14. ¡Rema mar adentro!

«¿Volver? Vuelva el que tenga
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como Ulises,
sin Itaca que aguarde y sin Penélope
sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y de tu vida.
No eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto».
(Luis Cernuda, en Desolación de la quimera).

«La primera llamada que recibimos suele ser a seguir a Jesús y a hacer cosas grandes y maravillosas por el Reino. Somos apreciados y admirados. La segunda llamada acontece más tarde, cuando nos damos cuenta de que no podemos hacer cosas grandes y heroicas por Jesús. Es un tiempo de renuncia, de humillación y de humildad. Nos sentimos inútiles; no somos valorados en nuestro ambiente. Si la primera llamada tuvo lugar en pleno mediodía, a la luz del sol, la segunda tiene lugar a menudo en la noche» .

«Dios entra en nosotros por nuestras heridas» (Andrés Frossard).

«Jesús, en la cruz, nos revela lo que significa amar, cueste lo que cueste, hasta el extremo. El no nació para sufrir, sino para amar y para enseñarnos a amar. El amor lo llevó al sufrimiento. La cruz no es una escuela de sufrimiento, es una escuela de amor» (Andrés Sève).

DIOS SABE LO QUE NOS HACE FALTA

 

Caminos oscuros. La persona, cuando llega a estas alturas del camino, no entiende qué es lo que le pasa. Aparecen nubarrones en su vida. Desconoce cómo borda Dios la vida y por qué usa hilos oscuros, dolorosos. A pesar de todo, no abandona porque el amor al Señor le ha crecido dentro. Además «todo el que aguarda sabe que la victoria es suya» (Antonio Machado).

El trato de Dios. Los lenguajes de Dios son múltiples. A través de ellos llega el amor a nosotros. Lo importante no es que nos detengamos ante los fenómenos extraordinarios que acontecen. Más allá del curioseo nos interesa entrar en contacto con la experiencia del Dios que busca unirse con nosotros. Oímos las palabras de Moisés en la zarza: «Descálzate, porque el terreno que pisas es santo» (Ex 3,5) y dejamos que El actúe.

La herida. La mano de Dios, al tocarnos nos hiere. Habitados por sombras, la luz nos hace daño. El amor de Dios nos hiere. Recordamos las vivas expresiones del salmo 41:

«Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?»

La soledad. La herida no nos lleva a la huida, sino a la soledad para estar con el Amado. El alma «procura estar sola y quitar todo lo que pueda estorbar de esta soledad» (M VI,1,1). «La propiedad del ciervo es subirse a los lugares altos y, cuando está herido, vase con gran prisa a buscar refrigerio a las aguas frías» (San Juan de la Cruz, Cántico 13,9). Porque «la dolencia del amor, que no se cura, sino con la presencia y la figura» (Canción 11).

LA NOCHE DEL ESPÍRITU

 

Tiempo de purificación. Nos preguntamos el porqué del crisol. ¿Por qué aparecen pruebas incomprensibles y a veces sin culpables visibles? Es la noche oscura, tiempo que aprovecha dios para colocarnos en la verdad, en el más profundo centro de nuestra vida. «El Esposo no mira a los grandes deseos que tiene de que se haga el desposorio, que aún quiere que lo desee más y que le cueste algo bien que es el mayor de los bienes» (M VI,1,1).

El retrato de Teresa de Jesús. De los 44 a los 57 años vive experiencias que nos pueden iluminar el camino. Pasa por la prueba dolorosa y total a que es sometido el místico, desde fuera y desde dentro.

Noche en su interior. Su psicología se oscurece. Las enfermedades, del cuerpo y del alma, que son las peores «porque descomponen lo exterior e interior de manera que aprietan al alma que no sabe qué hacer de sí… aunque no da Dios más de lo que se puede sufrir» (M VI,1,6).

Noche en las relaciones. Entre Teresa de Jesús y sus amigos se interpone la incomprensión y el aislamiento. Los que tenía por amigos se apartan de ella y son los que le dan mayor bocado, de los que mucho se sienten. Dicen que qué se ha creído, «que se hace santa… que hace extremos para engañar al mundo y para hacer a los otros ruines; que son mejores cristianos sin estas ceremonias» (M VI,1,3). Teme que ni siquiera quieran confesarla, según andan las cosas (cf. M VI,1,4).

Noche en el trato con Dios. Se le aleja la luz y la certeza. Esto es lo más duro, la ausencia mayor, el dolor más hondo. «¿Será mi amor al Señor una ilusión?» «Vienen unas sequedades que no paree jamás se ha acordado de Dios ni se ha de acordar, y que como una persona de quien oyó decir desde lejos, es cuando oye hablar de Su Majestad» (M VI,1,8). Su entendimiento no es capaz de ver la verdad, la gracia está escondida… «¿Dónde está Dios?» (Sal 41,4).

¿Por qué no abandona? ¿Por qué la persona no se echa para atrás? ¿Por qué Jesús no se echa para atrás cuando aparece la cruz en el horizonte? La experiencia de saberse amados es fundamental. Y también, porque el alma está enamorada y «está bien determinada a no tomar otro esposo» (M VI,1,1). La fortaleza le viene del Señor aunque no lo sienta. San Juan de la Cruz hace esta lectura de las persecuciones y desprecios a que lo someten: «Estas cosas no las hacen hombres, sino Dios, que sabe lo que nos hace falta. Y adonde no hay amor, pon amor y sacarás amor» (Carta 26 de san Juan de la Cruz).

Partir el pan para todos en una mesa común. La persona no solo no abandona el camino, sino que encuentra fuerzas para amar sin guardar raíces de amargura dentro. «He roto mi cuerpo con el pan y lo he repartido entre los hombres, pues estaban hambrientos y venían de largas caminatas» (Etty Hillesum). Como Jesús, en la cena de la entrega.

Un poco de humor. Teresa de Jesús está hablando con Jesús, como tantas veces. Jesús le dice que es necesario pasar por esas pruebas, que así trata él a sus amigos. Y Teresa le dice con humor: «Por eso tienes tantos».

Duc in altum. ¡Rema mar adentro! «Esta palabra resuena hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre»(Hb 13,8).


Momento de Oración

«Aunque camine por cañadas oscuras Nada temo porque tú vas conmigo»(S 22).
Llevamos en nosotros desalientos, preguntas, muchas preguntas… Pero tú caminas con nosotros (Lc 24,15).

Nos preguntas qué conversación llevamos por el camino (Lc 24,17). Te interesas por nosotros, entras en nuestra oscuridad. Y nosotros te hablamos de lo que nos duele en el corazón.

Nos explicas las Escrituras (Lc 24,27), nos dices los proyectos del Padre. Y poco a poco, tu gracia y tu verdad vencen nuestra flaqueza; poco a poco tu presencia alegra nuestro corazón. ¡Eres nuestro guía!

Quédate, Señor, te decimos, que anochece. Quédate que nos han entrado ganas de caminar a tu lado, peregrino, amigo. Y tú partes el pan y nos lo das (Lc 24,30). Y te reconocemos. ¡Eres el Señor! ¡Eres Camino, Verdad y Vida!

Las puertas del gozo se han abierto, nos levantamos y vamos a la comunidad, para contar lo que nos ha pasado por el camino (Lc 24,35) Los vítores y cantos, a ti Señor, llenan la casa.

EN TODA NOCHE TÚ VIENES CON NOSOTROS

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