5. Nacer de nuevo

«Cada vez que salgo con los niños, no puedo creer lo poco que me cundió. Si tenía que hacer cinco cosas, apenas alcancé a terminar dos… Cuando salgo con los niños, miro las calles de otra manera. Es que a su ritmo se ven flores, pájaros, grúas, y todo tipo de cosas que, si voy sola y apurada, ni me doy cuenta de que existen» (Testimonio de una madre de familia).

«Hermana, ¿sabe usted por qué Dios elige mujeres como esa que sale en la Biblia y mujeres como nosotras? Porque los ricos, en cuanto les ocurre algo, se ponen mal, se deprimen, y se vienen abajo. Nosotras, como nos pasan tantas cosas y no nos echamos a morir y salimos adelante… A lo mejor por eso Dios cuenta con nosotras» (Palabras de Celia, mujer chilena, en un encuentro orante con la Biblia, comentando la historia de Tamar).

«Está creciendo la tendencia a echar la culpa a los demás de los propios errores y debilidades» (Alberto Iniesta). «No te extrañes de que te haya dicho: Tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene y adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu» (Jn 3,7-8).

«La santidad no está en tal o cual práctica piadosa; consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre» (Santa Teresa de Lisieux).

LAS PRUEBAS DE LA VIDA

Como el oro en el crisol. Todos pasamos por pruebas. En vez de mirarlas como un fastidio, podemos verlas como una oportunidad para conocernos y dejar espacio a Dios en nuestra vida. Pueden ayudarnos a pasar de la prepotencia al amor. Hay tantas y con tantos matices como personas. Normalmente tienen que ver con la salud, los dineros, las relaciones con los demás, el gusto o disgusto con que hacemos las cosas… También Dios entra por medio. No vemos sus huellas en los acontecimientos de la vida, no oímos su voz, se nos agotan los recursos para relacionarnos con Él, no sentimos la emoción de estar en su presencia… «Son cosillas en que podemos entender si estamos señores de nosotros mismos» (M 3,2,6). La prueba deja al descubierto la verdad de nuestra vida, evidencia la precariedad de nuestros esfuerzos ascéticos y nos induce a un cambio de vuelo.

Hablando con ejemplos. Es lo que hace santa Teresa. Pone delante casos de la vida, como un excelente camino para conocernos.

  • Contratiempo económico.«Viene a una persona rica… una falta de ella, mas no es de manera que en lo que le queda le puede faltar lo necesario para sí y para su casa, y sobrado. Si éste anduviese con tanto desasosiego e inquietud como si no le quedara un pan que comer, ¿cómo ha de pedirle nuestro Señor que lo deje todo por Él?» (M 3,2,4).
  • Afán por tener más y más. «Tiene una persona bien de comer, y aun sobrado; ofrécesele poder adquirir más hacienda: tomarlo, si se lo dan, enhorabuena, pase; mas procurarlo y, después de tenerlo, procurar más y más, tenga cuan buena intención quisiere, que no hayan miedo que suban a las moradas más juntas al Rey» (M 3,2,4).
  • No podemos caer bien a todos. «Si se les ofrece algo de que los desprecien o quiten un poco de honra… les queda una inquietud que no se pueden valer, ni acaba de acabarse tan presto. ¡Válgame Dios! ¿No son éstos los que ha tanto que consideran cómo padeció el Señor y cuán bueno es padecer y aún lo desean? Querrían a todos tan concertados como ellos traen sus vidas, y plega a Dios que no piensen que la pena que tienen es de la culpa ajena y la hagan en su pensamiento meritoria» (M 3,2,5).

LA VERDAD DEL CORAZON

Las pruebas dejan al descubierto la verdad del corazón. Pero no lo olvidemos, son pruebas, y no es fácil encontrar una buena salida que nos lleve a la luz. Hay muchas personas que no son capaces de superar la «barrera del sonido». Han comenzado con entusiasmo, pero que no han sido capaces de dejarle a Dios las riendas de la vida.

«Habían de estar señores del mundo» en pruebas no muy grandes, y sin embargo ven cómo les brota «inquietud y apretamiento de corazón…» (M 3,2,1).

No aceptan fácilmente los consejos de los demás, «porque, como ha tanto que tratan de virtud, paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón en sentir aquellas cosas» (M 3,2,1).

Debiera ser la prueba una ocasión para conocerse, pero no es así, porque «canonizan en sus pensamientos estas cosas y así querrían que otros las canonizasen» (M 3,2,3).

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Vidas con futuro. ¿Cómo tener el corazón lo suficientemente grande como para vivir en él la relación con Dios? ¿Cómo asumir con humildad y confianza los episodios de nuestra vida? ¿Cómo dejar que se entrometa Dios en el tejido de nuestra historia personal?

El proyecto de Dios es lo primero. «El negocio está en procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, no que se haga nuestra voluntad, sino la suya» (M 3,2,6). «Si no estamos dispuestos a entregar nuestra vida, ¿qué hacemos aquí?» (Sor Nirmala, Superiora de las Misioneras de la Caridad).

A la espera del Señor. Somos gente que ha recibido el encargo de aguardar, sin saber en qué momento de la noche llegará Aquel que nos trae un nombre nuevo. Nuestro nombre más auténtico nos viene más allá de nosotros mismos; es Dios mismo quien nos lo revela y nos lo da a conocer como una buena noticia. «Al vencedor le daré una piedrecita blanca, y grabado en ella un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe» (Ap 2,17).

Limpieza de mente y de corazón. Para poder ver el mundo con los ojos del niño. «No perdáis al niño que fuisteis, agarradlo de la mano y que os acompañe toda la vida». «Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas tan concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos, podríamos bien deprender en lo principal» (M 3,2,13).

La ayuda de los demás. «En gran manera aprovecha tratar con quien ya nos conoce para conocernos, y porque algunas cosas que nos parecen imposibles, viéndolas en otros tan posibles y con la suavidad que la llevan, anima mucho y parece que con su vuelo nos atrevemos a volar, como los hijos de las aves cuando se enseñan, que aunque no es de presto dar un gran vuelo, poco a poco imitan a sus padres» (M 3,2,12).

Locura de amor. «No está aún el amor para sacar de razón; mas querría yo que la tuviésemos para no nos contentar con esta manera de servir a Dios, siempre a un paso paso, que nunca acabaremos de andar este camino» (M 3,2,7).

La solidaridad de quien ha pasado por las pruebas. ¡Dichoso el que ha aprendido en las pruebas los caminos de la sencillez, de la comprensión, de la bondad!


Momento de Oración

Deja que Dios entre en tu vida. Hazlo con la señal de los cristianos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Recuerda:

«El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios. Lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay» (San Gregorio Nacianceno).

Preséntate con la verdad de tu corazón entre las manos:

Si ves que te falta libertad y humor… humildad. . Si ves que no tienes los ojos limpios… humildad. . Si te encuentras con mil temores… humildad. . «La humildad es el ungüento de nuestras heridas; porque, si la hay de veras, aunque tarde algún tiempo, vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos» (M 3,2,6).

Ora con el salmo 126:

«Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!» . Cuando oras te haces consciente de que Dios está y obra contigo. . Incluso, cuando no trabajas, sigue la actividad silenciosa de Dios. . Ante la vida nueva que te propone el Señor, puedes decir como María: Aquí estoy. Hazme de nuevo.

Ora:

Nuestros ojos, Señor, están en Ti suspensos, aguardando el maná de tus palabras vivas. Tú eres la roca fresca del consuelo, mi cobijo y mi sombra. El seguro más cierto, Tú nos traes tus manos como nubes copiosas, y sacias nuestros pobres corazones andantes (Arbeloa).

En cualquier circunstancia de tu vida:

«Recordadme sencillamente, que un amor, un amor me espera» (María del Espíritu Santo, carmelita descalza).

CUANDO CESAN LOS RUIDOS COMIENZA LA CANCIÓN DEL CORAZON

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