Hágase tu voluntad (Camino 32)

«El grado más alto de la gracia divina, Teresa lo llama matrimonio místico. Las manifestaciones extraordinarias cesan, pero el alma está siempre unida con el Señor; goza de su presencia aun en medio de los negocios exteriores, que no le impiden para nada la unión» (Edith Stein).

«María es el modelo del que acoge la palabra de Dios y la pone en práctica, del que confía en la voluntad de Dios y permanece siempre fiel a ella. Se convierte así en la principal cooperadora de la redención» (Schürmann).

«Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, cuántos planes a favor nuestro. Intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número» (Sal 40,6).

LA VOLUNTAD DE DIOS

El proyecto bonito de Dios (cf Ef 1,9). La mayoría de las veces pensamos que la voluntad de Dios es algo desagradable que se impone desde arriba, como si Dios pidiera soportar con resignación las desgracias y los males de la vida. La voluntad de Dios tiene su origen en su corazón, en el que se entrelazan continuamente el amor, la alegría, el don de sí mismo, el deseo de salvación. «Esta es la voluntad de Dios: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4).

En Jesús se visibiliza el proyecto del Padre (cf Mt 3,17). Para Jesús el descubrimiento y la puesta en práctica de la voluntad del Padre es fuente de vida y alegría, su energía y su alimento. Incluso en Getsemaní vive con la convicción de que su Abbá desea lo mejor para Él y para el mundo. Se comprende que resuma su programa en «hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21).

La Iglesia, continuadora de Jesús. Lo que define a la comunidad cristiana es seguir a Jesús, que camina con el oído abierto a la voluntad del Padre para derramar sobre todos, especialmente los más pobres e indefensos, la ternura y el cariño del Padre. Siguiendo a Jesús aprende a escuchar el proyecto del Padre y a ser comunidad de servicio y de amor.

La ofrenda del granito de trigo. Cuando dice «hágase tu voluntad», el orante se pone de parte de Dios para querer lo que Dios quiere por el bien de la humanidad. Jesús enseña al orante a alinearse con Él a favor de los pobres, los oprimidos. Este camino según el Espíritu, esta lucha por el hombre y la mujer nuevos, puede llevar a la cruz, que no es una hora triste sino una bella hora de evangelio.

LA CONTEMPLACIÓN PERFECTA

Una de las páginas fuertes del Camino. Para santa Teresa decirle a Dios hágase tu voluntad no es una oración cualquiera. Es una palabra que marca uno de los hitos cimeros de la oración cristiana. Es hacer el don de sí, es abrirse al don de la contemplación, al pleno don de El, en amistad consumada. Es llegar con el cántaro vacío a la fuente de agua viva para que Él lo llene de gracia.

¿Para qué entregar la vida? El Reino hace posible la entrega de la vida más allá de los fracasos y las tentaciones de volver atrás, más allá de nuestras cobardías y deficiencias. El regalo del Reino, presente en Jesús y en tantos hombres y mujeres testigos del amor entrañable del Padre, hace posible el don de la vida. Hecha la tierra cielo, será posible hacer en mí vuestra voluntad. Mas sin esto, y en tierra tan ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es gran cosa lo que ofrecéis (C 32,2).

Decir al Padre hágase tu voluntad es ofrecerle la nuestra. Petición en la forma, oferta profunda en el fondo. Ejemplo de esta petición es la que hace Jesús en el Huerto. Cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y que damos todo lo que podemos, si lo damos como decimos (C 32,1). No es extraño que orar de verdad esta petición cueste. A veces lo decimos entre el miedo y la superficialidad. Querría yo preguntarles lo que dicen cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos. O es que lo dicen por decir lo que todos, mas no para hacerlo (C 32,3).

Darnos del todo al Todo. La pequeñez nos juega malas pasadas; nos lleva a esconderla en la tierra, como hizo el que recibió un talento (cf Mt 25,18). El mendigo del cuento de Tagore se lamentó de no haberle dado al Rey toda su pobreza. Santa Teresa insiste en este acto de entrega. En esto está el todo, en darnos todo al Todo sin hacernos partes (C 8,1). Démosle ya una vez la joya del todo (C 32,8) con determinada determinación. Sin esta entrega nunca deja (El) beber del agua viva de la fuente (C 32,9). El don de nuestra pobreza nos prepara para recibir.

¿En qué consiste la contemplación? La contemplación es el resultado de haber hecho el don de sí al Reino de Jesús. La contemplación es la gracia que sobreviene al hecho de haberse dado del todo a El. Santa Teresa hace ante nosotros un momento de viva y real contemplación. Cúmplase, Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte de mi parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues El me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforma a vuestra voluntad. ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! (C 32,10-11).

Asimilación a Cristo.Cuando el orante supera sus miedos y por fin ha sido capaz de decir al Padre: haz en mí tu voluntad, está bien seguro de cuál va a ser ésta. Ni riquezas ni deleites ni honras ni todas estas cosas de acá. ¡No os quiere tan poco! (C 32,6). Lo que el Padre da es un estilo de dar la vida como el de Jesús para que todos tengan vida abundante. Entonces la medida de llevar gran cruz o pequeña es la del amor (C 32,7). Lo que se opone a la alegría es la tristeza, no es el sufrimiento. El orante está preparado para correr la misma suerte que los pobres.

La unión con Dios. Decir hágase si va con la determinación que ha de ir, no puede menos de traer al Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en Sí, y hacer una unión del Criador con la criatura (C 32,11). La obediencia es estilo de vida gozosa y liberadora. Todo es gracia.

Horizontes insospechados.Aquí ya no hay técnicas ni méritos. El orante está en el reino de la gracia. Dios comienza a regalarse con ella, a descubrirle sus secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado, y que conozca algo de lo que la tiene por dar (C 32,12).En tierra extraña se oye el canto de los pobres, que enriquecen con su pobreza hecha eucaristía a muchos. El orante queda mirando hacia el futuro, con esperanza. La persona queda liberada para amar.


Momento de Oración

Dedica unos momentos a recordar la experiencia de amor entrañable que te tienen el Padre, el Hijo y el Espíritu. Sin ser consciente de esta gozosa realidad no podrás decir: «Hágase tu voluntad».

Contempla a Jesús, que desea estar con el Padre, para escuchar su voluntad y llevarla por los caminos del mundo.

Pide ayuda al Espíritu para que puedas decir al Padre con todo tu ser: «Hágase tu voluntad».

Concédeme la gracia de decir «sí» en este momento, Y de repetirlo cada día.

Ora despacio esta oración de un hermano:

Padre: me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu plan vaya adelante, en toda la humanidad y en mí. Ilumina mi vida con la luz de Jesús. No vino a ser servido, vino a servir. Que mi vida sea como la de Él: servir. Grano de trigo que muere en el surco del mundo. Que sea así de verdad, Padre. Te confío mi vida. Te la doy con todo el amor de que soy capaz. Condúceme. Envíame aquel Espíritu que movía a Jesús. Me pongo en tus manos, enteramente, sin reservas, con una confianza absoluta porque tú eres… mi Padre (Carlos de Foucauld).

Vuelve a la vida llevando a todos la bondad y el amor de Dios. Ser místico/a no es ninguna cosa rara, sino ser en el mundo un humilde reflejo de Dios. Que todo lo que hagas y digas hoy esté marcado por la señal de la alegría.

Te agradezco, Señor, la vida, la de todos, la de todo. Dame alegría para dar la vida.

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