Venga a nosotros tu reino (Camino 31)

«El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré» (Sal 15).

«Hay almas en la tierra que van, en vano, en busca de la dicha. No es ése el caso mío: Yo llevo la alegría dentro del corazón. No es una flor efímera, la tengo para siempre, cada día me manda al alma su sonrisa, lo mismo que una rosa de eterna primavera» (Santa Teresita).

«¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. ¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo» (Lc 13,18-21).

LA PERLA PRECIOSA DEL REINO

El tesoro que Jesús encuentra (Mt 13.44-46). El Reino es un tesoro y una perla que Jesús encuentra y va corriendo a contársela a todos. Jesús anuncia el Reino con sus palabras y con su vida. Todo lo creado, mirado por Jesús, se convierte en parábola para el Reino: la mostaza, la levadura, los niños, la mujer, el pan, el vino, el dolor, la libertad, la confianza de las personas para romper todas las muletas y abrirse confiadamente a la vida. Más que alcanzar a Dios a fuerza de brazos, la persona es alcanzada por Dios a base de gracia. Dios es gratuito. A quien ha experimentado esto, «nada se le queda entre las manos» (Santa Teresita).

El reino ya está actuando. No se impone por la fuerza, el dinero o los influjos, sino que va abriéndose paso lentamente en medio de las dificultades. No es para unos pocos, es universal. No se identifica con lo ya logrado, desvela su belleza al final de los tiempos. No son valores muy importantes como la paz y la justicia, la bondad y la solidaridad, es Dios mismo, haciéndose presente entre nosotros. De esto hay que tener hambre y sed, más allá de los pequeños intereses o ambiciones personales.

Una preciosa descripción del Reino. «El gran bien que me parece a mí que hay en el reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismo, que les viene de ver que todos alaban y santifican al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce» (C 30,5).

EL AGUA VIVA DE LA EXPERIENCIA DE DIOS

La oración de quietud. Santa Teresa habla desde la experiencia: Yo sé de una persona a quien la ponía el Señor aquí muchas veces (C 31,5). Para ella la oración de quietud es principio de contemplación y por eso mismo pórtico de entrada en el misterioso espacio de Dios que pedimos en el Padrenuestro. Parece comienza el Señor a dar a entender que oye nuestra petición y comienza a darnos su reino aquí para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos (C 31,1). El orante siente que está en el palacio del Rey y ve que le comienza ya a dar aquí su reino (C 31,3). Dios deja la casa sosegada.

Las motivaciones bíblicas. El anciano Simeón, que prorrumpe en el himno de paz y en el deseo del reino al entrar en la presencia del Señor, porque dióselo el mismo Niño a entender (C 31,2). O la imagen de Pedro en el Tabor, que quiere hacer tres tiendas (cf C 31,3). O las figuras típicas de Marta y María. Y la figura del publicano, capaz de orar sin apenas palabras sino con un alzar los ojos (C 31,6).

La pedagogía de las imágenes. Aparecen la fuente, el palacio y el camino. La vela, la llama y el soplo, para expresar la gratuidad de Dios. Las más bellas imágenes las reserva Teresa para poner de relieve la acción de Dios. Que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos hacer que deje de amanecer (C 31,6). La imagen más bella, la del niño que aún mama, cuando está a los pechos de su madre, y ella sin que él paladee, échale la leche en la boca para regalarle (C 31,9-10). El contemplativo es un renacido. Estrena vida nueva.

Consejos que da Teresa: No forzar la mano del dador: es bobería (C 31,6). Dejar que Él obre como en cosa suya (C 31,7). No desasosegarse porque la fantasía y el pensamiento se nieguen a compartir la paz de la voluntad (C 31,8). Sí importa disponerse para recibir, para recibir más. Que entiendan lo que les falta y se humillen, y procuren irse desasiendo de todo (C 31,11). Que el contemplativo responda en los servicios conforme a tan gran merced (C 31,12). La oración de quietud es solo el principio de la contemplación. Es grande la diferencia que hay entre ella y la oración de unión, en la que está toda el alma unida con Dios (C 31,10). No olvidar que todo esto se apoya en una piedra humilde: la oración vocal y el rezo del Padrenuestro en sus dos primeras peticiones. Creed que aquí es el verdadero alabar y santificar su nombre (C 31,11.13).

MANIFESTACIONES DEL REINO

El plano teologal. Un primer plano teologal, básico y decisivo: Dios interviene con su gracia en nuestra oración. El orante y El están tan cerca que ve que se entienden por señas (C 31,3). Es un ponerse el alma en la paz de su presencia (C 31,2). El orante entiende que está junto cabe su Dios (C 31,2). El orante sabe que no se pone él en paz, sino que es el Señor quien lo pone en paz en su presencia (C 31,2). De ahí la sensación de gratuidad absoluta, cosa muy conocidamente sobrenatural (C 31,10). Entra en escena el lenguaje de la ternura, que es un silencioso deseo de amar a Cristo. Brotan el abandono confiado, la alabanza, la gratuidad.

El plano psicológico. La gracia de la contemplación remueve y transforma la interioridad del orante. La voluntad y la afectividad entera del orante, quedan subyugadas, cautivas (C 31,3). Contenta de verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta (C 31,3). La paz y la quietud se extienden en derredor: todas las potencias se sosiegan (C 31,2); siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción el alma (C 31,3). Descansa y se le doblan las fuerzas para caminar (C 31,2). A la persona le brota una tranquila y limpia conciencia que le regala el Espíritu.

El plano existencial. La contemplación alcanza la vida cotidiana. En la contemplación se entra por la puerta del amor, que afecta a toda la vida. La entrada en el reino es un revulsivo o un generador intensivo de presencia y compromiso en el quehacer. Vida activa y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente; porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su contemplación; las otras dos potencias andan en lo que Marta; así que ella y María andan juntas (C 31,5). A la persona le nace una solidaridad profunda con todos. No quiere dominar a los demás, sino ser el pobre que ama a los hombres (Simeón el Teólogo). Al poner en práctica lo descubierto, la luz se extiende.


Momento de Oración

Deja por unos momentos lo que tienes entre manos y acércate hoy al Dios que te ofrece, a ti y a todos, el Reino.

En el nombre del Padre que ofrece el Reino, En el nombre del Hijo que anuncia el Reino, En el nombre del Espíritu Santo que introduce en el Reino.

Acoge la invitación que te hace Dios para entrar en el Reino. No te coloques al margen de la vida. No dejes que tu vida se muera de sed estando tan cerca de la fuente.

Tú pones paz en mis fronteras. Tú me sacias con flor de harina. Tú llenas de agua mi desierto. Tú haces brotar ríos en mi soledad. Te alabo y te bendigo con todo mi ser.

Haz presente a Jesús, fascinado por el Reino, recorriendo los caminos para anunciar la vida y la dignidad de los seres humanos, deseoso de anunciarte el Reino.Gracias, Jesús, por hablar del Reino con hechos de vida. Gracias, Jesús, por dar vida a los enfermos. Gracias, Jesús, por devolver dignidad a los endemoniados. Gracias, Jesús, por prometer felicidad a los pobres. Gracias, Jesús, por iluminar el sentido de la vida.

Oracon esta plegaria:

Jesús, no tienes manos. Tienes sólo nuestras manos para construir un mundo donde la justicia. Jesús, no tienes pies. Tienes solo nuestros pies para poner en marcha la libertad y el amor. Jesús, no tienes labios Tienes solo nuestros labios para anunciar por el mundo la Buena Noticia de los pobres. Jesús, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que la gente puede leer, si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.

Trabaja por el Reino de Jesús. No te quedes en silencio. Vive y respeta la vida. Vive y defiende la vida. Vive y trabaja por la dignidad de los seres humanos.

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