LECTIO DIVINA: Marcos 1,1-8

Invocación al Espíritu

Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador (Lc 1,47). María vive una vida sumergida en la presencia continua del Espíritu de Dios, tiene una verdadera convivencia con él, siempre se dejó guiar por el Espíritu (San Juan de la Cruz).

Motivación. Para disponer el corazón.

El Adviento es una danza al son de la música de la Palabra.

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

El evangelio de Marcos es la historia de una búsqueda y un encuentro, es la respuesta a una pregunta clave: ¿Quién es Jesús? Responden voces diversas (evangelista, profetas, Juan Bautista). La nota destacada es la alegría que produce el encuentro. El Señor viene a nuestro encuentro; cuando alguien oye su música, comienza la danza. Esto fue lo que escucharon las comunidades en situación difícil, a los que Marcos escribe el Evangelio. El Adviento es el mes mariano más hermoso del año litúrgico. Nos acompaña María Inmaculada, la que nos viste de fiesta y nos ayuda para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra.   

1. Fecundidad de la Palabra

Comienza el Evangelio. Habla la voz del evangelista. Con sonido de trompetas comunica algo bueno y nuevo (asociado a una victoria militar sobre el poder del mal). En toda obra literaria, la primera frase es importante, da el tono a toda la obra. Evangelio, más que un género literario, es mensaje de alegría, que llenará de gozo a quienes lo escuchen. Lo que se va a narrar es el deseo que Dios tiene de comunicarse y tener amistad con el ser humano, de ser todo para nosotros. Esto es tan grande que inspira una atmósfera de gozo. El hecho decisivo de la historia es la manifestación del amor del Padre en Jesús. Nosotros damos un paso hacia él.

De Jesucristo, Hijo de Dios. El evangelio no es una ficción ni una biografía de Jesús. Con una entrada en escena solemne presenta la dimensión más profunda de Jesús: Cristo-Hijo de Dios. Marcos nos presenta dos títulos de Jesús, que son las confesiones de fe más importantes del evangelio: Cristo e Hijo de Dios. Jesús es descubierto como Mesías: Tú eres el Cristo (Mc 8,29) y como Hijo de Dios: Verdaderamente este Hombre era Hijo de Dios (Mc 15,39). Tanto judíos como gentiles son llamados a reconocer a Jesús. El evangelio habla de un VIVIENTE, que es la Buena Nueva.

Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”». Con la expresión está escrito (acción pasada con resultados permanentes) hablan las voces de los profetas, en realidad Dios, porque es quien les da voz. La iniciativa es de Dios. El mensajero es Juan; este prepara el camino de Jesús con su predicación y con su martirio. La cita contiene textos de Malaquías 3,1, Éxodo 20,23, Isaías 40,3, relacionados con el camino. La Buena Nueva viene de lejos, con el pasado se ilumina el presente. Intimidad entre Dios y Jesús: mensajero delante de ti. Ya no es amenaza sino anuncio de salvación. El desierto, como paso a la tierra prometida, forma parte de la pedagogía de Dios; en él acontece su intervención creadora: no solo estamos hechos por Dios, sino que estamos hechos de Dios (Juliana de Norwich). Es posible cambiar, porque Dios abre caminos donde parecía imposible. Nos preparamos con paciencia para la venida; amar es saber esperar todo el tiempo necesario. La conversión no es auto tortura, sino aventura de amor. Juan estremece el desierto, Jesús lo hará florecer hasta convertirlo en huerto regado. ¿Estamos preparando hoy el camino para que se manifieste Dios?

Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Aunque anunciado, Juan se presenta inesperadamente. La conversión es un cambio de mentalidad y de camino. La inmersión en el agua es un rito necesario para la conversión (mikveh, baño ritual).

Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. En torno a Juan se suscita un gran movimiento popular. Se despierta la esperanza. La promesa que oyen en el desierto les resulta más verdadera que las que se proclaman en la ciudad.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre Juan vive en el desierto. Va vestido como el profeta Elías (2 Reyes 1,8). Se alimenta como un asceta. Su actividad consiste en predicar la conversión y bautizar en las aguas del Jordán. Es un predicador penitencial. Los detalles recuerdan la narración del jardín del Edén.

Y proclamaba: Detrás de mí viene. Habla la voz de Juan (la única vez que habla en el Evangelio). Sus palabras responden a la pregunta: ¿Quién es Jesús de Nazaret? Jesús es el que viene. Viene de Dios y lleva a Dios. Todo hombre tendrá que confrontarse con él, porque es el paradigma. Juan presenta a Jesús siempre en movimiento (rara vez se sienta) expresando la cercanía de Dios al hombre, la prisa que tiene por decirlo. El Verbo de Dios entra y ocupa su lugar en el corazón humano capaz de acoger (Orígenes).  

El que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Jesús es Dios que viene al encuentro de los hombres y solicita la apertura del corazón para acoger su llegada. Juan sabe echarse a un lado y ceder el protagonismo a la Palabra. ¿Significa que es más fuerte que Juan? Sí, pero es más fuerte que el fuerte, que Satanás. Jesús trae la fuerza de la salvación. Pese a todas las esclavitudes, en Jesús hay esperanza. El primer milagro es un exorcismo: ¿Has venido a destruirnos? Ante la grandeza de Jesús, Juan declara su pequeñez.

Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo. Jesús nos invita a sumergirnos en la presencia del Espíritu Santo de Dios. Contraposición entre los dos: yo-él, he bautizado-os bautizará, agua-Espíritu Santo. El agua indica conversión, el Espíritu Santo indica el perdón de los pecados. No basta con renunciar al pasado, tenemos que abrir la puerta al Espíritu para convivir con él y dejarnos transformar por él en lo cotidiano de nuestra vida. El Espíritu nos pone ante Jesús, en quien los sueños de Dios y del ser humano se besan; es hora de pasar de la orilla de los miedos al océano del proyecto amoroso de Dios. Bautizarse es sumergirse en la realidad de Dios para vivir en comunión con él y luchar contra el mal. Cerrarse a la acción del Espíritu es el mayor pecado. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría, ruega por nosotros.

2. Respuesta a la Palabra. Meditación

  • A partir de tu búsqueda, ¿quién dices tú que es Jesús?
  • ¿Qué esperas de Jesús? ¿Qué señales de esperanza percibes?
  • ¿Experimentas la alegría, como una nota vital de tu fe?
  • ¿Agradeces a los que te han llevado a Jesús? ¿Recuerdas a alguno?

3. Orar la Palabra

Cómo confiesa y ora Juan de la Cruz su fe en Jesús, su encuentro con él a partir de una búsqueda amorosa (buscando mis amores, iré…): Mi Amado, las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos, / la noche sosegada / en par de los levantes de la aurora, / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora. (Cántico Espiritual, 13-14).

4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Así lo cuenta Teresa de Jesús: ¡Oh hermosura que excedéis a todas las hermosuras! … Juntáis quien no tiene ser con el Ser que no se acaba … Sin tener que amar amáis, / engrandecéis nuestra nada.

Pedro Tomás Navajas. ocd

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