Un nuevo nombre de Dios.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Hemos hablado de Jesús y del Espíritu, pero nuestra oración es trinitaria. En la oración damos a Dios lo que él ha sembrado en nuestra vida. Se nos ha dado como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Nuestra oración es la respuesta a este don. Esta ficha está centrada en orar es decir: ¡Padre!
A Dios le hemos dado muchos nombres, según la experiencia que hemos tenido de él. Se le ha llamado: Luz, Roca, Salvación, Amigo, Liberador… No nos vamos a detener en estos nombres. Fijamos nuestra atención en el nombre que Jesús nos enseñó y que el Espíritu susurra en nuestro interior.
- Jesús nos mostró al Padre, nos desveló el misterio. San Juan dice: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18).
- Jesús para dirigirse a él utiliza una pequeñita palabra, recogida en la calle, del lenguaje que hablaban los niños. Curiosamente en el hebreo, lenguaje religioso, no estaba esta palabra aramea. Sólo la dicen los niños, como un balbuceo, para llamar a su papá.
¿Qué significa para Jesús decir Abbá?
- Entrar en un espacio de ternura entrañable donde se sentía acogido y querido en su misterio más hondo.
En su oración lo llamaba: ¡Abba!, que es lo mismo que decir “padre” o “madre”, y que refleja una relación de amor incondicional, de ternura entrañable. Cuando los discípulos le rogaron que les enseñase a orar, él no pudo decirles otra cosa que el Abbá: “cuando oréis decid: ¡Padre!” (Lc 11,1).
- Esta enseñanza la realizó con toda su vida, porque el Padrenuestro sólo se enseña con la vida. Nos introduce así en su experiencia más íntima; en una relación de afinidad, de familiaridad, de intimidad, de cercanía con su Padre. Nos llama a que vivamos la experiencia de este Dios, que es Padre amoroso y Madre entrañable.
Llamemos a Dios Padre
- Es lo que Jesús nos ha enseñado.
- Es la intimidad a la que nos invita el Espíritu.
- Es el deseo de la Iglesia, que tiene sumo interés en que conozcamos y llamemos a Dios Padre.
Hagamos la experiencia de él
- Dios es el que mira. “Porque ha mirado la pequeñez de su esclava todas las gentes la llamarán bienaventurada”. Orar es dejarnos mirar por Dios.
- Dios está en todo. Salgamos de la ausencia para entrar en la presencia y vivir de cara a Dios.
- Dios tiene un proyecto de amor. Orar es abrir las manos y el corazón y decir ¡hágase!
- Vivamos la experiencia de:
- Ser hijos. Es el gran regalo que nos ha hecho Jesús y el Espíritu.
- Ser hermanos. El mismo don que nos hace hijos, nos hace hermanos. Y el don se convierte en tarea.
- Estar llamados a vivir en el seguimiento de Jesús con confianza y alegría. Abiertos siempre a la experiencia de amor y bondad del Abbá.
Situaciones de la vida
Jesús llamó a Dios Abbá en toda circunstancia de su vida y nosotros tenemos que aprender a hacer lo mismo.
- Al descubrir el rostro del Abbá en los pequeños: Mt 11,25: Jesús bendice y alaba al Padre por revelarse a los pequeños y sencillos.
¿Seremos capaces de mirar lo pequeñito y descubrir en todo ello el rostro del Abbá?
- En las experiencias de amistad: Mt 11,27: Jesús y el Padre se conocen en íntima relación de amor mutuo. Sólo es posible conocer al Padre si Jesús nos regala este don de amistad divina.
- En los momento de dolor: Mc 14,36: Jesús llama a Dios, Abbá, Padre, en una situación de intenso dolor y oscuridad, en Getsemaní, y ahí se abandona totalmente a su voluntad salvífica.
- A la hora de priorizar nuestras cosas, lo más importante: Lc 2, 49: Para Jesús, las cosas del Padre ocupan el primer lugar, están por encima de todo lo demás: leyes, tradiciones, costumbres, incluso lazos familiares.
- Al hacer vida la Eucaristía, que comenzó Jesús, se desvela y se abre para el mundo el rostro del Abbá: Jn 4,21: El Padre es el dador de vida, y el nuevo culto que establece Jesús se basa en las nuevas relaciones de filiación divina y hermandad universal. El culto que agrada a Dios es el amor al prójimo necesitado.
- En nuestras opciones de vida: Jn 14, 7: Jesús hace presente al Padre con sus gestos y palabras, así quien le conoce a él está acogiendo al Padre.
- En nuestra vida interior: Jn 14, 23: El Padre demuestra su amor a aquellos que acogen el mensaje de Jesús viniendo a habitar en el interior de sus personas.
Momento de Oración
Pedimos a Jesús que nos enseñe a decir: ¡Padre!
Nos abrimos al Espíritu que clama: ¡Abbá! en nuestros corazones.
Recogemos nuestro cuerpo y mente y ponemos en nuestros labios esta aclamación:
«Tu Espíritu clama en nosotros: ¡Abbá! Padre»
Escuchamos la canción: «Padre» (Carlos de Foucauld).
Texto bíblico: Rm 8, 14-17
«Todos los que son guiados por el espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que os hace exclamar ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».
– Ábrete al Padre de la acogida.
– Ábrete al Padre de la ternura.
– Ábrete al Padre que levanta lo que está caído.
– Ábrete al Padre que te reviste con su gracia.
– Ábrete al Padre que te invita a la fiesta de la vida.
| Confiados en las manos de un Padre-Madre que son ternura entrañable, oramos:
“Estoy sobre la palma de tu mano, confiado como un niño. No la quites, Señor, fuera de ella ha extendido la nada sus abismos” (Pablo Fernández).
“Quiero llegar al cielo por un camino muy recto, muy corto; por un camino enteramente nuevo: el de la confianza y el amor. El de hacerme pequeña” (Sta. Teresita del Niño Jesús).
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, Señor, porque Tú vas conmigo” (Salmo 22, 4).
| Impulsados por el Espíritu rezamos la oración de los hijos y de los hermanos: Padrenuestro.
Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo