Podemos comenzar preguntándonos: ¿En qué ponemos el acento como orantes? ¿En el rigor, la ascesis, el afán de experiencias carismáticas, la búsqueda de lo maravilloso? ¿Qué buscamos? ¿Dónde hacemos pie?
Los orantes estamos llamados a vivir guiados por la fe, con esa luz y guía que arde en el corazón.
Estamos ante lo central de la vida cristiana: la vida teologal. No conviene andarse por las ramas. La fe es el medio que Dios nos ha dado para unirnos a él, y por lo tanto, para atravesar toda crisis. «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (Sal22).
¡OH CRISTALINA FUENTE!
La fe es lo que Dios nos revela de sí mismo, «entra por el oído» (Rom 10,17). Dios abre el misterio de su propia vida y lo comparte con nosotros; nos invita a apoyarnos únicamente en su visible testimonio.
Cristo es el contenido de la fe (cf Col 2,9). «En darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar» (San Juan de la Cruz).
La fe es el oído con que oímos la palabra Dios, la mirada con que contemplamos su amor, la comprensión con que acogemos su misterio. «Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios…asintiendo a lo que Dios revela» (DV 2 y5). San Pablo lo expresa así: «Sé de quién me he fiado» (2Tim 1,12). De ahí las indicaciones que pone san Juan de la Cruz en boca del Padre: «Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar… Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo».
El encuentro entre Dios y nosotros en esta vida tiene lugar en la fe. «Porque es tanta la semejanza que hay entre la fe y Dios, que no hay otra diferencia sino ser visto o creído. Porque, así como Dios es infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno, nos le propone ella Trino y Uno… Cuanto más fe el alma tiene, más unida está con Dios» (San Juan de la Cruz).
LIBERADOS POR LA FE
El encuentro de Diosnos va empobreciendo y liberando de todo lo que nos impide ser lo que estamos llamados a ser: receptividad y donación. La santidad despoja de toda forma de poder, de arrogancia, de violencia o de crispación sobre los demás. «Descálzate porque el terreno que pisas es santo» (Ex 3,5). Hasta poder decir: «Yo te conocía solo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (Job 42,5).
Entrar en lo nuevosin miedo a perder. El gran drama de la sociedad actual es que se prepara para la adquisición, pero no para el despojo. «Hazte capacidad y Yo me haré torrente» (Palabras del Señor a Santa Catalina de Siena). «Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada» (San Juan de la Cruz).
El paso a lo teologal,momento de comer el pan con corteza. Síntomas: Antes gusto, ahora disgusto. Desconcierto general. Sensación de pérdida de tiempo. Todo le resulta desabrido. Cansado de sí, de los demás, de pertenecer a lo que pertenece. Queda uno descolocado.
Siempre guiados por el Espíritu, que nos lleva a la verdad completa (cf Jn 16,13). Hay en la verdad de Jesús y en la verdad de cada ser humano mucho terreno inexplorado. Y lo hace por los caminos de la interioridad, de la solidaridad y de la comunión. Si no nos damos un tiempo diario de silencio y soledad para la interioridad, no solo no tendremos experiencia de Dios, sino que tampoco tendremos experiencia humana, ni abriremos brechas de Misterio en las calles del consumo, ni crearemos ámbitos de vida compartida. «O soy suyo o no soy de nadie, ni siquiera de mí mismo. Y yo quiero ser de todos»(Alejandro Fernández).
ORAR LOS CONTENIDOS DE LA FE
En la oración damos vueltas a verdades reveladas por el mismo Dios, «tratamos y manoseamos los misterios y secretos de la fe». «Lo que es primordial en la realidad objetiva de la revelación, debe volver a ser primordial en la oración» (Pablo VI).
Contenidos de la fe para ser orados:
- Dios es la realidad más profunda de mi ser.
- Somos templos del Espíritu de Dios.
- Jesucristo habita en mí: santuario de Dios.
- Dios es más yo que yo mismo.
- Dios es el centro de mi centro.
- Dios es vida de mi vida.
- Dios es más íntimo que mi propia intimidad.
¿Adónde te escondiste, amado? «Muy bien haces, oh alma, en buscarle siempre escondido, porque mucho ensalzas a Dios y mucho te llegas a él teniéndole por más alto y profundo que cuanto puedes alcanzar… Y no seas como muchos que piensan que cuando no entienden o le gustan o sienten a Dios, está más lejos y más escondido; siendo más verdad lo contrario» (San Juan de la Cruz).
FRUTOS
«La oración del corazón me producía tanta felicidad que no podía imaginar que hubiera nadie más feliz sobre la tierra… No solo la sentía en el alma, sino que todo el mundo exterior se me presentaba con un aspecto atrayente y todo me hacía tender hacia el amor y hacia el agradecimiento a Dios: la gente, los árboles, las plantas, los animales, todo me era familiar, y por todas partes encontraba la representación de Jesucristo» (El Peregrino Ruso).
En medio de estas sequedades y aprietos, muchas veces, cuando menos piensan comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor puro y noticias espirituales» (San Juan de la Cruz).
«Un santo llama la atención por su rostro, único en el mundo, por su luz tan absolutamente personal. Su rostro es irrepetible, nunca ha sido visto antes» (Endokimov).
Momento de Oración
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- Abandónate en las manos de Dios en este momento.
- La fe tiene mucho que ver con la confianza de un niño que está en los brazos de su madre.
- Deja que resuenen en tu interior estas palabras:
«Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias»(Carlos de Foucauld).
Orar es descubrirnos mutuamente el rostro:
Dios a nosotros y nosotros a El:
«Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime y no abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú,
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro» (Sal 138).
Ora dando gracias:
Padre, gracias por estar este rato contigo. Te adoramos y te alabamos, porque nos comunicas tu vida.
Señor Jesús, gracias por tu Redención, por tu Palabra, por tu manera de vivir. Tú eres nuestra fe.
Espíritu Santo, gracias porque nos guías hasta la verdad completa y nos ayudas a creer.
¡OH VERDAD MARAVILLOSA! SÉ TÚ LA LUZ DE MI CORAZÓN!