«La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente, se hace con la ayuda de un libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del ‘hoy’ de Dios» (CIC 2705).
1. Clarificación previa.
- Para los antiguos, la meditación era una parte de la oración personal o comunitaria. Ellos distinguían cuatro partes: lectura, meditación, súplica, contemplación (=lectio, meditatio, oratio, contemplatio). San Juan dela Cruzlas enlazaba así: «Buscad leyendo y hallaréis meditando, llamad orando y os abrirán contemplando» (Dichos de luz y amor, n. 79).
- Para ciertas corrientes de nuestros días «meditación profunda» es la oración que se produce en lo hondo del espíritu, cuando hemos logrado poner silencio en los sentidos, y hemos conseguido la atención total de las capas profundas del espíritu. Meditación profunda sería algo muy similar a «contemplación».
- Entre unos y otros y en la acepción más clásica y corriente, meditación es la oración mental reflexiva. La que va trenzando el pensar y el amar. Intermedia, en cierto modo, entre la oración vocal y la contemplación.
Sigue en la Ficha 17