Recrear lo que somos (Camino 3 y 5)

«Amo la vida desde que sé para qué vivo» (Edith Stein).

«Algún día vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio» (León Felipe).

«El estudio es manifestación del insaciable deseo de conocer siempre más profundamente a Dios, abismo de luz y fuente de toda verdad humana» (Juan Pablo II).

«Si tuviera varias vidas os dedicaría una, porque os quiero mucho. Pero como no tengo más que una la tengo que emplear en lo que para mí es lo más importante» (Simone Weil).

«La paz que sentimos en nuestro interior, la fluidez y sencillez con que se desarrollaron todos los acontecimiento relacionados a nuestra decisión, nos convenció de que ésta no era una decisión nuestra, sino que era la vocación a la cual Dios nos llamada y aceptábamos libremente. Entendí, de repente, por qué y para qué había venido al mundo: nuestra vida tenía sentido» (Testimonio de Mariluz Melis, hospitalera en el Camino de Santiago, después de tomar una radical decisión en su vida).

COMO QUIEN ENCUENTRA UN TESORO

La alegría de encontrar la vocación. «Lo que embellece el desierto es que en algún lugar esconde un pozo», dice el Principito; lo que da un brillo especial a una vida es ese momento clave en el que la persona descubre con claridad su vocación central. Un hermoso cuento indio lo expresa muy bien al evocar el diálogo de un sabio con los obreros que penan en una cantera bajo el calor del día y el peso de la jornada: un trabajo inhumano, un trabajo… Pregunta a cada uno de ellos lo que está haciendo. El primero levanta hacia él una mirada sombría y taciturna y declara: «Bien lo ves tú, pico piedra». El segundo le mira con ira: «Bien lo sabes tú, me gano la vida». El tercero, con los ojos llenos de luz, le dice: «¿No lo adivinas? ¡Nunca lo adivinarías! Construyo un templo a mi Dios».

Lo que le permitía vivir y orar de una forma única. Jesús, aprovechando la lectura de un texto de Isaías en la sinagoga de su pueblo, dio a conocer a sus paisanos la perla preciosa que Él había encontrado, le contó cómo el Espíritu le había ungido en lo más hondo del corazón (cf Lc 4,16-19). Con este don vivirá y orará en cada etapa del camino.

Una hermosa tarea para los orantes. Santa Teresa invita a los orantes a encontrar su vocación, su puesto en la Iglesia, aunque no sea fácil. Ella misma, que es mujer, dialoga, busca, lucha por orientarse o situarse dentro de la Iglesia. No acepta estar acorralada, marginada. Exige su derecho profético, recibido en el bautismo, de «decir verdades» en un mundo en el que «no hay virtud de mujer que no sea sospechosa», y en el que casi todo está en manos de los hombres: «Los jueces del mundo son todos varones… Este mundo de los hombres nos tiene a las mujeres acorraladas». «Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres» (CE 4,1).

Las cosas bellas empiezan a nacer en el corazón. No se puede orar apoyados en identidades frágiles o falsas, sostenidos en memorias superficiales, «como niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina» (Ef 4,14). Sabernos amados, elegidos, acompañados es fundamental para vivir felices y para trabajar, para vivir una vida agraciada y agradecida. El bautismo nos da un fondo de gratuidad, de donde brota una experiencia de oración gratuita.

La dignidad de todo ser humano. Porque Dios no ama en serie, porque el amor, si no es personal, no es amor, cada uno de nosotros somos un misterio que nunca deja de sorprendernos. No somos un número, si un mero objeto de consumo. Cada persona es única, llena de dignidad, con una vocación hermosa que pide ser desarrollada.

Andar despacio hacia la fuente. Sin encontrarse a sí mismo el ser humano no puede encontrar a Dios ni cultivar la oración. En el destierro de la vida interior, en la tierra extranjera no es posible cantar cánticos al Señor y las cítaras permanecen colgadas en los sauces de las orillas (Sal 136). De ahí la importancia de cultivar caminos:

  • La actitud de búsqueda, que es la marca de una conciencia despierta, una apertura de un espacio a Dios para que siga creando.
  • El recuerdo y la fidelidad a la palabra dada, que puede ayudarnos a descubrir el valor y la belleza de la coherencia. Mantener la palabra dada puede ser una preciosa herramienta de construcción de la personalidad creyente.
  • La recuperación de la intimidad y la cultura de la comunicación callada. Aprender qué experiencias deben ser compartidas, quiénes son los interlocutores más apropiados, qué importancia tiene seleccionar los momentos y las personas para comunicar la interioridad.
  • El gusto por el presente. Frente a formas de vivir el tiempo amenazado por la ansiedad y la descreación, saborear el presente, habitarlo, aguantar la realidad que se nos resiste, superar las tentaciones de nostalgia o de ensoñación, y acoger las posibilidades que encierra el aquí y el ahora.

«Son gran cosa letras para dar en todo luz» (C 5,2). Santa Teresa libra una batalla contra la ignorancia y la falta de cultura en los orantes. ¡Es tan importante ir bien fundados! «De devociones a bobas nos libre Dios» (V 13,16). Letras es cultura y posibilidad de diálogo hondo. La formación ayuda a entender mejor los dones. También aconseja «comunicar sus almas con personas que tengan letras» (C 5,2).

Soplar sobre la brasa. Que los malos vientos no apaguen la brasa. Que el viento del Espíritu extienda el fuego. El orante necesita caminar en libertad. Caminar con libertad. Santa Teresa pide libertad para el grupo: «Por quien su Majestad es que no dé a probar a nadie en esta casa el trabajo de verse alma y cuerpo apretadas» (C 5,1). Y entiende la liberad como libertad de conciencia. Hay muchos caminos. «Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol… y un camino virgen Dios» (León Felipe).

Nuevos obreros para la mies. Santa Tesa ha descubierto que su tarea es trabajar por la comunión de la Iglesia, le duele la división; desea ayudar a los teólogos y predicadores. Le acompaña un grupo de mujeres en esta hermosa aventura. Presenta a Cristo al pequeño grupo de mujeres. Le gusta recordar cómo en el Evangelio había mujeres en torno a Jesús. Se emociona recordando a la las mujeres del Evangelio. Le duele que habiendo tanta tarea haya bautizados que no tengan sitio, palabra y tarea en la tarea evangelizadora. Desde ahí ora: «Habed lástima de tantas almas como se pierden y favoreced a vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la cristiandad, Señor. Dad ya luz a estas tinieblas» (C 3,9).


Momento de Oración

Comienza tu oración con un momento de silencio. Es una preciosa manera de mirarte por dentro y de descubrir el amor de Dios que tiene como cimiento tu corazón.

Deja que te resuenen estas preguntas.¿A qué he sido llamado(a)? ¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Tengo sitio, palabra y tarea en la Iglesia? ¿Cuál es tu nombre?

«Un sabio dijo que todos tenemos tres nombres, pero sólo uno es importante. El primero es el que nos ponen al nacer. Si tomamos como ejemplo a la Madre de Jesús, este primer nombre es María. El segundo es el nombre que nos pone la sociedad, es el nombre por lo que hacemos. Siguiendo el mismo ejemplo, a María se la conoció como «la madre de Jesús». El tercer nombre, que es el más importante, es el que nos pone Dios. Nuestra vida debe estar orientada a descubrir cuál es ese nombre. Para María, su verdadero nombre es «la llena de gracia».

Escucha y haz tuyas estas tres palabras que Jesús saca del arca:

  • Effetá: Ábrete. No te encierres en ti mismo(a). Ofrece a Dios tu espacio para que transforme tu vida en su Vida.
  • Talita Kumi: Levántate. Frente a todo pesimismo, levanta tu vida. «El Espíritu del Señor está sobre ti» (Lc 4,18).
  • Abbá: Padre y Madre. Frente al aislamiento, cultiva el diálogo. Es la forma de apreciar las maravillas que hace Dios en cada corazón.

Busca ayuda en la luz y en los que tienen luz para recordar:

  • Tu dimensión espiritual, que te cualifica como persona y te permite abrirte a Dios. Ora desde ahí.
  • Tu vocación a la libertad, que te permite conocerte y aceptarte. Ora desde ahí.
  • Tu individualidad, lo que tienes de original y de nuevo; no dejes que nadie te arrebate este tesoro. Ora desde ahí.
  • Tu realidad relacional, que te ayuda a descubrir que no hay persona sin acoger a los hermanos y entregarte a ellos. Ora desde ahí.

Sé un humilde testigo de humanidad entre la gente. Así puedes ayudar a orar.

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