LA ORACIÓN: EXPRESIÓN Y RECREACIÓN DE NUESTRA CONDICIÓN ECLESIAL
- Enseñados por el Espíritu: «El Espíritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, será también quien la instruya en la vida de oración» (Nuevo Catecismo).
- Tomando conciencia de nuestra condición bautismal, que nos hace hijos de Dios e Iglesia, Pueblo de Dios creyente.
- Aunque oremos individualmente lo estamos haciendo como Iglesia. Somos miembros vivos del Cuerpo de Jesús Resucitado, animados y movidos por el Espíritu Santo.
- Hay momentos especiales de oración, en los que se destaca de forma más viva, esta relación con la Iglesia; es la que llamamos Oración Litúrgica.
La Iglesia nace como una comunidad orante
- El primer encuentro: Una comunidad en oración a la espera de la promesa de Jesús: el bautismo del Espíritu. “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús” (Hch 1, 14).
- Una fotografía o los “sumarios” del libro de los Hechos de Lucas: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo” (Hch 2, 42-47).
Algunos rasgos característicos
- Alabanza: El nuevo pueblo de Dios ora “para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz” (1 Pe 2,9), y “ofrece sacrificios espirituales, aceptos a Dios por la mediación de Jesucristo” (1 Pe 2, 5).
- Unidad: Define de forma radical a la Iglesia. La oración hecha con un mismo corazón y un mismo espíritu caracteriza a los discípulos de Jesús. “Os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 19-20).
- Perseverancia: Expresa la continuidad en la oración, el empezar cada día, el orar siempre sin desanimarse, siguiendo el mandato del Señor: “orad para que no caigáis en tentación” (Lc 22, 46).
- Conciencia de que todo brota de la oración: el servicio y la fraternidad, el testimonio, la predicación y el anuncio del reino.
Las fuentes de la oración de la Iglesia
- La Palabra de Dios: “La Palabra de Cristo habite entre vosotros con toda su riqueza” (Col 3, 16).
“Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (San Ambrosio).
- La Liturgia de la Iglesia: “La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón del que ora. La oración interioriza y asimila la liturgia durante su celebración y después de la misma. Incluso cuando la oración se vive “en lo secreto” siempre es oración de la Iglesia, comunión con la santísima Trinidad” (Nuevo Catecismo).
- La vida teologal. La Historia de Salvación, que Dios nos ha comunicado, acogida y expresada por la Iglesia en caminos de fe esperanza y amor.
- La vida de cada día: “En todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, el Espíritu se nos ofrece para que brote la oración” (Nuevo Catecismo). Orar los acontecimientos de cada día, las humildes situaciones cotidianas, es uno de los secretos del Reino revelados a los “pequeños”, a los pobres de las Bienaventuranzas.
Modelos
- Ignacio de Antioquía: apasionado de la unidad y de la comunión en la Iglesia: “Reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad, en la alegría sin tacha, ya que no existe nada mejor que El. Corred todos a una”.
- Agustín de Hipona: el que profundizó en la oración eclesial como plegaria de Cristo y de su Cuerpo: “Reconozcamos en El nuestra voz y su voz en nosotros… Luego oramos a El, por El y en El; y hablamos con El y habla El con nosotros”.
- Pablo VI: Culminó el Concilio Vaticano II. En una homilía hace una preciosa apología de la oración de la Iglesia: “La Iglesia es una sociedad religiosa, es una comunidad orante, es un pueblo floreciente de interioridad y de espiritualidad promovidas por la fe y por la gracia”.
- Edith Stein: Hace este elogio de la oración personal como oración de la Iglesia: “Toda auténtica oración es oración de la Iglesia. Mediante la sincera oración algo acaece en la Iglesia y es la Iglesia misma la que ora, porque es el Espíritu que vive en ella, el que en cada alma en particular ora por nosotros con gemidos inefables”.
Una hermosa tarea para nosotros
Orar intercediendo por todos. En la comunidad orante resuena la voz de toda la humanidad. Así la Iglesia prolonga la oración de Jesús: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (Tim 2, 1-8).
Momento de Oración
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Con la mirada en María, Madre de la Iglesia.
Con el corazón abierto a toda la Iglesia, expresado con las manos abiertas…
Cantamos:
- Todos unidos formando un solo cuerpo,
un pueblo que en la Pascua nació.
Miembros de Cristo en sangre redimidos,
Iglesia peregrina de Dios.
SOMOS EN LA TIERRA SEMILLA DE OTRO REINO,
SOMOS TESTIMONIO DE AMOR.
PAZ PARA LAS GUERRAS Y LUZ ENTRE LAS SOMBRAS.
IGLESIA PEREGRINA DE DIOS
Proclamamos el Himno más antiguo de la Iglesia:
«Oh luz gozosa de la santa gloria
del Padre celeste inmortal.
¡Santo y feliz Jesucristo!
Al llegar el ocaso del sol
contemplando la luz de la tarde,
cantamos al Padre y al Hijo
y al Espíritu de Dios.
Tú eres digno de ser cantado
por santas voces,
Hijo de Dios que nos diste la vida;
por eso el mundo te glorifica».
Escuchamos la Palabra: Ef 5, 19-20
“Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro señor Jesucristo”.
- Oramos, en silencio, como:
- Iglesia que alaba: gozosa de la presencia del Resucitado y de su Espíritu en ella.
- Iglesia que da gracias: por sentir la unidad de los corazones envueltos en la misma plegaria de Cristo e impulsados por el mismo Espíritu.
- Iglesia que intercede: se hace voz y plegaria de todos los necesitados, los pobres, los pequeños, siendo misericordiosa y cercana.
- Iglesia que pide: para que cada día renazca en el mundo la alegría de la salvación.
Decimos juntos el Padrenuestro
La Iglesia es la cuna en la que María coloca a Jesús y lo entrega a la adoración y contemplación de todos los pueblos.
8.- ORAR CON LA IGLESIA – FICHA 8