Que el Padre os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para quedar, arraigados y cimentados en el amor(Cf. Ef 3, 16-17).
«No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (V. 8-5).
La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. «Yo le miro y él me mira», decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a «mí». Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el «conocimiento interno del Señor» para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola …) (CIC 2715)
1. Un falso presupuesto:
- La oración contemplativa es cosa de élites espirituales. Flor que brota en climas privilegiados, comola Cartujao los Carmelos. No es la forma de oración más indicada para los orantes que hacemos oración yendo y viniendo de la calle.
- No es así. La oración contemplativa está al alcance del niño. Es posible al aprendiz de oración. Santa Teresa aconseja que no se le vaya todo el tiempo en pensar y decidir cosas, sino que«acallado el pensamiento…, mire que El le mira» (Vida, 13, 22).
- La pausa contemplativa es intrínseca de la oración cristiana. Necesidad de silencio ante Dios. Necesidad de asombro prolongado ante su presencia, o ante su misterio. Necesidad de decir «Padre» y callar, para adorar, o para amar, o más sencillamente para estar en su presencia, dando más espacio a su acción sobre nosotros que a las mismas palabras o pensamientos que podemos dirigirle.
Sigue en la Ficha 18