Lectio divina: DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 6,39-4

Invocación al Espíritu

Ven, Espíritu Santo. Ayúdanos a comprender la Palabra y ser evangelios vivientes. Limpia nuestros ojos para dejarnos guiar por la Palabra y poder acompañar a los demás hacia la luz.

Motivación. Para disponer el corazón.

Dedícate a la lectio de las divinas Escrituras; aplícate a esto con perseverancia. Esfuérzate en la lectio con la intención de creer y de agradar a Dios (Orígenes). Buscad leyendo y hallaréis meditando (San Juan de la Cruz). La escucha es la base del discernimiento y de vivir juntos, es urgente que nos hablemos.

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Conclusión del discurso de la llanura. Lucas recoge textos y los coloca en este momento solemne. Sigue resonando la misericordia. La identidad de Jesús, y de los discípulos, por ser hijos del Misericordioso, es el evangelio de la misericordia. La figura del verdadero cristiano es delineada por el evangelista con tres verbos: venir, escuchar, hacer. Venir para ponernos junto a Jesús, escuchar con el corazón la palabra, llevar a la práctica la palabra escuchada. Sin este último, pierden valor los dos primeros. La palabra de Jesús es el verdadero fundamento de la comunidad de los discípulos. El texto es una invitación a un cambio de actitudes

1 Proclamación de la Palabra: Lucas 6,39-45

2 Fecundidad de la Palabra

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Primera imagen: un ciego que guía a otro ciego. Estamos ante el discernimiento comunitario para crecer en el amor, ante la responsabilidad en la animación del crecimiento en la fe de los hermanos. ¿Cómo ejercer el liderazgo y quién debe ejercerlo? Jesús cuenta una parábola (aunque más son una serie de imágenes), que pone el acento en los ojos; va dirigida a la comunidad. Dos preguntas de Jesús, como lámparas encendidas, penetran en nuestro interior buscando verdad. Han cambiado muchas cosas, pero no ha cambiado el alfabeto de los ojos. En medicina se mira el fondo del ojo, Jesús hace lo mismo con los ojos del corazón; él puede acabar con la ceguera y llevarnos a los ojos deseados que llevo en mis entrañas dibujados. El ciego es un estado de aprendizaje del discípulo; no debe considerarse superior, ni dueño de la verdad (con el trasfondo de los escribas y fariseos). ¡Ay de vosotros los ciegos! Cuando somos mirados con misericordia podemos mirar a otros con misericordia. Solo cuando uno se coloca en actitud de conversión, puede guiar a otros. Los ojos se limpian con la escucha de la palabra de Jesús, no se limpian siguiendo a tantos gurús como hay hoy, que dicen que tienen una sabiduría especial. La enfermedad más radical es la ceguera espiritual: tienen ojos y no ven; otros, con ceguera física, ven, cantan y extienden la luz. Todos somos ciegos ante el misterio de Dios; necesitamos que Jesús nos dé ojos nuevos, que reflejen el mirar de Dios.

No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Cómo ejercer un liderazgo positivo dentro de la comunidad? Para los discípulos, para ser guías de otros, la referencia es siempre Jesús. Los guías verdaderos son los que llevan a otros a Jesús. El discípulo tiene los ojos puestos en Jesús, se compromete con él, se identifica con él; nunca suplanta al maestro. Siqueremos ser contemplativos tenemos que ser aprendices, discípulos de Jesús, toda la vida. Si cada día abrimos el oído y el corazón para aprender, seremos un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo (Papa Francisco).

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? Segunda imagen: la mota y la viga. El discípulo vive el seguimiento de Jesús en comunidad (referencia a tu hermano); el discernimiento es comunitario. Dos tareas: seguir trabajándose a sí mismo por dentro, sacarse la viga; y guiar a los otros (sacar la mota) porque lo mejor en este caso no es callar y no meterse en nada: la vida de los demás no es ajena a los discípulos. Es una contradicción ser exigentes a la hora de señalar en los demás las más pequeñas trasgresiones de la ley, y no ver las propias; eso es no tener misericordia: Misericordia quiero y no sacrificios (Mt 9,13). Ver con ojos de lince las manchas del otro y con ojos de topo las propias es fachada, hipocresía. Quien no reconoce la necesidad de misericordia (primer paso) no puede corregir a los otros (segundo paso). La corrección fraterna solo se da cuando uno ha tenido experiencia de la misericordia de Dios y se sabe hermano entre hermanos. Solo una lúcida autocrítica posibilita la ayuda a otros. Lo primero es madurar interiormente, solo así se ve bien. Solo la gracia crea esa ternura imprescindible para acercarnos sin agresividad a los hermanos y curarnos mutuamente las heridas.    

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. Tercera imagen: la del árbol bueno y la del malo. De la naturaleza del árbol dependen sus frutos. Los frutos dan a entender la clase de árbol que es. Podemos dar los frutos del Espíritu o los frutos de la carne. Con el tiempo, las personas terminamos por manifestar lo que llevamos dentro, lo que somos. La apariencia está muy extendida en nuestra vida. La apariencia es la careta que nos ponemos para ocultar lo que realmente somos. Para vivir el Reino de nada valen las apariencias. La careta es un engaño. El Evangelio se vive, no se finge.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien. Relación entre interioridad (corazón), que es la clave, y comportamiento externo. Las obras buenas provienen de la bondad del corazón, del centro de la persona. La palabra de Jesús, puesta en el corazón, constituye la belleza interior y el fundamento de una vida sólida y solidaria. Para bajar a lo más íntimo de nosotros necesitamos tomar una lámpara y buscar en el silencio el acontecer íntimo de lo que llamamos vida: Dios mismo, que nos hace participar de su ser y nos modela. El Espíritu funda una nueva manera de mirar como Dios nos mira, unas nuevas relaciones entre las personas no basadas en la posesión (estando ya mi casa sosegada). La persona reconciliada consigo vive una paz profunda y la transmite. Es hora de verdad, es hora de ser espirituales de veras, es la hora de la bondad y de la paz profunda que bendice.

3.- Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Qué da tu vida: frutos de atención y dedicación misericordiosa a los demás, o juicio, condena, rechazo, desprecio?
¿Practicas el examen de conciencia para ponerte ante quien ve en tu interior y te pone en verdad?

4.- Orar la Palabra

Oramos con san Juan de la Cruz, el sabio lleno de ojos. Véante mis ojos, pues eres lumbre de ellos y solo para ti quiero tenellos. ¡Oh cristalina fuente si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados! Canción. Dame un guía (Brotes de Olivo)

5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Si ves loar mucho a una persona, alégrate más que si te loasen a ti (Santa Teresa de Jesús).
La palabra de Jesús, guardada en el corazón, constituye la belleza interior y el fundamento de una vida sólida y solidaria.

Pedro Tomás Navajas, ocd

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