ESCUELA DE ORACIÓN: Mateo 1,18-24
Invocación al Espíritu
En María siempre su moción fue por el Espíritu Santo (San Juan de la Cruz). Gemido y promesa se abrazan: AMADO MÍO, ¿ADÓNDE ESTÁS, AMADO MÍO? (San Juan de la Cruz).
Motivación. Para disponer el corazón.
Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma
(San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 99). BUSCANDO MIS AMORES… IRÉ BUSCANDO MIS AMORES (Juan de la Cruz).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Estamos ante un relato prodigioso, ante un nuevo comienzo por la obra del Espíritu Santo. Jesús debe su existencia humana a la obra creadora de Dios. Todo es gracia
1. Proclamación de la Palabra. Mateo 1,18-24
LA generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
2. Fecundidad de la Palabra
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. Todo comenzó en una familia. Entramos en la admirable espera de María, para esperar con Ella la acción del Espíritu. La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura, paz para un mundo tan herido por la violencia. El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús. Con su fuerza y alegría, consentimos –hágase- que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Porque Dios se hace hombre por obra del Espíritu, el misterio último de la vida es un misterio de bondad, de bendición y de gracia. El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo (Papa Francisco).
Entonces llamó a -un arcángel / que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella / que se llamaba María,
de cuyo consentimiento / el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad / de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra, / en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado / en el vientre de María (J. de la Cruz).
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo. El clima de silencio acompaña todo lo relacionado con la figura de José. Entramos en la anunciación de José, modelo admirable de fe, que se pone al servicio de la novedad que se le presenta de un modo desconcertante. Dios le cambia los planes y lo pone al servicio del plan de salvación. Como José, no queremos vivir sin misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. En medio de la noche acogemos a Jesús con la lámpara de la alegría de la fe, nos acercamos en silencio a la bondad de Dios que aparece ante nuestros ojos sobre la tierra. El Señor nos hace entender sus caminos. En todo lo que nos pasa siempre hay que escuchar a Dios. Cuando alguien se deja guiar por Dios… al final siempre brilla la luz (Papa Francisco).
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Estamos ante un cuadro estimulante: un hombre con una gran estatura en su fe, que no es eximido de las vacilaciones y temores ante las situaciones difíciles, es capaz de dar el salto y abandonarse a la gracia iluminadora de Dios. El ángel le dice: No temas. Así atraviesa la cortina oscura y se abre participativamente al gran horizonte de la salvación que se inaugura en Jesús. La dinastía de David (Ajaz) se hallaba en una situación muy delicada. Dios promete el nacimiento del Mesías, que a Ajaz no le interesa. José, que estaba en una situación desconcertada, se fía totalmente de Dios y se le cambia la vida Nosotros, como Ajaz y José, somos hijos de Dios. Y, como ellos, estamos invitados a aceptar su plan salvífico, en el cual es fundamental la Encarnación del Mesías en este mundo. La misión de José es la de poner nombre a la promesa. Nuestra misión consiste también en ponerle nombre: Jesús, en hebreo Jeshua o Jehoshua, y que significa Dios es salvación. Él es el salvador del hombre, quien recupera a las personas perdidas en su lejanía de Dios para traerlas de nuevo a la comunión plena con Él, toma sobre sus hombros a su pueblo y lo conduce a la plenitud de vida. ¿Qué puede ser una Navidad sin nombrar a Jesús, sin alegrarnos en él? Decir Enmanuel y decir Jesús, para el evangelista, es lo mismo, porque no está Dios con los hombres de otra manera que salvándolos y liberándolos. Después de veinte siglos, los cristianos hemos de aprender a pronunciar el nombre de Jesús de manera nueva: con cariño y amor, con fe renovada y en actitud de conversión. Te diré mi amor, Rey mío, cuando el corazón se inflame y la luz llene los ojos y la sonrisa se ensanche.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». Dios no nos abandona. En la base de la obra de Dios en el mundo está Jesús, a quién Él le dio la existencia, el nombre y la misión. Jesús es el regalo, el don auténtico de Dios a su pueblo, para que no sufra más con tanta maldad, para que viva plenamente en la comunión con Él y con los hermanos, porque Él es el “Dios que está con nosotros”. Nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, para entrar en la revolución de la ternura, para ser ante sus ojos de amor. Jesús es el Dios con nosotros: este es el milagro de la Navidad. ¡Qué admirable cercanía! ¿Hay algo más bello y grande en esta vida? No estamos solos, no estamos perdidos en el mundo. Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor (Papa Francisco).
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Entramos en la casa de José y de María; los dos le han dicho sí a Dios y la casa se ha llenado de ternura y de esperanza; la casa es ahora un manantial de alegría donde nuestras fatigas encuentran consuelo. Gracias a José y a María, también nosotros podemos llevar el misterio de Jesús a nuestra casa. Y al sentir cómo nos enamora y embellece, podemos celebrar la Navidad con gozo y gratitud, con adoración y envío misionero, con justicia y servicio a los más pobres. No hay nada mejor que dejar que Él actúe en nuestras vidas. Dios sabe en cada momento lo que mejor nos conviene y desea dárnoslo a conocer. Confiemos más en el Señor… Donde nace Dios, nace la esperanza, y las personas encuentran la dignidad (Papa Francisco).
3.- Respuesta a la Palabra. Meditación
Como Ajaz, ¿voy a dejar que esta fiesta de Navidad pase superficialmente, sin transformar mi vida? O, como José, ¿voy a escuchar lo que Dios me comunica por medio de su Palabra y voy a actuar según su voluntad, acogiendo a Jesús en mi corazón?
¿Cómo reacciono cuando Dios me cambia los planes?
4.- Orar la Palabra
Pronuncio en mi interior el nombre de Jesús, Jesús… Oro diciendo suavemente Jesús, Jesús… OH JESÚS, OH JESÚS, AMOR MÍO
5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos
Los hombres decían cantares, / los ángeles melodía,
Festejando el desposorio / que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre / allí lloraba y gemía,
Que eran joyas que la esposa /al desposorio traía.
Y la Madre estaba en paso / de que tal trueque veía:
El llanto del hombre en Dios, / y en el hombre la alegría,
Lo cual del uno y del otro / tan ajeno ser solía (J. de la Cruz).
Villancico: YO SOY UN PASTORCILLO, CAMINO DE BELÉN…
Pedro Tomás, ocd