ESCUELA DE ORACIÓN. Lucas 17, 11-19
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu Santo. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Motivación. Para disponer el corazón.
Oh, Dios, que concediste al presbítero san Jerónimo un amor suave y vivo a la Sagrada Escritura, haz que tu pueblo se alimente de tu palabra con mayor abundancia y encuentre en ella la fuente de la vida.
A santa Teresita el santo Evangelio le encantaba. Lo llevaba día y noche sobre su corazón. Decía: “No tengo más que poner los ojos en el santo Evangelio y en seguida respiro los perfumes de la vida de Jesús y sé por qué lado he de correr” “Habría aprendido el griego y el hebreo para conocer el pensamiento divino tal como se dignó expresarlo en nuestro lenguaje terrestre”.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Entre los temas importantes de Lucas (el gozo y la alegría la mujer, el Espíritu Santo, la renuncia, la oración, los pobres y la pobreza, universalidad del Evangelio, la gratitud) está el viaje a Jerusalén. De este camino habla este pasaje evangélico, que es propio de Lucas.
1. Proclamación de la Palabra: Lucas17,11-19
Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?
¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
2. Fecundidad de la Palabra
¿Cuáles son las palabras o frases que llaman tu atención?
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Un poco de geografía. Hay 123 kilómetros desde el Lago hasta Jerusalén. Galilea al norte, Samaria en el centro, Jerusalén al sur. El camino es mucho más que un ejercicio físico: De una religión cerrada en sí misma, a una religión abierta, universal, que sabe acoger a los otros como hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Padre. Esta apertura se verá en la acogida dada a los diez leprosos.
Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían. El leproso (escamoso, enfermedad de la piel) era una persona excluida. Era marginado y despreciado, sin el derecho a vivir con su familia. No podían acercarse a los otros. Según la ley de la pureza, los leprosos debían de ir con ropa rota y el cabello suelto gritando: “¡Impuro! ¡Impuro!” Son muertos en vida. Vienen al encuentro de Jesús, van contra la ley. Su grito, de lejos, es una expresión de fe. Necesitan la pureza para poder recibir la bendición de Dios y poder abrazarse a los suyos. El dolor ha juntado a judíos con samaritanos.
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros’. En la enfermedad surge un encuentro de oración: parte de una necesidad reconocida. Gritan a Jesús. Piden compasión. Bellísima jaculatoria.
Al verlos, les dijo: ‘Id a presentaros a los sacerdotes’. Jesús rompe la marginalidad de los leprosos, se acerca a ellos. Los ve con la mirada de Dios. Les pide un acto de fe. Los envía al templo que, con sus leyes de pureza, los había expulsado. El sacerdote, médico de esa cultura, verificaba la curación, para poder incorporarse a la vida.
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Los leprosos obedecen a Jesús. Se echan al camino y ahí acontece el milagro. Se quedan solos con su palabra en el corazón. La Palabra tiene una fuerza curativa (“Una palabra tuya bastará para sanarme”). Van con la Palabra dentro. Creen en la palabra de Jesús. Van a los sacerdotes como si ya estuvieran curados. Creen en la salud antes de verla, creen en la Palabra antes de ver su cumplimiento, como María en la Anunciación. En el camino van viendo la salud. Son curados por la anticipación de la confianza; esta es más fuerte que la evidencia. Esta curación evoca la historia de la purificación de Naamán de Siria (2Re 5,9-10). El ponerse en camino ya es salvación.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Estamos ante una parábola de la gratitud. Solo uno: énfasis. Uno de los leprosos, un extranjero, tiene la valentía de ir más allá. Ya no tiene que ir a ningún sitio. Solo quiere volver a Jesús, alabarle, darle gracias, amarle con todo el corazón, ponerse al servicio del Reino. Su gratitud es la más hermosa expresión de fe. Volver alabando. La raíz de la alegría es el agradecimiento. Alaba a grandes gritos, se postra a los pies de Jesús (enamoramiento), da gracias (modo oriental). Se quedan frente a frente los dos.
Este era un samaritano. El odio entre los judíos y samaritanos era proverbial. Del samaritano, que vive al margen de la ley judía, no se esperaba que volviera a dar gracias. El lugar que Jesús da a los samaritanos es el mismo lugar que las comunidades cristianas tienen que dar a los paganos. Jesús es un regalo mayor que lo que han pedido desde la enfermedad. El samaritano sigue la ley del corazón. Se ha dejado sorprender por las maravillas de Dios; las obras de Dios son dignas de estudio y de seguimiento para él.
Jesús, tomó la palabra y dijo: ‘¿No han quedado limpios los diez?’; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?’ Nueve no vuelven. ¿Son tantos los desagradecidos? Los otros nueve no han convertido el don en camino de seguimiento. No han apreciado la novedad y felicidad que trae Jesús. La gracia se ha quedado sin agradecer. Quieren observar la ley. No entienden la gratitud ni la gratuidad. La religión mal entendida puede llegar a deshumanizarnos. Jesús hace tres preguntas para que las respondamos cada uno de nosotros y profundicemos en la espiritualidad de la acción de gracias.
Y le dijo: ‘Levántate, vete; tu fe te ha salvado’. Al samaritano le ha salvado la fe. Levántate: Jesús lo incorpora al camino. Ahora puede comenzar una vida nueva. Sabe que Jesús es su fuente, su fuego, su amigo, su todo. El samaritano ha entendido que todo es gracia. Jesús quiere dar aun lo que no nos atrevemos a pedir. No es lo mismo sanación que salvación. El secreto está en el Sanador. Los salvados son “llamados de Jesucristo” (Rom 1:6b), procedentes de las clases sociales más modestas (1Co 1,26-28). Jesús lo entrega todo, se da por entero. Lo más importante es Jesús, la fuente de la vida. Él hace florecer la vida en todas las dimensiones Quiere restaurar el hombre total. “No me parece os quedó a Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda vuestra” (Santa Teresa). Doble movimiento de la salvación: Ir y volver, pedir y agradecer, escuchar y caminar. La salvación es nuestra verdadera sanación.
3. Respuesta a la Palabra. Meditación
¿Qué experiencia tengo en mi vida de este pasaje evangélico?
¿Qué busco en Jesús?
¿Agradezco? ¿Olvido los dones recibidos?
¿Busco la plenitud de vida que me ofrece Jesús?
4.- Orar la Palabra
“No dejes de dar gracias a Dios, por todo lo que vives, por todo lo que recibes cada día” (Papa Francisco).
Repite, como una jaculatoria, estas palabras de los leprosos: Jesús, ten compasión de nosotros.
5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
“Si somos agradecidos también el mundo se vuelve mejor, quizás sólo un poco, pero suficiente para transmitirle esperanza. Cultivemos la alegría. Si estamos en Cristo, ninguna amenaza impedirá seguir caminando” (Papa Francisco).
Pedro Tomás Navajas, ocd