Lectio divina: DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 6,27-38

Invocación al Espíritu

Ven, Espíritu Santo. Enséñanos a confiar en la fortaleza de Dios. Espíritu Santo, llena de alegría y paz nuestro corazón y danos sabiduría para poder entender la Palabra de Dios.
Contigo, seremos capaces de ser testigos del amor, perdón y paz.

Motivación. Para disponer el corazón.

La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir…
En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes (Papa Francisco).

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Segunda parte del Sermón de la llanura, dirigido a una multitud de pobres y enfermos llegados de todas partes. Son palabras de la fuente Q con una música única dentro, con las que Lucas quiere animar a su comunidad y a nosotros. Hay mucha novedad en lo que dice Jesús. Para Lucas, Jesús es la visita de Dios que coloca a la gente ante la posibilidad de escoger la bendición o la maldición. El texto deletrea la forma en que Dios ha soñado la vida de la humanidad.
Jesús vivió esto con total intensidad. ¿Cómo lo vivimos nosotros? Este mini-catecismo radical fue muy valorado en el cristianismo primitivo. Se trata, junto con las bienaventuranzas, del centro del mensaje evangélico en su identidad más absolutamente cristiana, en su exigencia más radical, en cuanto que expresa lo que es la raíz del evangelio. Y la raíz es aquello que da vida a una planta; que recoge el humus de la tierra.

1. Proclamación de la Palabra: Lucas 6,27-38  

2. Fecundidad de la Palabra

A vosotros los que me escucháis os digo. 
Manera directa de hablar de Jesús; habla mirando. La nueva comunidad comienza a ser instruida. Jesús dice palabras fascinantes; describe cómo es la vida en el Reino de Dios, cómo suenan los nuevos valores del Reino.  Jesús va delineando qué es lo distintivo del discípulo. El manejo evangélico de las relaciones es el termómetro de la santidad, no solo con los de cerca sino también con los de lejos.

Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. 
¿Tenemos de cristianos solo el nombre? ¿Nos hemos hecho un evangelio a la carta? ¿Cómo debe ser la relación entre los que siguen a Jesús? Cuatro imperativos, auténticos fogonazos, son el corazón del Evangelio, el rasgo específico de los discípulos de Jesús. Más allá de la pasividad indican una comunidad en salida para darse a los otros. Jesús no aprueba la lógica del ojo por ojo, que era un freno a la violencia y a la venganza. ¿Qué hacer ante los enemigos, los que odian, los que maldicen, los que calumnian? Amar, hacer el bien, bendecir, orar.

El amor no vuelve sobre sí mismo, no es egoísta, no es vengativo, no juzga ni condena, es gratuito, es creativo con la imaginación del Espíritu (cfr. 1Co 13,4-7). El amor llega a todos, Solo es posible realizar esto teniendo una relación viva con Jesús, viviendo una experiencia contemplativa de la misericordia del Padre que no tiene enemigos. El amor gana, sobrepasa al mundo. Cada vez que hemos quemado a alguien en la hoguera, hemos matado la credibilidad del Evangelio.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. 
Jesús utiliza un lenguaje imaginativo en vez de un lenguaje legal. Los discípulos de Jesús tienen otro modo de mirar las relaciones humanas, sin violencia ni interior ni exterior. Tomadas al pie de la letra, estas frases parecen favorecer a los ricos que roban, sin embargo son un camino de libertad. Este comportamiento diseñado por Jesús está basado en la lógica de la gratuidad, aprendida de Dios. Jesús propone ir más allá del estrecho círculo en que nos movemos, nos desafía a renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver nuestras diferencias y conflictos. ¿Es esto cobardía? Todos tenemos razones para odiar, pero Jesús propone poner en marcha la revolución del amor.

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 
Vivimos en sociedades que tienden a la violencia física y psicológica, donde el respeto, el perdón, la compasión o el compartir no son valores de moda. Y Jesús nos regala una regla de oro de la convivencia humana en positivo. El amor no depende ni está condicionado por el mal que recibimos del otro. Como queremos ser amados, así optamos por amar. Cuidamos la alegría del amor.

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. 
Este es el trasfondo teológico: imitar al Dios de la ternura y la compasión. Los imperativos anteriores solo se pueden vivir desde la misericordia que tiene el Padre con todos. Esta es la clave del comportamiento del discípulo. Dios no reacciona según le tratan, no se deja condicionar por la maldad; es bueno y gratuito con todos. Vuestros pensamientos no son mis pensamientos, y mis caminos no son vuestros caminos (Isaías 55,8). Jesús da toda la importancia al corazón compasivo de Dios. Él solo puede amar, su mirar es amar: Ajeno de placer y de consuelo, sigue amando en la Cruz.

La novedad del evangelio es que este Dios nos permite amar como dice Jesús. Nos toca asumir lo que somos: hijos del Misericordioso; se trata de atrevernos a vivir una compasión universal: Somos amor. El amor a los enemigos es claro testimonio de la presencia de Dios en nosotros, porque para nosotros es imposible. Lo nuevo que Jesús quiere construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura que ¡acoge a todos! La raíz de la nueva moral está en participar de la misericordia de Dios.

No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará.
Otros cuatro imperativos. Los dos primeros, en negativo, muestran un impulso que hay que saber frenar. Los otros dos, en positivo, son una llamada a superar las situaciones difíciles. Estamos ante el polo opuesto de la ley del talión. El código penal ignora el verbo perdonar. Hablar de requisitos para perdonar es introducir dinámicas distintas al Evangelio. Jesús propone el perdón siempre, un perdón que no se opone a la lucha contra la injusticia. Los cristianos han de ir más allá de lo que la sociedad propone como norma de la convivencia humana. El Sínodo nos invita a escuchar al otro, a comprender. Si no perdonamos, la oscuridad de inculca y se propaga. Dios ama al que perdona con alegría.

3.- Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Qué mensaje hallas en este texto para tu vida? ¿Qué versículo de este evangelio llevarías contigo?
¿Cuál es el secreto que le permite a un discípulo de Jesús actuar positivamente en los momentos difíciles?
¿Miramos la vida y a las personas con la misma mirada de Dios?

4.- Orar la Palabra

¿Qué le decimos a Dios después de haber escuchado este evangelio? Oramos por las personas que más nos cuestan.
Haznos, Señor, instrumentos de amor, paz y perdón.
Danos, Señor,  la confianza en ti, la fortaleza de caminar a tu lado.  

5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

En cosas que dicen de mí de murmuración, que son hartas y en mi perjuicio, y hartos, también me siento mejorada… ninguna enemistad me queda con ellos… me figuro andar en un sueño, y veo que en despertando no será todo nada (Santa Teresa).


Pedro Tomás Navajas, ocd

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