Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu Santo. Condúcenos al desierto de la interioridad, al desierto de la creatividad de la Palabra, al desierto de la comunión con la ternura amorosa de Dios que se hace siempre solidaria.
Motivación
La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir. Toda palabra en la Escritura es primero don antes que tarea. Necesitamos acercarnos a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella engendre dentro de nosotros una mentalidad nueva
1. A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Primer domingo de Cuaresma, tiempo litúrgico para abrir el corazón a la gracia. Este tiempo invita a confrontar la vida con el Evangelio. Es camino hacia la Pascua, la fiesta central de la fe.
Tiempo determinante de la vida cristiana, que nos ayuda a tomar conciencia de lo que somos y de cómo somos, de lo que vivimos y de cómo vivimos, de lo que hacemos y de cómo lo hacemos.
El texto de hoy nos dice cómo hay que luchar contra lo que nos deshumaniza en razón de una falsa “divinización”. Las tentaciones nos invitan a afrontar con Jesús los desafíos que la vida nos pone por delante, dejándonos siempre guiar por el Espíritu.
2. Proclamación de la Palabra: Mateo 4,1-11
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
Jesús le dijo:
«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.
3. Fecundidad de la Palabra
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. Jesús ha sufrido tentación, como todo ser humano (la tentación es algo inherente al ser humano). Ora, realiza opciones, se pone en manos del Padre. El Espíritu lo conduce al desierto, lugar privilegiado de encuentro Israel, cuando quiere comenzar de nuevo, siempre mira al desierto: cita del pecado y del amor, fragilidad y ternura juntas.
El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Alusión al maná. El tentador se acerca (de él es la iniciativa) y plantea tres tentaciones, símbolo de las que Jesús experimentó a lo largo de su vida. Le invita a rebelarse contra Dios. Jesús responderá con una triple declaración de fidelidad al Padre. La tentación se centra en la experiencia central de Jesús: ser hijos de Dios. La tentación más terrible fue sin duda la de la noche del Jueves Santo y la de la Cruz (tentación de abandono del Padre, la más amarga del ser humano). «¿Estás ahí? ¿Es verdad que hay un Padre que cuida mi vida? ¿Es verdad que todo esto tiene sentido?» La filiación divina no elimina nada de la condición humana. Jesús hace de su vida y de su muerte un triunfo del Espíritu, por eso es el hombre nuevo.
Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». El «está escrito» (tres veces), tiene un significado muy profundo. El pecado es perder la referencia divina. Frente a la voz del tentador: “Seréis como dios”, “sé tú tu Dios”, la respuesta de Jesús está en la confianza en el Padre y en la atención constante a su Palabra. Jesús no quiere convertir las piedras en pan, sino invitar a los hombres a la conversión para que compartan el pan. Así, Jesús, ha amado con todo el corazón, se ha fiado del proyecto del Padre. Es evidente que hay que satisfacer el hambre, pero sin esperar en los milagros para ello; es evidente que hay que convertir los desiertos en pan, pero no a base de rogativas, sino por el esfuerzo humano (González Faus).
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús vive nuestra existencia de verdad, no como un juego. La segunda tentación hace alusión a las aguas de Masáh. El diablo lo lleva consigo, se pone a ser teólogo; utiliza la Escritura. La tentación consiste en poner en duda la identidad de Jesús. Al rehusar poner a Dios a prueba inútilmente, Jesús ha amado con toda el alma (Shemá). Jesús escoge caminos de libertad y no de esclavitud, de servicio y no de dominio, de vida y no de muerte.
Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». A veces podemos pensar que hubiera sido más fácil entablar relaciones con Dios a nivel de prodigio y seguridad. Pero Dios nos ha llamado en amor y respeto radical, sin forzarnos de ninguna manera, sin obligarnos a aceptar el mesianismo de Jesús, sin milagros exteriores, sin imposiciones, sin demostraciones. En la lógica que el diablo le propone a Jesús, Dios ya no sería Dios, perdería su señorío, se le rebaja a un ídolo manipulable. Así caminó Jesús, obediente al querer del Padre, desplegando un mesianismo de amor, sin comprar a los pobres con pan, sin dominar sobre las conciencias, sin manipular ni al Padre ni al ser humano.
De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». La tercera tentación hace alusión al becerro de oro. El poder nos ofrece la satisfacción de nuestra vanagloria y orgullo. El diablo induce a Jesús a vivir de forma distinta al Padre. El precio de toda la gloria es la adoración del diablo.
Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». La opción de Jesús por el Padre es tan radical que ni siquiera el “sufrimiento” que tanto escandalizó a Pedro aparta a Jesús de su camino. Dios se manifiesta en el servicio, en la entrega, en el amor. No aceptando los reinos que le ponen a sus pies, ha amado con todas las fuerzas. En Jesús se manifiesta un Dios que no se deja manipular, e invita al ser humano a la verdadera plenitud. En Jesús vemos al ser humano como tiene que ser, con la fuerza del Espíritu. El diablo ofrece dictadura perfecta, que dé origen a un espléndido rebaño, pero en el que habrá muerto el ser humano. La Cuaresma es una oportunidad para volver a Dios de todo corazón, para dejarnos evangelizar por la Palabra de vida.
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. La tentación termina en victoria de Jesús. Los ángeles, que sirven al Padre, están también de parte de Jesús. Adorar al Señor nos da fuerza para ayudar a los que tienen débiles las rodillas, nos da ojos para regalárselos al que nunca ha mirado con belleza, nos da manos para unirlas al que las esconde para no dar, nos da corazón para ponerlo a latir junto al corazón calculador, nos da brazos para abrazar al que no se atreve a mostrar amor, nos da cuerpo de danza para alentar a los que están sin vida.
4. Respuesta a la Palabra
¿Consideras que sigue presente en tu vida la tentación de utilizar (manipular) a Dios?
¿Sientes que la tentación te viene de fuera o de dentro de ti?
¿Vives la tentación con el Espíritu o abandonado a tus fuerzas?
5.- Orar la Palabra
¿De dónde me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos? Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera… En veros junto a mí, he visto todos los bienes. No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos como estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero (Santa Teresa).
Pedro Tomás Navajas, ocd