de la oración cristiana, «nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre» (Rm 8,15) y nos permite decir que Jesús es nuestro Señor (1 Cor 12,3).
Vivir y orar al aire del Espíritu
El Espíritu Santo es el corazón de la oración. Gracias a El, podemos decir: Padre. Gracias a El, confesamos: Jesús es el Señor. Gracias a El, podemos entrar en comunión con el Padre y con el Hijo. Por medio de El, el Padre y el Hijo se hacen presentes y entran en comunión con la Iglesia, con el cristiano, con el mundo.
Cuando nos dejamos guiar por el Espíritu, él se convierte para nosotros en el dulce “huésped del alma”, y nos lleva, como maestro interior, a una experiencia de:
- Verdad. Desde nuestro interior testimonia que “somos hijos de Dios” (Rm 8, 16), nos susurra una y otra vez: “¿No sabéis que sois templo de Dios” (1 Cor 3, 16), y nos guía hacia la verdad completa” (Jn 16, 13).
- Creatividad. El Espíritu, don por excelencia, se convierte en tarea. Estrena en los que le son fieles las más nuevas respuestas a los problemas de la humanidad. Difunde el buen perfume de la caridad, “que es paciente, servicial, no busca su interés, se alegra con la verdad” (1Cor 13,4-6). Y se hace concreto en los gestos sencillos y en las palabras de verdad (Hech 10,26.34.44).
- Comunión. La experiencia del don del Espíritu unifica los acontecimientos de la vida mediante la alabanza. Los salmos son retazos de vida (de dolor, de inquietud, de sed, de búsqueda) que gracias al Espíritu se unifican en un canto de alabanza y bendición a Dios (Sal 150).
El Espíritu, que es dador de carismas para la edificación del pueblo de Dios, no se contradice en la multiplicidad de dones, sino que es el que obra todo en todos (1Cor 12,11), constituyendo el nuevo pueblo de Dios (GS 9).
A tener en cuenta
El Espíritu Santo educa nuestra vida de oración. Nos enseña formas de orar (Nuevo Catecismo 2644):
- La adoración. Como expresión orante de quien se maravilla ante la grandeza de Dios.
- La alabanza. Cuando descubrimos la gloria de Dios y exultamos de alegría.
- El clamor. El dolor presente en las mil encrucijadas de la vida del hombre, se convierte en grito a Dios.
- La confesión. Porque hay momentos en los que el hombre entra en la profundidad del mal y se ve como pecador. Lo confiesa humildemente ante Dios.
- La confianza. De un camino recorrido junto a Dios, de una apertura mutua de corazón a corazón, brota un sentimiento hondo de confianza y abandono en el Señor.
- La gratitud. Sólo el humilde da gracias. Sólo él descubre emocionado cada día que todo es regalo. Su primera y última palabra es “gracias”.
- El ofrecimiento. Cuando se cae en la cuenta de que el amor de Dios consiste en entregarse y darse por entero, no podemos menos que ofrecernos a Dios y amarle.
- La súplica. Porque la necesidad es la madre de la oración, y es más privilegiado el que se sabe pobre y extiende su mano ante el Señor.
Momento de Oración
Se enciende un cirio, símbolo del Espíritu
Canto: Ven Espíritu, Ven Espíritu, Ven Espíritu.
Ven Espíritu, llena nuestra vida de tu luz para que vivamos la generosidad del perdón.
Ven Espíritu, fuente de vida y confianza, llena los corazones rotos por el dolor y el sufrimiento.
Ven Espíritu a tu Iglesia y sé en ella fermento de comunión.
Texto bíblico: Rm 5, 5:
«El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado».
- Como María, también nosotros estamos construidos sobre el don. “Lo que embellece el desierto es que en algún lugar esconde un pozo” (Principito).
- La experiencia continua del amor de Dios que no falla, llena de gozo y de esperanza nuestras vidas. “En el desierto, el agua siempre duerme en un pozo muy hondo. Dichoso quien encuentra una cuerda para sacarla” (Proverbio árabe).
- El encuentro con el Espíritu nos capacita para vivir la vida como agradecimiento y para entender las maravillas de Dios en nuestra propia lengua (Hch 2,6).
- Movidos por el Espíritu decimos: Padre nuestro
- Empujados por el Espíritu decimos: Jesús es el Señor.
El encuentro con el Espíritu Santo recrea y enamora nuestra vida
3.- OREMOS MOVIDOS POR EL ESPÍRITU – Ficha 3