Lectio divina: DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 4,2-30

Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, te entrego mi vida. Llena de paz y alegría a las personas con las que camino. Que tu perfume recorra toda la creación. Lleva a la Iglesia por el camino de la unidad. Acrecienta en los seres humanos el sentido de fraternidad. Haznos conscientes de tu amor, que crea comunión, que anima e ilumina, que da vida. ¡GRACIAS, ESPÍRITU SANTO! ¡GRACIAS Y AMÉN, CON TODA LA HUMANIDAD!

Motivación. Para disponer el corazón.

«No se puede pretender definir dónde no está Dios, porque él está misteriosamente en la vida de toda persona, está en la vida de cada uno como él quiere, y no podemos negarlo con nuestras supuestas certezas… Dios está en su vida. Si nos dejamos guiar por el Espíritu más que por nuestros razonamientos, podemos y debemos buscar al Señor en toda vida humana» (Gaudete et Exsultate 42), descubriendo en todo la «frescura del Evangelio» (GE 46).

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Contexto.

El ministerio de Jesús se dio fundamentalmente en Galilea. Y desde ahí emprendió un viaje a Jerusalén. Los hechos de este pasaje acontecen en la sinagoga de Nazaret. Allí se reúnen cada semana para orar, para escuchar la Palabra, para discernir lo que tienen que hacer. Aparece José en el relato, como ejemplo de humanidad abierta a Dios desde el silencio y sencillez de la vida ordinaria.

1 Proclamación de la Palabra: Lucas 4,21-30  

2. Fecundidad de la Palabra

Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. Jesús ora para estar con el Padre, para escuchar su proyecto de amor para la humanidad, para llevar la bondad y la ternura del Padre por los caminos. De este modo acepta que se cumpla en él la Palabra. Cuando alguien dice sí a la Palabra, esta no vuelve vacía, fecunda la tierra. Miramos a Jesús: libre, con autoridad, convincente. Solo la certeza de la fe en el corazón limpio y disponible permite que Dios obre la salvación. Canción: Hacen falta sí en el mundo. 

Se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. De la boca de Jesús salen palabras de gracia, no de condena o venganza. Sus paisanos no se esperan esas palabras de gracia dirigidas también a los paganos. ¿Admiran o rechazan? Parece una admiración negativa. ¿Cómo es posible que este hable así? No les gusta que manipule el texto del profeta. El testimonio de las gentes de Nazaret no es favorable sino adverso. Dan testimonio contra él. Están lejos del amor que disculpa sin límites. Al acoger a los excluidos, queda convertido en un excluido.   

Y decían: ¿No es este el hijo de José? La segunda reacción es de menosprecio. Para sus paisanos, Jesús no podía ser profeta porque conocían a su familia. Jesús pertenece a una familia del pueblo. No viene de las nubes. Es uno más. Asumió nuestra humanidad. Hay que transitar por el camino de la sencillez si queremos ser discípulos. A Jesús hay que encontrarle en la sencillez de su padre José, que supo decir que sí al plan de Dios, que supo amar el silencio porque le reclama su propia interioridad.  

Sin duda me diréis aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún. Los refranes están muy presentes en el evangelio: A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá; cada árbol se le conoce por su fruto; comamos y bebamos que mañana moriremos. Jesús usa refranes; es una forma de actuar sin miedo, con libertad.

En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Por creer que lo conocen, los más cercanos no creen en él. El rechazo, desde el primer momento, viene provocado por su modo de hablar de Dios. El cristianismo ha roto las fronteras del judaísmo. Para que la comunidad supere el escándalo y entienda el universalismo de Dios, Jesús recuerda dos historias de la Biblia, conocidas por todos, donde los profetas Elías y Eliseo realizan curaciones a paganos; también ellos son receptores de la bendición de Dios. Dos ejemplos del pasado iluminan el hoy de Jesús.

Elías fue enviado a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. El giro que hace Jesús de esas historias los termina de sacar de quicio. Jesús propone a una extranjera, impura, como modelo; la fe importa más que la pertenencia a una etnia determinada.

En tiempos de Eliseo, ninguno de los leprosos fue curado sino Naamán, el sirio. No todos conciben a Dios como alguien cercano, que se manifiesta a través de lo cotidiano como el pan en la viuda de Sarepta o el agua del río en Naamán. La religión que piensa en términos nacionalistas es una perversión del Evangelio.

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo… con intención de despeñarlo. Tercera reacción: rechazo frontal, odio a muerte. Los ejemplos no aplacan al pueblo, al revés, lo enfurecen más. Ha hablado bien de los extranjeros. Eso es inaceptable. En lugar de abrir sus mentes y sus corazones al mensaje de gracia de Jesús, permanecen en sus prejuicios. No entienden a Dios ni su amor gratuito y universal. No ven el privilegio de ser de Dios. Nazaret representa al pueblo de Israel que no acepta el evangelio de la gracia. El rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta. Este episodio nos representa a nosotros cuando decimos o pensamos: ¿Dónde está la Iglesia que no condena? Y allí, en la sinagoga, estaba María.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino. Lo que parecía una ventaja, el ser de su pueblo, se convierte en dificultad. Jesús se dirige a los paganos (idea muy querida en Lucas). Nazaret se quedó sin profeta. Cuando no vivimos el mensaje del Evangelio Jesús se aleja de nosotros. Una iglesia que ignora a los profetas se queda sin ellos. Irse, marcharse, es un verbo teológico, propio del que continúa el camino hacia Jerusalén. Esta no es una huida cobarde, sino “entre ellos”, pasando por la entraña de la muerte… se marchó… a la vida nueva. El amor no pasa nunca. A Jesús nada le impide seguir el camino, aunque sea a contracorriente. 

3. Respuesta a la Palabra

¿Qué te ha llamado más la atención?
¿Qué quiere decirte Dios aquí y ahora?
¿Caminas en apertura a la novedad del Evangelio?
¿Qué cambios te pide este Evangelio?

4. Orar la Palabra

¿Qué le dices a Dios con este texto? Habla con Jesús.
Cuando pase el mensajero que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas, indiferente a su voz.
Que no sea su relato semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina. Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara para esquivar su propuesta.

6.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Que la Virgen María, Madre de los evangelizadores, nos ayude a sentir fuertemente el hambre y la sed del evangelio que hay en el mundo, especialmente en el corazón y en la carne de los pobres. Y obtenga para cada uno de nosotros y para cada comunidad cristiana poder dar testimonio concreto de la misericordia, la gran misericordia que Cristo nos ha donado (Papa Francisco).

Pedro Tomás Navajas, ocd

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