El profeta y su Dios
Elías significa «Mi-Dios-es-Yahvé». Era oriundo de Tisbé de Galaad, al otro lado del Jordán, y ejerció su ministerio en el norte del país bajo el reinado de Ajab (875-854 a. C), quien, para agradar a su esposa fenicia Jezabel, toleraba en Israel el culto a Baal. El profeta entra en escena y desaparece de manera inesperada y misteriosa, como si, enviado directamente por Dios (1 R 17,1) que lo arrebatará luego en un carro de fuego (2 R 2,11), no tuviese otra misión que la de decir lo que su mismo nombre significa: «Mi Dios es Yhwh». En la memoria de su pueblo ha quedado como alguien que surgió de improviso, arrebatado en un torbellino, está a punto de volver (Eclo 48,1.12; Mi 3,23). Y esto hasta los umbrales del Nuevo Testamento, en que pasará la antorcha a Juan Bautista (cf Mt 11,14; Mc 9,11-13).
Proceso de la oración de Elías
Centrados en los tres capítulos 17-19 del Primer Libro de los Reyes sugerimos un proceso, en tres momentos, de la oración de Elías: Fuego (Mediodía) Este momento (1 Re 17-18), que coincide con una sequía de tres años, se caracteriza por el celo de Elías, su arranque. Es una oración valiente.
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