Aprende el lenguaje del amor(Camino 4, 6 y 7)

«Haznos vivir nuestra vida como una danza entre los brazos de tu gracia, con la música universal del amor» (Madeleine Delbrel).

«Espiritualidad de la comunión significa capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo Místico y, por tanto, como ‘uno que me pertenece’, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad» (Juan Pablo II).

«Yo siempre he creído que el mejor medio de conocer a Dios es amar mucho» (Van Gogh).

«Hemos conocido el amor, hemos puesto en él nuestro ideal y sabemos que al unirnos en el nombre del Señor, dando fuerza a nuestra vida Dios está» (Canción).

«BUSCANDO MIS AMORES»

El salmista pregunta: «Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo?» (Sal 14,1); santa Teresa, en el umbral de la oración, también se pregunta: «¿Qué tales habremos de ser para orar?» (C 4,1). La respuesta en ambos casos tiene que ver con el amor. La verdadera oración es cuestión de amor. «Aprende a amar con ternura, aprende a amar con sabiduría, aprende a amar con valentía», aconsejaba san Bernardo de Claraval.

La oración florece allí donde hay amor. La oración verdadera no se da en terrenos egoístas y ensimismados, porque no hay espacio ni para Dios ni para los demás; sólo piensan en sí mismos: «No soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano» (Lc 18,11). Santa Teresa propone el amor como aprendizaje para la oración.

¿De qué amor se trata? Los orantes se ejercitan en un amor de verdad, no de mentira; «en amaros mucho unas a otras va muy mucho» (C 4,5). Buscan un amor que haga crecer y dé libertad; «el amor se alegra con la verdad» (1Cor 13,6). Salen al encuentro de un amor más ensanchador que ocupador; «míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí» (San Juan de la Cruz). Cultivan un amor que da un bello sentido a la vida y abre horizontes nuevos a la cultura de la muerte: «Cuando se excluye o se niega a Cristo ya no se aprecia ni se ama la vida; por eso avanza una cierta cultura de la muerte con sus amargos frutos, el aborto y la eutanasia. No se valora ni se ama correctamente el cuerpo y la sexualidad humana; ni siquiera se valora la creación misma y el fantasma del egoísmo destructor se percibe en el abuso y en la explotación del medio ambiente» (Juan Pablo II).

«¡DICHOSO EL CORAZÓN ENAMORADO!»

Tu historia de amor. Cada orante lleva en su corazón una historia de amor; cuanto más rica sea ésta tanto más fecunda será su oración. Este amor, que lleva a una pasión de amor, nace de un venero más hondo que la pasión. Brota de un encuentro previo con la verdad de las cosas, de la vida y de las personas. «Cuando a una persona la ha llegado Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es el mundo y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno y lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura… esa persona ama con amor muy diferente» (C 6,3).

Como un surco donde se siembra la semilla. El amor es un regalo. Los orantes se abren al amor como la tierra a la semilla. Se dejan conocer y amar por Dios. El Espíritu guía cada etapa del camino con la llama de amor viva que enciende en el corazón. «Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable» (Cantares 8,7).

El amor se hace respuesta creativa. Dios oye el callado amor y, en palabras de la esposa de los Cantares, se deja enamorar por él:»Me has enamorado, hermana y novia mía, me has enamorado con una sola de tus miradas» (Cantares 4,9). Quien ama a Dios, ama todas sus obras: «Esas tales almas son siempre aficionadas a dar mucho más que no a recibir. Aun con el mismo Criador les acaece esto» (C 6,7).

Teresa dialoga con sus hermanas. «Diréisme que… «Os parecerá que esos tales no quieren a nadie, ni saben, sino a Dios» (C 6,5). Responde: «Que sí aman, mucho más y con verdadero amor, y con más pasión y más verdadero amor: en fin, es amor» (C 6,7). «Os parecerá que esos tales no aman por las cosas que ven, y entonces ¿a qué se aficionan?» (C 6,9). Responde: Aman lo que ven pero se les ha afinado y dilatado la retina. Ven a los otros en la hondura. El amor perfecto es el que va imitando al capitán del amor: «Jesús, nuestro bien» (C 6,9). «Cuando se excluye o se niega a Cristo se reduce nuestra visión del

CUANDO EL AMOR CIRCULA

Oírnos el amor. El amor no es para retenerlo en el corazón, sino para comunicarlo y oírnoslo unos a otros. Cuando se rompe el frasco de perfume se extiende el buen olor por toda la casa (cf Jn 12,3). El mismo lenguaje que utilizan los orantes traspira calor humano, sensibilidad y realismo: se duelen con los dolores de los otros, se alegran con sus alegrías, se compadecen, están dispuestos a ayudar y ser solidarios; aparece la ternura. Todo por «ver algo más rica el alma del amigo» (C 7, 1).

Sombras en el horizonte. Santa Teresa habla a aprendices de amor fraterno, a personas que llegarán a la madurez afectiva tras larga caminata. Y no conviene que confundan amor con sentimentalismo, ni que reduzcan el amor al juego de las ternuras y palabras regaladas. Aconseja que tengan cuidado con la discordia producida por «bandillos, deseos de ser más, puntito de honra… una palabrilla que de presto se atraviesa» (C 7,10) Cuando esto se da fracasa en el grupo el amor de Cristo. Ya no es comunidad eclesial, ya no circula el amor.

La importancia de los santos. Los orantes saben lo importante que es dar con los santos de cada día, hombres y mujeres que han explorado la tierra prometida y saben lo que es el amor porque han tenido un encuentro con Cristo. Santa Teresa los llama amigos: «Os dirán que no es menester. Que basta tener a Dios. Buen medio es para tener a Dios, tratar con sus amigos» (C 7,4). Los últimos Papas han resaltado la importancia que tiene para nuestros contemporáneos el encontrarse con testigos. Frente a la pretensión de la sociedad posmoderna, que pretende hacer invisibles a los cristianos, es necesario mirarse en el espejo de personas que reconocen el valor y la belleza de su vocación al amor, que se presentan de forma audaz en la sociedad como sal y luz.


Momento de Oración

Comienza tu oración envuelto(a) en la presencia de Dios. Hazlo con la señal de los cristianos. Santíguate despacio, recreando lo que haces y dices.

¡Ven Espíritu Santo! Alimenta en mí un amor universal. Enciende en mis adentros la llama del amor.

Quédate un momento en silencio. Dale espacio a tu corazón. Coloca tu corazón paralítico junto a Jesús. En la intimidad con Jesús tu corazón empezará a caminar de nuevo, aprenderá el lenguaje del amor.

Cuando oras te encuentras ante un Misterio de amor. Abre hoy tus manos y tu corazón para acoger a Dios.

Aquí estoy, mi Dios, ante ti, abierto(a) al regalo inmenso de tu amor. Sé que solo Tú puedes llenar mi corazón.

Escucha el lenguaje siempre nuevo que Dios te comunica a ti y a toda la humanidad: «Yo soy amor y te busco para amarte»

Responde a este amor desde el silencio, «el lenguaje que Dios más oye solo es el callado amor» (San Juan de la Cruz).

Exhalaste tu perfume, y respiré y suspiro por Ti. Gusté de Ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz. Te amo, mi Señor, te amo. Gracias te doy por saber que te amo.

Acoge este consejo de una amiga de Dios, de una santa. Sonreír es una hermosa manera de amar y de orar:»Abrazad con vuestra sonrisa a los infelices, a los solos, a los preocupados, a los enfermos, a los tristes» (Teresa de Calcuta).

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