«Para penetrar en el misterio del Cantar es preciso que el Espíritu ilumine los ojos del corazón» (Orígenes).
«Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo. Superados estos dos vicios nos encontramos ya preparados para asistir a este diálogo sagrado y contemplativo que, por ser fruto de entrambos, sólo puede confiarse a espíritus y oídos muy limpios» (San Bernardo)
«El Cantar de los Cantares es un canto sublime al amor del hombre y de la mujer, como imagen y signo del amor de Dios a cada hombre; pero simultáneamente, un canto a la humanidad, y a su pueblo Israel, y hoy, la Iglesia. Es como un canto de bodas que ensalza la belleza de la esposa y del esposo y la alegría del amor. Un amor permanente, más allá de la muerte; un amor que se repite a lo largo de la historia que Dios hace con el hombre» (E. Jiménez Hernández).
«Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va» (Romances)
NADA TE TURBE
Un dato de experiencia. Teresa de Jesús, mientras está escribiendo estas cosas de mística, sufre serios contratiempos en la vida. No la acompaña la salud: «Han pasado casi cinco meses desde que lo comencé hasta ahora; y como la cabeza no está para tornarlo a leer, todo debe ir desbaratado» (M V,4,1). El nuevo Nuncio que ha venido a Madrid ha divulgado calumnias contra ella y sus hermanas de comunidad. Las que la han votado como priora han sido excomulgadas. Algunos de sus mejores amigos y colaboradores (Gracián y Juan de la Cruz) son perseguidos.
Nada te turbe. Esto ocurre por fuera, como una tormenta que amenaza con llevarse todo por delante, pero en lo que escribe apenas se nota. Teresa está instalada en el «nada te turbe, nada te espante, todo se pasa…», que tantas veces se repite a sí misma.
En medio del ajetreo. Ahí tiene lugar la experiencia de Dios. «Entre los pucheros, en los negocios, en las relaciones, en el dolor en el gozo de la vida», ahí se realiza «la vocación más alta a la que está llamado cada bautizado: la unión con el Dios Trino» (Raúl Berzosa). En el gozo y la experiencia de cada uno y en el de los demás. «El gozo y la esperanza, las tristezas y angustias del hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son también gozo y esperanza, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón» (Gaudium et Spes, 1).
UN SÍMBOLO: EL AMOR NUPCIAL
El por qué del símbolo. Dios emplea las facetas del amor humano, especialmente el conyugal, para hacer de algún modo inteligible el misterio de su amor a los hombres y el misterio de la unidad trinitaria. Donde hay amor humano, se revela la relación amorosa de Dios con los hombres. Dios es descrito en muchos textos de la Escritura (Oseas) como enamorado de su pueblo. Es amor, y la experiencia de unión con cada ser humano acontece en la propia persona, de ahí su dignidad.
Oírnos la fe. «Ya tendréis oído muchas veces que se desposa Dios con las almas. ¡Bendita sea su misericordia que tanto se quiere humillar!» (M V,4,3). Se lo dice a sus hermanas de comunidad. Todas recuerdan las conversaciones con Juan de la Cruz, en las que les habla del Amado –poco tiempo después compondrá en la cárcel de Toledo las famosas Canciones del Esposo y la Esposa-. Teresa recalca la importancia de las conversaciones acerca de Dios. Si hablamos de El mientras vamos de camino, se hace presente para iluminarnos y alentarnos.
Atención a la vida. Teresa, para describir lo que pasa en el alma, abre una vez más los ojos a la vida, y las cosas de la vida se le convierten en parábola. «Y aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio» (M V,4,3).
LAS VISTAS O EL NOVIAZGO
Tres tiempos. De la liturgia del matrimonio y de las costumbres de su época, saca tres momentos: vistas, desposorio, matrimonio, que irá comentando en las dos últimas moradas.
¿Quién es el Esposo? «¿Quién es éste?», decían los discípulos asombrados ante las palabras de Jesús que mandan callar el ruido ensordecedor del oleaje (Mc 2,41). «Cómo acaricia la voz del Señor, cómo resuenan sus acentos», dice la esposa de los Cantares (Cant 2,14; 8,13). Las vistas son un proceso de fe y conocimiento, «para que más se satisfagan el uno del otro» (M V,4,4) y se despierte en el alma un amor nuevo. «Es un ver el alma, por una manera secreta, quién es este Esposo que ha de tomar» (M V,4,4).
Una visita que deja huella. «En mil años no podría entender lo que aquí entiende en brevísimo tiempo» (M V,4,4). Esta visita del Esposo «la deja más digna de que se vengan a dar las manos» (M V,4,4). San Juan de la Cruz lo expresa de esta manera: «Ya bien puedes mirarme / después que me miraste / que gracia y hermosura en mí dejaste» (Cántico, estrofa 33).»Cuando Dios ve al alma graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más gracia, por cuanto en ella mora bien agradado… ¿Quién podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en agradarse de ella?» (San Juan de la Cruz). Es lo que dice Jesús en el Evangelio: «Al que tiene se le dará» (Mt 13,12). «Los mejores y principales bienes de su casa acumula Dios en el que es más amigo suyo» (San Juan de la Cruz, canción 33,8). De todo esto, queda el alma enamorada.
¿CÓMO PROTEGER LA HERMOSURA?
Una palabra de atención. ¿Por qué tendrá que defenderse la belleza? ¿No debería bastar su presencia para imponer respeto? Pero miramos un rosa, una orquídea, y nos vienen deseos de cortarlas para poseerlas. ¿Cómo proteger la hermosura que Dios ha hecho nacer en nosotros? Todo se puede perder. «La ciudad de Sión ha perdido toda su hermosura, Los que antes la honraban, la desprecian, viéndola desnuda, y ella entre gemidos se vuelve de espaldas. ¿Es ésta la ciudad más hermosa, la alegría de toda la tierra? Se ha vuelto pálido el oro, el oro más puro» ((Lamentaciones 1,8; 2,15; 4,1). «He conocido personas muy encumbradas, y llegar a este estado y con la gran sutileza y ardid del demonio, tornarlas a ganar para sí» (M V,4,6).
Lo que han hecho los santos. Al místico no lo acompaña un misterioso salvavidas o un seguro para el resto del camino. «Almas cristianas, a las que el Señor ha llegado a este términos, por El os pido que no os descuidéis» (M V,4,5). Y recuerda Teresa a una doncella, Santa Úrsula, a Santo Domingo y San Francisco y «al padre Ignacio, el que fundó la compañía, que todos –está claro- recibieron mercedes semejantes de Dios», pero «se esforzaron a no perder por su culpa tan divino desposorio» (M V,4,6).
Momento de Oración
Comienza con la señal de los cristianos: En el nombre del Padre…
Pide a Dios que te tenga siempre de su mano:
«Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo porque Tú vas conmigo» (Sal 22).
Ve por la vida con los ojos abiertos a la sorpresa:
«Tres cosas hay que me rebasan y una cuarta que no comprendo: el camino del águila por el aire, el camino de la serpiente por la peña, el camino de la nave por el mar, el camino del varón por la doncella» (Prov 30,18-19). «El águila y la serpiente y la nave se abren camino, pero sin dejar hecho un camino. Quizá el camino del amor hay que abrirlo de nuevo cada vez; el amor auténtico no se resigna a la pura rutina de un camino trillado» (Luis Alonso Schökel).
Ve a Cristo como el Esposo:
«El viene a beber de tu pozo y a su vez te da el agua viva (Jn 4).
Canta y danza para el Amado con toda la Iglesia:
«Ya reina el Señor Dios Todopoderoso:
hagámosle fiesta, celebremos su nombre glorioso.
Hoy se celebra la boda del Cordero, el Esposo.
La novia se ha ataviado con traje de lino luminoso.
Dichosos los convidados a la boda del Cordero, el Esposo» (Ap 19,6-8).
ME TENÍA CON SUS MANOS EL QUE ME QUERÍA.
ME TENÍA CON SUS MANOS EL QUE ME CUIDABA.
ME TENÍA CON SUS MANOS EL QUE ME ESPERABA.
Y ME TENÍA CON SUS MANOS EL QUE ME SUFRÍA.
Corre a amar y servir a los demás:
Lo decisivo en última instancia, no son las experiencias místicas, sino las virtudes, «en especial el amor de unas a otras, y el deseo de ser tenida por la menor» (M V,4,9).
«Puestos los ojos en sus grandezas, corramos encendidas en su amor» (M V,4,10).
«EL AMOR JAMÁS ESTÁ OCIOSO» (M V,4,10).