Lectio divina 1º Domingo de Adviento Marcos 13, 33-37

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Ven, Espíritu. Me abro a tu acción creadora. Tú me enseñas a encontrar y seguir a Jesús, a vivir el Evangelio. Tú me amas.

1.- Motivación

«No podrías ofrecer a Dios algo de tu mente o de tu palabra si primero no concibes en tu corazón lo que fue escrito» (Orígenes). . “La lectio divina es verdaderamente capaz de abrir al fiel no solo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente” (Benedicto XVI).

“Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos «lectio divina»” (Papa Francisco).

2.- A la espera de la Palabra

En Marcos hay dos discursos: el de las parábolas junto al lago y el escatológico en el monte de los olivos, que invita a la parusía.

La gente estaba en adviento, necesitaba abrazar una novedad que les sacara de situaciones sin salida: ruina del templo y de Jerusalén.

El texto se refieren al final de la vida y de los tiempos, tema vital del que se habla poco. «Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Flp 3,20).

El Adviento es un tiempo litúrgico, una filosofía de la vida, una atención amorosa a lo que somos. Según esperamos, así vivimos.

3.- Proclamación de la Palabra: Marcos 13, 33-37

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

4.- Fecundidad de la Palabra

Estad atentos, vigilad. El Señor llega incesantemente al corazón y a la vida de quien no se cierra (no te tardarás, si yo espero). La vida es un Adviento, un tiempo de atención y de cuidado. Atentos a los signos de esta hora, a los dolores y esperanzas que brotan en la humanidad, a lo que el Espíritu sugiere en esta hora. Cuidando de no hacer daño y causar lágrimas. Enriquecidos en todo, estamos capacitados para pensar y gestar un mundo nuevo.

Pues no sabéis cuándo es el momento. Momento, se dice con dos palabras en griego: Cronos, medida del tiempo astronómico y cairós, oportunidad de gracia para tomar una decisión. ¿Tiene sentido la mera subsistencia? Al tomar conciencia de Dios en nosotros, saboreamos la novedad porque de su mano siempre sale algo nuevo. Se trata de vivir cada momento con paz y serenidad (no te inquietes por nada), también el momento de la muerte, porque entonces Dios se nos hará más presente que nunca, nos acogerá con un amor que no nos podemos ni imaginar.

Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea. Encargando al portero que velara. Con esta pequeña parábola del portero, descubrimos que la vida es don y tarea, llamada a la responsabilidad creativa. Velar es descubrir que la situación de ahora es una oportunidad. Dios nunca promete nada que el pueblo no desee. Velar es cuidar la casa, la comunidad, la casa común. La comunidad vela cuando se da a sí misma instancias de discernimiento.

Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer. Cuatro momentos de la noche para el cambio de centinelas. El tiempo más delicado es la noche. La vigilancia se hace más intensa durante la noche, cuando se hacen más oscuros los significados y valores de la vida. El Adviento es una gran vigilia para aprender a vivir en la noche, en la oscuridad de la historia. Los primeros cristianos se pasaban reunidos la noche entera, a la espera de la luz de Jesús resucitado. La noche no interrumpe la historia de fidelidad de Dios con la humanidad, la noche es tiempo de salvación.

No sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Si pasamos la vida durmiendo, no pasa nada, no desplegamos las posibilidades de plenitud que llevamos dentro. Dios quiere un futuro lleno de vida, convoca a un nacimiento de cielos y tierra nuevos. Dios es el que viene siempre, no desde fuera sino desde dentro de nosotros mismos (creados a imagen y semejanza). Sin el Dios del Adviento la humanidad no tiene futuro. Ojo con las esperas milagreras que provocan nuevas desilusiones. Ojo con los grupos sectarios que atemorizan y esclavizan a la gente.

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! Jesús está hablando a cuatro discípulos: Pedro, Santiago, Juan y Andrés, pero lo que dice vale para toda la comunidad: velad. El término griego gregoreo significa velar, vigilar, estar despierto, hacerse responsable de algo. En el contexto del Evangelio de Marcos tiene dos significados especiales para la comunidad. Primero: ejercitar una vigilancia atenta mientras esta anda en medio del mundo realizando la tarea de la evangelización, una tarea dura por las contradicciones y las amenazas que aparecen por el camino (Mc 13,9-12). Segundo: en el contexto del pasaje, velar significa reconocer continuamente que hemos recibido el encargo de otro, que tenemos una responsabilidad y que esto pide vivir la vida como un misterio de donación y entrega. Velar conlleva una misión: enseñar a la humanidad a vivir en la vigilancia, en atención amorosa, en medio de la historia; hablar sin miedo, con esperanza; decir palabras que ayuden a los demás a ser más felices, sin que la frustración se adueñe de nosotros. Es hora del encuentro con el que ha dado sentido a la historia. Este mundo no se quedará en el vacío. Todo acabará bien, en las manos de Dios. Todo es gracia. Dios sigue esperando que nos demos cuenta.  Velad. Cantad, caminad.

5.- Respuesta a la Palabra

«Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!» (Juan de la Cruz,  Cántico espiritual 39, 7).

6.- Orar la Palabra

“Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre” (Juan de la Cruz, Oración de alma enamorada).

Señor, tú vienes ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada acontecimiento para que te recibamos en la fe.

7.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Ser testigos.

Una persona que espera, que está en vigilancia, tiene despierto todos los sentidos. Te invito a poner en vigilancia tu oído, para escuchar al Señor que viene, que te habla; tu voz, para anunciar a todos su llegada, en especial a los que no les llega el anuncio de la buena Noticia; tu vista para descubrir a las personas que necesitan de su venida, el primero tú; tu tacto para acercar tu mano al que en el camino de la vida y cuya piel ha perdido la sensibilidad; tu gusto para esforzarte en gustar las cosas de Dios, saborear la riqueza de su Palabra, de la Eucaristía.

Dios quiere para cada uno un presente y un futuro lleno de vida.

Pedro Tomás Navajas, ocd

4 Ficha de la Lectio divina: Marcos 13, 33-37

Publicado por Antonio Cuervo, ocd en su canal Gonzalo de Cangas

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