20. Una despedida alentadora

«La alegría del Evangelio es un no sé qué que impregna toda la vida del bautizado; es el equilibrio de todas las cosas» (Cardenal Martini).

Teresa de Jesús y las jóvenes que la acompañan optan por el sayal que visten los pobres aldeanos de Castilla. Y ante el temor de que el sayal llegue a cobijar una plaga de parásitos, propone a las del grupo una procesión por el convento, cantando este poema:

«Pues nos dais vestido nuevo,

Rey celestial,

librad de la mala gente

este sayal»

«Se goza barato» (Vicente De la Torre).

«Hay almas en la tierra

que van, en vano, en busca de la dicha.

No es ése el caso mío:

yo llevo la alegría dentro del corazón.

No es una flor efímera, la tengo para siempre,

cada día me manda al alma su sonrisa,

lo mismo que una rosa de eterna primavera» (Santa Teresita).

EN CLAVE DE HUMOR

Amor rima con humor. La alegría de Dios, que nos espera para darnos el abrazo, requiere que nosotros no dejemos nuestra alegría a la puerta. El amor de Dios hecho hombre es el humus de nuestra vida cristiana. Y amor más humildad, eso es humor. El humor está muy presente en el Evangelio. Que Jesús se atreva a llamar al Omnipotente, al Innombrable, al Todopoderoso, con una palabrita, Abbá, recogida de la calle, con la que los niños llamaban a su padre y a su madre, no deja de tener su gracia (cf Lc 11,2). Y que Jesús escoja para colaboradores suyos a pescadores, o sea, a gentes no versadas en el estudio de la Ley, también tiene su qué (cf Lc 5,1). Y lo mismo cuando el Padre revela sus maravillas a los pequeños y las esconde a los sabios y entendidos (cf Lc 10,21). O cuando un samaritano, un impuro, se compadece del apaleado del camino, mientras los sacerdotes pasan de largo (cf Lc 10,29). O cuando Jesús dice que no escucha nuestro «Señor, Señor» y sin embargo oye el susurro sincero antes de que sea expresado (cf Mt 6,8).

Mística y humorismo. La sabiduría popular ha definido siempre a Santa Teresa como una mujer con mucha gracia y alegría, con un gran sentido del humor. Supo vivir con un fino sentido de lo humano, transido de sano optimismo, arraigado en un sentido práctico y realista de la vida. El humor penetra su espiritualidad. Es capaz de mantener su sentido del humor más allá de las cosas y de las personas, e introducirlo en el ámbito de lo divino.

Entre los pucheros anda Dios. Teresa de Jesús introduce el humor y lo usa en su trato con Dios. «También entre los pucheros anda el Señor» (F 5,8), la encontraron diciendo un día extasiada con la sartén en la mano. Y en el trabajosísimo camino de Burgos, cuando el Señor, como excusándose ante ella de aquellos terribles temporales de aguas y nieves, le daba esta explicación: «Teresa, así trato yo a mis amigos», santa Teresa con vivacidad inmediata y chispeante le replicó: «¡Por eso tienes tantos!».

Ha merecido la pena el esfuerzo. Teresa de Jesús tiene 63 años cuando termina de escribir el libro de las Moradas. En el Prólogo había dicho que empezó a escribir con dolor de cabeza y con gran contradicción. Ahora, al final, experimenta «mucho contento», y da por bien empleado el trabajo. Además, dice, no ha sido tanto (cf Epílogo, 1). Experimenta lo que dice el salmista: «Al ir iba llorando llevando la semilla, al volver vuelve cantando trayendo sus gavillas» (Sal 126,6).

Pinceladas de humor. Teresa de Jesús había terminado un poco seria las séptimas moradas. Ahora, en el Epílogo, cambia de tono. La seriedad tremenda de lo místico no quita el humorístico de la vida. «Me parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de las superioras podéis entrar y pasearos por él a cualquier hora» (Epílogo, 1). Si a las monjas les parece muy duro eso de concebir el castillo como lugar para la pelea, les dice que los pueden mirar como «un jardín, con fuentes y laberintos y cosas deleitosas» (Epílogo, 3).

ADVERTENCIAS FINALES

Dios es la fuente de la vida. Hay moradas en las que no podemos entrar por nuestras fuerzas. Saberlo y aceptarlo podemos también vivirlo con humor. La entrada es puro don de El; no es cuestión de forzar las cosas, ni de creer que tenemos derecho. Es cuestión, más bien, de estar abiertos a la iniciativa de su amor. Lo más importante en la vida es regalo. Con el Dios de la vida no caben contratos. Dios no es un Amo con el que establezco una contraposición de servicios, sino que es el que la posibilidad de vivir agraciadamente. «Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario diciendo: ‘Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y del calor» (Mt 20,11-12; Lc 15,28-30).

Camina con amplitud. La alegría brota de una experiencia gratuita de salvación y aporta una mirada de amplitud y libertad a la vida. En la vida de cada persona hay muchas moradas, disponibles a la maravillosa acción de Dios. No es bueno encerrar la vida en esquemas. El humor es todo aquello que no es rígido. El humor es libre y lo respiran aquellos que dejan llevar por el Espíritu de Dios. Cada situación de la vida es una morada, pequeña o grande, susceptible de empequeñecimiento o de dilatación. «Aunque no se trata de más de siete moradas, en cada una de éstas hay muchas: en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes y laberintos y cosas tan deleitosas, que desearéis deshaceros en alabanzas del gran Dios, que lo crió a su imagen y semejanza» (Epílogo, 3).

El servicio no aleja de Dios. «Aunque mucho estéis fuera por su mandato, siempre cuando tornareis, os tendrá la puerta abierta» (Epílogo, 2). Y os habituaréis al gozo: «Una vez mostradas a gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso, aunque sean de mucho trabajo, con esperanza de tornar a él, y que no nos lo puede quitar nadie» (Epílogo, 2).

Una mirada a los otros. Cada uno puede otear las moradas de los otros; también ellos tienen moradas en el alma y moradas en la vida. De ese modo ponemos en marcha la espiritualidad de la comunión, que es «una mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado» (NMI,43).

CADA VEZ QUE LEYEREIS ESTO

Últimas recomendaciones. Teresa de Jesús, que ha mantenido una conversación constante con sus hermanas de comunidad, sigue haciéndolo ahora que llega a la meta.

Su amén eclesial. «Y si algo estuviere en error, es por más no lo entender, y en todo me sujeto a lo que tiene la santa Iglesia Católica romana, que en esto vivo y protesto y prometo vivir y morir. Que Dios sea alabado y bendito. Amén. Amén» (Epílogo, 4).


Momento de Oración

Oramos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Canto de alabanza

YO TE ALABO Y TE BENDIGO, TU ERES MI SEÑOR.

YO TE ALABO Y TE BENDIGO, CANTO PARA TI.

Oración para pedir buen humor

Señor, dame una buena digestión

y, naturalmente, algo que digerir.

Dame la salud del cuerpo

y el buen humor necesario para mantenerla.

Dame un alma sana, Señor,

que tenga siempre ante los ojos

lo que e bueno y puro,

de modo que, ante el pecado,

no me escandalice,

sino que sepa encontrar el modo de remediarlo.

Dame un espíritu, Señor,

que no conozca el aburrimiento,

los refunfuños, los suspiros, ni los lamentos.

Y no permitas

que tome demasiado en serio

esa cosa tan entrometida que se llama … el YO.

Dame el sentido del humor, Señor.

El poder reírme en ocasiones de mí mismo.

El saber coger la gracia

de un buen chiste para que sepa también sacar

un poco de alegría de la vida misma

y pueda compartirla luego con todos» (Santo Tomás Moro).

Agradecimiento a Santa Teresa:

A ella que decía: «Bien veo que no es perfección en mí esto de ser agradecida; debe ser natural, que con una sardina que me den me sobornarán» (Cta. 264).

DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS

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