Como fruto, la justicia

«Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,44-45).

Un símbolo: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).

Un paso más en el camino: ¿cómo vivir para que se abra paso la justicia en un mundo tan injusto? ¿Qué tiene que pasar en la interioridad de la persona para que entre en juego el dinamismo del amor, para que aparezca un paisaje que se ofrece como regalo a los cansados, los agobiados, los tristes, los perdidos, los aburridos, los violentamente tratados?

Palabras de un poeta: «Del corazón a los labios corre el hilo con el que se teje el secreto de la vida. Las palabras rompen el hilo, pero el secreto habla en el silencio» (Mevlana Salaludin Rumi).

La belleza de las opciones al caer de la tarde…cuando se supera la justificación de la falta de crecimiento en el amor.

Es tarde

pero es nuestra hora.

Es tarde

pero es todo el tiempo

que tenemos a mano

para hacer el futuro.

Es tarde

pero somos nosotros

esta hora tardía.

Es tarde

pero es madrugada

si insistimos un poco» (P. Casaldáliga).

1.- En la interioridad, Dios es amigo de dar

«Tus torrentes y tus olas me han arrollado» (Sal 41), dice el salmista. «Llevóme el rey a la bodega del vino» (Ct 2,4; 3,2), dice la enamorada en los Cantares mientras se va tejiendo en su corazón una historia de amor. «Es sobre todos los gozos de la tierra y sobre todos los deleites y sobre todos los contentos y más» (Moradas V,1,6), confiesa asombrada santa Teresa.

La persona, desde su interioridad asombrada ante un Dios tan amigo de darse,se vuelve misionera, quiere que todos conozcan al Dios «que obra maravillas» (Lc 1,49), pero no sabe cómo hacerlo. «Creo que fuera mejor no decir nada» (Moradas V,1,1). Pero, cómo callar acerca de lo más vital. Lo inefable no es solo lo que no se puede decir, sino lo que fuerza a decir, pues de las realidades de las que no podemos o no sabemos hablar es, precisamente, de las que más necesidad tenemos de hablar.

La persona contemplativa viene, de su viaje místico, con su mejor cosecha de inteligencia del misterio de Dios. Su palabra es confesional, «no me parece os quedó a Vos nada por hacer» (Vida 1,8); su palabra está dolorida, «pues podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido» (Moradas V,1,2); su palabra es esperanzada, «Dios no imposibilita a ninguno para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que tuviere, se contenta» (Moradas V,1,3). ¿Quién hay que no pueda dar su barro al Alfarero? (cf Jr 18,1-12).

Si no hemos pasado por esta experiencia de Dios, conviene que no nos espantemos de sus grandezas, como «esos medioletrados espantadizos, que me cuestan caro» (Moradas V,1,8), de que habla santa Teresa. «A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén» (Ef 3,20-21). «Quien no creyere que puede Dios mucho más y que ha tenido por bien y tiene algunas veces comunicarlo a sus criaturas, que tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Nunca os acaezca, sino creed de Dios mucho más y más» (Moradas V,1,8).

2.- El gusano de seda y la mariposica blanca

«Aunque las personas no nieguen a Dios, nadie cuenta ya con que ejerza poder sobre el mundo y pueda hacer algo de verdad» (Peter Seewald). Menos mal que existen violencias profundas en lo íntimo. Las acometen los enamorados, que abren camino en el mismo barro, afirman la libertad en la misma esclavitud, abren surcos de esperanza cuando todo parece terminar; se dejan hacer por Dios.

¿Por qué no nos deja Dios como estamos? Porque nos quiere, porque espera que se asome en el ser humano la sonrisa. Porque su proyecto es que brote en medio de la humanidad una ternura desconcertante, una inesperada frescura de brisa, una soledad habitada por muchos rostros, un perfume de alegría, una comunicación de suave murmullo más allá del estruendo atronador de las lanzas y las espadas (cf Is 2,4). A Dios le agrada preparar en la interioridad de sus amigos cosas buenas para los más desvalidos de la tierra.

Necesitamos confesar lo que de viejo y de pecado llevamos y colocarnos en el suelo de la gracia. Dar muerte a lo viejo nos da miedo y, sin embargo, hay muertes que nos llevan a la vida. «Matando, muerte en vida la has trocado» (San Juan de la Cruz).

Nosotros somos los encargados de dar muerte a lo que no nos da vida, como hace el gusano de seda «que comienza a labrar la seda y edifica la casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí, que es Cristo» (Moradas V,2,4;Col 3,3-4).

Es verdad que hay dolores, pero son de parto, para una nueva vida. El paso por la muerte es para renacer a otra manera de vivir, con horizonte nuevo, con psicología nueva, con nueva apertura a Dios y a los demás, con insaciable apetencia de más vida para todos. La alegría toma enseguida el relevo a la tristeza, como la mujer cuando da a la luz (cf Jn 16,21). El Espíritu, que es principio de creación amorosa, es imprescindible en este proceso. «Dos caminos se bifurcaban en un bosque, y yo, a la hora de elegir, escogí el menos transitado. Y eso ha marcado toda la diferencia» (Robert Frost).

¡Animo y a la tarea! «Pues ¡ea!, hijas mías, prisa a hacer esta labor y tejer este capuchillo, quitando nuestro amor propio» (Moradas V,2,6). «¡Muera, muera este gusano, como lo hace en acabando de hacer para lo que fue criado!, y veréis como vemos a Dios y nos vemos metidas en su grandeza» (Moradas V,2,6). Entonces, la muerte «en vez de estar ante nosotros, está detrás» (R. Panikker).

Para todo este proceso de mudanza honda, es muy necesaria la ayuda de otros hermanos y hermanas. «El conocimiento es a veces doloroso porque el humano prefiere la ignorancia: mantenerse en un nivel de superficie, dejando que la vida le resbale, sin alzarse ni enfrentarse con ella. Pues bien, en contra de eso, el verdadero mayeuta es un experto en ciencias de gestación: es como evocador (despertador) de divinidad. Nos ayuda a dar a luz a Dios en nuestra vida: ésa es su tarea en el camino» (Xabier Pikaza).

3.- Diseño de la persona nueva

La mariposica blanca es símbolo de una nueva existencia en libertad y belleza, es signo de una vida nacida para volar. Ocurre algo insospechado: ni la persona se conoce a sí misma; ésta puede exclamar que todo ha sido un milagro patente, que es el Señor quien lo ha hecho (cf Sal 117). «¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale una alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con El» (Moradas V,2,7). «El sacar forma parte desde el principio de la esencia de Dios. Sacar de confusiones, sacar de la apatía, sacar de la soledad y del aislamiento» (Martin Buber).

  • Antes solo se acordaba de sí, y ahora su pasión es el Reino de Jesús. Le brota la alabanza y un deseo grande de seguir a Jesús con la cruz. Se siente atraída a la soledad y a las plazas públicas para gritar a todos las grandezas de Dios (cf Moradas V,2,7). No parece que sea la misma persona.
  • Afronta nuevos trabajos, se deja tocar y partir, en una eucaristía ininterrumpida. «Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano, que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas, ¿cómo se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso?» (Moradas V,2,8).
  • La situación de injusticia de tantos seres humanos encuentra eco profundo en su corazón, pero todo lo vive con paz. «Porque los mismos trabajos son de tanto valor y de tan buena raíz, que, con serlo muy grandes de ellos mismos sale la paz y el contento» (Moradas V,2,10). Con Jesús, y con todos los amigos del ser humano, imagina la nueva humanidad, para dar nuevas oportunidades al amor, para transformar la venganza en ofrenda gratuita de amor, arriesgando en el anonadamiento al servicio de la justicia (cf Flp 2,7ss).
  • Tiene la mirada del corazón puesta en Jesús. «Es fascinante. Bajo su mirada el horizonte aparece tan bello, tan amplio, tan luminoso… Mira, yo lo amo apasionadamente y todo lo poseo en El, contemplo las cosas y lo realizo todo bajo su irradiación divina» (Beata Isabel de la Trinidad).
  • Vive a la espera de una humanidad nueva por obra del Espíritu Santo, cuya imaginación nunca se agota y siempre regala «cada mañana, al que sabe acoger, una libertad fresca y una nueva provisión de gozo y confianza» (Suenens). La persona nueva regala motivos para la esperanza.

Momento de Oración

¿Quién hay que no pueda darte su barro,

Alfarero, siempre capaz de obrar maravillas?

Presentación: Como fruto la justicia

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