Orar cuando Dios se calla: Job

Los autores distinguen en el libro de Job cuatro unidades de épocas diferentes:

  1. El relato-marco en prosa: Prólogo y Epílogo;
  2. El poema del siglo V que comprende los Monólogos de Job (3; 29-31), los Diálogos de Job con los tres visitantes (en tres ciclos: cap. 4-14; 15-21; 22-27) y las palabras de Yhwh con las respuestas de Job (38,1- 42,6);
  3. Los discursos de Elihú, el cuarto «amigo» (32-37);
  4. El poema sobrela Sabiduríainaccesible (cap. 28).

Job, admirable por su fe. El Job del Prólogo es un hombre de una confianza inquebrantable. Tras el anuncio de sus desgracias, responde: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!». A su mujer, que le sugiere que abandone aDios, le responde: «Hablas como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?» (1,20s; 2,10).

Job maldice sus días. Han pasado siete días y siete noches, que han conferido a la prueba toda su negrura. Job se ha callado. Bruscamente rompe el silencio y su discurso es de rebeldía:» ¡Muera el día en que nací, / la noche que dijo: «Han concebido un varón’…! (3,3. 10s. 13.15.20.23).

Job replica a las tesis de sus amigos. No es verdad, como afirman ellos, que la fidelidad del justo le garantice la felicidad, ni que los malvados sean siempre castigados aquí en la tierra. (Cf.12, 6; 21,17.30).

Job se queja de Dios. Job se cree agredido por Dios, y va acumulando imágenes de violencia, tomadas del mundo animal, de la caza o de la guerra: (6,4; 9,17; 16,9; 19,6; 16,12-14). Acusa a Dios de «trastornarlo» y de «descuajar su esperanza como un árbol» (19,6.10), de alegrarse con maldad ante el espectáculo de la desesperación de los inocentes escarnecidos (9,22-24).

Job acusa directamente a Dios y lo increpa poniendo en duda tanto su bondad, como su santidad, y su sabiduría. (10,13; 30,23; 7,20; 10,3; 10,2; 13,23; 10,6s.14s; 10,6s; 13,25-7).

Es como si la rebeldía se hubiese apoderado por completo del corazón de Job. Y sin embargo, de manera paradójica, Job vive su prueba como una aventura de la fe. Varios pasajes en forma de himno demuestran que Job conserva intacto en su interior el sentido de la grandeza y de la majestad de Dios. Hasta sus lamentos tienen algo de recurso a su Dios. Job no se resigna al sinsentido de Dios, y su vehemencia es un simple lenguaje de su amor (7,16.19; 10,20; 14,6; 7,7.21). Y entre lamento y lamento algún relámpago de esperanza. Una esperanza explícita en tres textos clave en los que Job recurre a su Dios como testigo, como fiador y como el defensor, el que redime: 16,18-2; 17,3. «Yo sé que mi Defensor está vivo y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne veré a Dios; yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño» (19,25-27).

Dios mismo sale al encuentro de su servidor: ‘Entonces el Señor respondió a Job desde la tormenta: / ¿Quién es ése que denigra mis designios/con palabras sin sentido?/Si eres hombre, cíñete los lomos:/ voy a interrogarte y tú responderás» (38,1-3).
Y luego Yhwh invita a Job a dar un largo paseo por el jardín de la creación (38,1-41,26), recalcando no sólo su señorío sobre el mundo material y el de los astros, sino también su preocupación por los animales y sus crías. Da la palabra a sus obras, para que ellas se encarguen de llevar a Job desde el misterio que ellas encierran al misterio de Dios. El contacto con la realidad, consigue disolver la angustia de su servidor. Dios ha hablado, y su poder paternal ha tomado el relevo a la impotencia de Job, para introducirlo en la verdadera sabiduría. Ahora Yhwh ya puede volver al silencio: Job lo ha visto, y eso le basta. Job puede ya callar: su silencio se ha convertido en el lenguaje de su fe:
‘Reconozco que lo puedes todo / y ningún plan es irrealizable para ti. / Es cierto, hablé sin entender / de maravillas que superan mi comprensión. / Te conocía sólo de oídas, / ahora te han visto mis ojos: / por eso me retracto y me arrepiento, / echándome polvo y ceniza” (42,23b.5s).

* Job reconoce su finitud; pero no acepta que expliquen sus sufrimientos por una supuesta culpabilidad.
¿Cuál es el sentido de esos sufrimientos? ¿Cuál es el verdadero rostro de Dios?


* Sus amigos argumentan contra él con las cuatro actitudes de la tradición que condicionan la felicidad del creyente: la conversión, la humildad, la firmeza en la fe, y la oración. Fieles a la tradición, traicionan su mensaje al traicionar la amistad, pues servirse de la palabra de Dios contra el hombre para humillarlo o hacerlo callar equivale a falsificarla. «¡Proverbios polvorientos!», les replica Job. y prosigue su diálogo con el Ausente.*
Dios puede esconderse, pero nunca podrá callarse: he ahí la intuición de su fe.»¡Ojalá hubiera quien me escuchara!» (Jb 31,35).


Ante el hombre que sufre, ¿cuál es nuestra primera reacción? ¿Aventurar una respuesta, un consuelo, o empezar por escuchar cómo expresa el amigo su sufrimiento? (Cf. Jb 19,21).

El hombre es siempre único en su dolor, y está siempre solo ante la muerte. ¿Podrá la verdadera amistad ser un impulso hacia el amor de Dios? Acompañar a los enfermos en su dolor, hablar con las personas que están deprimidas, ayudar a las comunidades en sus momentos de prueba: toda una serie de rostros que puede asumir la ayuda fraterna.
¿Podemos ofrecer experiencias que hayamos vivido? ¿Hemos evolucionado en la manera de ofrecer nuestra amistad cristiana?

Cuando sufrimos, o vemos sufrir podemos pensar ¿Qué es lo que he hecho? ¿En qué he fallado? A veces, vemos en las pruebas, un castigo de Dios. Jesús, en el evangelio de san Juan, desechó definitivamente esa falsa interpretación del sufrimiento. (Cf. El caso del ciego de nacimiento (Jn 9).

Si yo tiendo a interpretar las pruebas como castigos, ¿Estoy siendo fiel al Evangelio?

En mi camino de conversión, vivo momentos de dolor. ¿Me apoyo lo suficiente en la gracia de Cristo para valorar estos pasos por la noche?

Otra tentación que nos acecha, cuando nos visita la prueba, es la de acusar a Dios. Damos cabida en nuestro interior a toda una serie de caricaturas de Dios. ¿Me atrevo a hablarle a Dios de las falsas imágenes que tengo de él?

Sólo Dios sabe hablar de Dios. ¿Se alimentan verdaderamente mi fe y mi oración de su palabra?

Dios conoce la manera de orientar hacia la salvación y la felicidad tantas pruebas en las que nosotros sólo acertamos a ver soledades, abandonos, ingratitudes o fracasos, en los que leemos con demasiada rapidez signos de su indiferencia o de su severidad. En Jesús se nos ha revelado ya un gran secreto, que nos libera de la angustia de Job y nos abre a la esperanza pascual: que el amor de Dios está siempre presente en el sufrimiento de sus hijos.

Para descubrir el sentido de mis pruebas, ¿me vuelvo yo hacia Jesús, hacia su palabra y hacia el misterio de su Pascua?

La única respuesta que Jesús ha dado al misterio del sufrimiento es su solidaridad inquebrantable con los hombres que ha amado hasta el extremo. Es el camino que nos ha mostrado.
¿Cómo se traduce, en mi reflexión y en mis decisiones, esa solidaridad con el que sufre?

Fuente: Orar en Tierra Santa. – Monte Carmelo

Ficha 4. ORAR CUANDO DIOS SE CALLA: JOB

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