LECTIO DIVINA: DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

ESCUELA DE ORACIÓN: Lucas 19, 1-10

Invocación al Espíritu

Ven Espíritu Santo, permítenos mirar a las personas y al mundo que nos rodea con la mirada del Padre. Oh Señor, envía tu Espíritu, que renueve la faz de la tierra.  

Motivación. Para disponer el corazón.

La Lectio Divina o lectura orante de la Palabra es el arte que ayuda a dar el paso del texto a la vida, gracias a la cual podemos llenar la distancia entre espiritualidad y cotidianeidad, entre fe y vida. El proceso que la lectio divina lleva a cabo tiene como fin llevarnos de la escucha al conocimiento y del conocimiento al amor.

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Una de las características de Lucas es la universalidad: llegar a todos los excluidos por cualquier motivo. El Evangelio de hoy nos habla del camino hacia Jerusalén, pasando por Jericó. También aparecen la alegría, la generosidad con los pobres, la oferta de salvación a los perdidos.

Proclamación de la Palabra: Lucas 19,1-10

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
    «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
    «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
    «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
    «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

1. Fecundidad de la Palabra

¿Cuáles son las palabras o frases que llaman tu atención?

Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Una historia cargada de profundas emociones que nos sobrecoge también a nosotros hoy. Jesús llega a Jericó, la ciudad de las palmeras, ciudad de frontera donde se cobran los impuestos, en el valle del Jordán. Última parada de los peregrinos, antes de subir hacia Jerusalén. Allí en Jericó terminó la larga caminada del éxodo 40 años por el desierto. También el éxodo de Jesús está terminando. Al entrar en Jericó, Jesús encuentra a un ciego que quería verle (Lc 18,35-43). Ahora, al salir de la ciudad, encuentra a Zaqueo, un publicano, que también quiere verle. Un ciego y un publicano. Los dos eran excluidos. Los dos molestaban a la gente: el ciego con sus gritos, el publicano con sus impuestos. Los dos son acogidos por Jesús. Jesús está de paso, pero su paso nunca es intrascendente.

En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús.  ¿Persona difícil para la evangelización? Parece que cumple con todos los requisitos. Es publicano, es el jefe de ellos. Es rico, y como tal es difícil que entre en el Reino. Es un “pecador”, así lo cataloga la gente. Esta fichado por sus injusticias y extorsiones conocidas por todos. Él mismo no excluye que haya podido ser deshonesto. Jesús dice de él que estaba perdido. Pagaba mucho para tener derecho a recaudar. El encuentro comienza por el deseo de ver a Jesús. La historia de cada uno, por muy perdida que parezca, no condiciona irremediablemente el futuro. Cuando el deseo de conocer a Jesús está vivo se produce el encuentro con Él. Este evangelio es un relato de grandes iniciativas. Quiero vivir con los ojos clavados en Ti, sin apartarme nunca de tu inmensa luz (Isabel de la Trinidad).  

Pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Zaqueo quiere algo más de lo que tiene, pero encuentra obstáculos para ver a Jesús. No se da por vencido, corre y se sube a un sicomoro. Lo que llama la atención no es el improvisado balcón que supliría su baja estatura sino su profundo interés por Jesús.  Para Zaqueo no es suficiente escuchar acerca de Jesús sino dar un nuevo paso hacia delante en el conocimiento de él: quiere verlo.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Parece que los dos quieren encontrarse. Zaqueo busca a Jesús y Jesús quiere quedarse en la vida de Zaqueo, le pide hospedaje. Los dos quieren mirarse: Mira que te mira. La iniciativa es de Jesús. Jesús desea más convivir con nosotros, ser nuestro amigo, que convertir nuestra vida desde fuera. Jesús busca el encuentro. Llama por el nombre. No mira el pasado, mira la belleza olvidada y la saca a la luz. Tiene prisa: hoy. Ama a pesar de todo. ¿Esperábamos tanto? ¡Déjate amar! ¡Vive en comunión con el Amor! (Isabel).

Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.  Zaqueo corre, se da prisa en bajar, recibe a Jesús con alegría, la alegría del encuentro. Todo eso expresa el entusiasmo de Zaqueo. No es suficiente ver pasar al Señor, lo  importante es estar con él con el gozo festivo de la mesa. 

Al ver esto, todos murmuraba diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Jesús se queda solo en su actitud de acoger. Las críticas arrecian: ¿Cómo ha podido Jesús ir a hospedarse en casa de un pecador? ¿Cómo ha tenido valor para detener en él su mirada? No reconocen la liberación de Jesús. Pero Jesús, amigo de la vida, no hace caso del ruido. Lo que le importa es comunicar fuerza a una vida rota. Jesús está feliz porque a uno que estaba perdido le está llegando la salvación. En la casa de un pecador ha entrado la alegría, la paz; ha entrado Jesús. Convéncete de que Jesús te ama. Cree en su amor, en su inmenso amor (Isabel).

Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más. Zaqueo se comporta públicamente como un hombre según el Evangelio, tiene corazón de Evangelio. Sin que se lo mande Jesús. A la alegría le sigue otro indicador de salvación, la generosidad con los pobres: Daré la mitad de mis bienes a los pobres y cuatro veces más a los que ha defraudado; esta es la novedad que produce el encuentro con Jesús. La conversión no es cuestión de labios, pasa también por el bolsillo: una iglesia pobre y para los pobres. Dar la mitad es tenerlo todo a medias con los pobres. Si te habitúas a vivir bajo la mirada de Jesús, tendrás su misma fortaleza (Isabel de la Trinidad).

Jesús le dijo: ’Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido’. Jesús no llama a Zaqueo pecador sino hijo de Abrahán; es acogido como miembro pleno de la comunidad. Aquí está dicho todo. La palabra hoy indica la llegada de la salvación de Dios. Este es el camino de la misericordia: salvar lo perdido. Esta es la alegría: tener la vida perdida y encontrarla en Jesús. Aquí comienza la aventura del Evangelio: ser testigos de Jesús en medio de una sociedad injusta.El relato de la conversión de Zaqueo es una demostración del poder de Dios para cambiar los corazones duros, de manera que ellos puedan gustar también de la salvación. Bien dijo Jesús: “Lo imposible para los hombres, es posible para Dios” (18,27). Que mi vida no sea más que una irradiación de tu Vida (Isabel de la Trinidad).  

3.- Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Cómo fue el itinerario del encuentro de Jesús con Zaqueo?
¿En qué se nota el giro de la conversión que ocurre en Zaqueo?
¿Qué me enseña este texto para un trabajo de evangelización urbana en las Jericó de hoy?

4.- Orar la Palabra

Porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Repetido varias, veces para tomar conciencia de la iniciativa de Jesús en nuestra vida. ¿Tengo yo necesidad de encontrarme con el Señor y recibirle en mi casa?

5.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

 Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre (San Juan de la Cruz).

Pedro Tomás Navajas, ocd

Libros recomendados:

Post recomendados:

Viva el evangelio como nunca antes:

Recibe nuestras reseñas literarias:

Únete a nuestra comunidad literaria para recibir reseñas semanales de libros  de tu interés por e-mail. Es gratis y disfrutarás de precios más bajos y regalos en nuestras editoriales con tu cupon de socio.