ESCUELA DE ORACIÓN: Mateo 3,1-12
Invocación al Espíritu
Quiero pedir para vosotros el Espíritu Santo. Que el Espíritu Santo descienda sobre vosotros y podáis todos decir lo más pronto posible que el Espíritu Santo es vuestro amigo, vuestra luz, que él es vuestro maestro. Es lo que os deseo a todos, es lo que pido y seguiré pidiendo. La gran riqueza es estar poseídos por el Espíritu Santo, ser transformados por el Espíritu (Bto. María Eugenio del Niño Jesús).
Motivación. Para disponer el corazón.
La voz del Señor se sienta por encima del aguacero (Sal 28).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
De una forma organizada y didáctica, propia de Mateo, encontramos un resumen inicial que nos dice de dónde y en dónde aparece Juan (primera parte), seguido de una descripción del profeta (segunda parte) y, finalmente, nos presenta su predicación (tercera parte). Es el precursor de Jesús.
1. Proclamación de la Palabra. Mateo 3,1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo:
«Una voz grita en el desierto:
«Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos»».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
2. Fecundidad de la Palabra
El adviento es un encuentro con Jesús (Papa Francisco).
Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Por aquellos días: manera profética de decir que comienza el tiempo final, nuevo, de Jesús. Juan, figura del Adviento., con el que Jesús estuvo vinculado, toca, con sus palabras y su estilo de vida, las fibras más íntimas de la sociedad de su tiempo. El anuncio se realiza en el desierto (refugio para David, tierra reseca, sin agua, prueba de la fe, encuentro, lugar de la escucha para renovar la alianza y volver al amor primero). Elegir el desierto y el Jordán era como querer vivir la experiencia de un nuevo éxodo, de una nueva relación con Dios. Juan se caracteriza por la predicación (pregón) del cambio, Oh almas criadas para estas grandezas… ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Un imperativo convertíos (abrirse a Jesús) y un motivo profundo porque está cerca el reino de los cielos. La conversión no es un paso atrás, es abrirse a la experiencia del reino, a Jesús. Dios sigue creyendo en nosotros; está implicado y comprometido en la vida de la humanidad y de cada uno.
Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Con la venida de Juan se cumple una profecía de Isaías. Juan proclama: Preparad el camino del Señor. Su mensaje, cargado de esperanza, rompe las durezas, empuja más allá de tristezas y lamentos, de falsas seguridades. El predicador es portavoz de Dios, no habla por su cuenta; es enviado. La voz parte del desierto, no del templo ni de Jerusalén, pero tiene impacto en la capital. De un Dios olvidado a acoger a Dios.
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. El vestido de Juan, a ejemplo de Elías y los profetas, es lo contrario de una vestidura lujosa. Se alimenta con una asombrosa austeridad; casi es vegetariano. En su absoluta pobreza vive entregado a Dios, entregado a su causa. Muchos se sienten atraídos y van a él. Descubren su vocación a la alianza y deciden vivir de una manera nueva. Se hacen bautizar en las aguas del Jordán y confiesan sus pecados de forma pública. Todos son testigos del cambio.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: “¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión”. Juan se niega a aceptar a fariseos y saduceos a pesar de su apariencia y fama de personas religiosas. No hay voluntad de cambio. Palabras muy duras para los representantes de la piedad judía. El apelativo raza de víboras, en el mundo hebreo es un insulto que pinta a la persona como un hipócrita y como un falso, alude al engaño de la serpiente del Génesis. No se puede escapar del juicio, hay que dar fruto. El fruto que pide la conversión a Dios es una compasión hacia todos, es una transformación de la vida en clave samaritana para curar las heridas de los que sufren. El fruto es trabajar juntos por la justicia, la verdad, la paz. El fruto es poner amor donde no lo hay. El fruto es sentirnos llamados a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría de Jesús (Papa Francisco).
Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Juan, en el desierto, anhela una historia nueva y renovada, tiene fuego dentro. Desafía a los que hacen trampas con Dios, diciendo que de nada vale decir tenemos por padre a Abrahán y tener como un privilegio pertenecer al pueblo escogido, y, mirando a las piedras del desierto, dice que Dios puede hacer hijos de Abrahán de las piedras. Los privilegios culturales no sirven en el nuevo orden de cosas, Juan utiliza imágenes apocalípticas: la metáfora del hacha del leñador que corta la raíz del árbol, que destruye para renovar ¡Esto asusta! Esta imagen es muy dura para un israelita, que ha cantado: como brotes de olivo… Todo ello significa: ¡El juicio está aquí, a las puertas! ¡Sin conversión no hay pueblo de Dios! ¡Todo lo que se creía un privilegio resulta ser inutilidad! Aunque se crean árboles frondosos, los mismos serán talados si no dan los frutos que la Palabra de Dios exige. El pueblo de Dios está en riesgo de ser convertido en fuego. Más angustiosa y humillante no puede ser la llamada al cambio de vida. La única manera de afrontar esto es la conversión.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga. Juan bautiza con agua, pero no tiene las soluciones a la mano, lo confiesa. Anuncia explícitamente a Jesús. Lo nuevo viene con Jesús, el más fuerte, al que no merece ni llevarle las sandalias. En él todo es gracia. Hay un futuro mejor, que llena de esperanza. Juan denuncia, pero también anuncia. La posibilidad de subsistir está en que Jesús bautizará con Espíritu Santo y fuego. Un fuego purificador, llama de amor viva, que va al núcleo de la persona, nos transformará. Jesús, que viene, es semejante al campesino que separa el grano de la paja con la pala para aventar: levanta con su rastrillo al aire lo que ha segado y la brisa separa el trigo y la paja.
3.- Respuesta a la Palabra. Meditación
Juan nos prepara para definirnos frente a Jesús y su reino. Esto implica un cambio. ¿Qué es lo que debe cambiar?
Juan se encaró con las autoridades, no se acomodó. ¿Qué hay que anunciar y denunciar hoy para preparar la llegada de Jesús?
¿Qué conversión pide hoy el Espíritu Santo?
4.- Orar la Palabra
Venga a nosotros tu reino, Señor.
Me holgaré que no te tardarás si yo espero (Juan de la Cruz).
5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos
Jesús nos llama a hacer el bien con humildad. Tú puedes hacer el bien que quieras, pero si no lo haces con humildad, como nos enseña Jesús, este bien no sirve, porque es un bien que nace de ti mismo, de tu seguridad, no de la redención que Jesús nos ha regalado (Papa Francisco).
Pedro Tomás Navajas, ocd