DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu Santo y enciende en nuestros corazones la llama de tu amor. El amor y la verdad son el mayor regalo del Espíritu Santo. Mi vocación es el amor. Yo seré el amor (Santa Teresita).
Motivación. Para disponer el corazón.
El acto de amor “Jesús te amo”, continuamente vivido por santa Teresita como la respiración, es su clave de lectura del Evangelio. Con ese amor se sumerge en todos los misterios de la vida de Cristo, de los cuales se hace contemporánea, habitando el Evangelio con María y José. Papa Francisco.
Cada santo es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Jesús llega desde Galilea a Jerusalén para la fiesta anual de la Pascua. Cuando entra en la ciudad es aclamado por la gente (Mt 21,1-11). En seguida entra en el templo de donde expulsa a los vendedores (Mt 21,12-16). Aunque reside en Jerusalén, sin embargo, las noches las pasa fuera de la ciudad y vuelve después por la mañana (Mt 21,17). La situación es muy tensa. En Jerusalén, en las discusiones con las autoridades, los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los fariseos, Jesús expresa su pensamiento en parábolas (Mt 21,23 al 22,14). Lo quisieran apresar, pero tienen miedo (Mt 21,45-46). El evangelio de este domingo sobre el tributo al César (Mt 22,15-21) se coloca en este conjunto de conflictos de Jesús con las autoridades. ¿Por qué entran en conflicto con él?
Como Jesús, también los cristianos de las comunidades de Siria y de Palestina, para los cuales Mateo escribió su evangelio, eran acusados e interrogados por las autoridades, por los grupos o por los vecinos que se sentían a disgusto por su testimonio. Leyendo estos episodios de conflictos con las autoridades, se sentían confortados y se armaban de valor para continuar en el camino emprendido.
Proclamación de la Palabra: Mateo 22,15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
«¿De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
1. Fecundidad de la Palabra
Entonces se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Los fariseos y los herodianos se unen para atacar a Jesús, para comprometerlo. La oración es entrar en un espacio de verdad. Nada de trampas ni de mentiras. La oración es un cara a cara con Jesús, que es la verdad. La pregunta es un camino humilde hacia la verdad, nunca debiera ser un arma para destruir al otro. El Espíritu nos cambia la dinámica del engaño por la dinámica de la entrega.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. A pesar de los aparentes halagos, adulación hipócrita, los grupos de poder no entendían a Jesús como regalo, ni entendían la vida como regalo. Con su hipocresía congelan la alegría del Evangelio. Era habitual tener discusiones acaloradas para aclarar problemas, pero estos no se presentan como discípulos que quieren aprender.
Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?». Jesús, antes de ser capturado, es confrontado. A Jesús le hacen preguntas sobre el tributo que hay que pagar a los romanos. Era un asunto polémico que dividía a la opinión pública. Querían a toda costa acusar a Jesús y, así, disminuir su influencia sobre la gente. Las situaciones que vivimos son complejas y las preguntas también. ¿Cómo actuar? Bajo la apariencia de fidelidad a la ley de Dios, buscan motivos para acusarlo. Si Jesús hubiese dicho: ¡Se debe pagar!, podrían acusarlo ante el pueblo de ser amigo de los romanos. Si él hubiera dicho: ¡No se debe pagar!, podrían también acusarlo a las autoridades romanas de ser un subversivo. ¡Un callejón sin salida! Jesús tiene luz para saber manejarse en medio de los conflictos y trampas. La oración, como trato de amistad con Jesús, no es una ideología, sino un encuentro con él, un diálogo con los demás buscando discernir lo que Dios nos pide en cada momento. A esto llama el papa conversar en el Espíritu.
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César». Pregunta ingeniosa, pero más lo es la respuesta. Se pierde en cortesía, pero se gana en claridad. La moneda tiene la efigie del César, quien tiene derecho al oro, pero no a la vida. La persona no es del César, a este no se le puede adorar. Dios es el servidor de los vivientes por amor. César, no te pertenezco.
Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». ¡Qué respuesta! Poner el acento en lo que es esencial e indispensable. Eso es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo, y al mismo tiempo lo más necesario. Hay que poner la mirada y el corazón en Dios: Sólo Dios basta. Se trata de dar a Dios lo que es de Dios y nada es más de Dios que la vida de sus hijos. Los pobres son de Dios, los pequeños, las gentes del mundo son de Dios. Y están a la espera de que alguien les anuncie el Evangelio. Sin coacción, con inmenso respeto. A Jesús le interesa que den a Dios lo que es de Dios, o sea, que recuperen al pueblo que por su culpa se había alejado de Dios, porque con sus enseñanzas cerraban al pueblo la entrada del Reino (Mt 23,13). Otros dicen: Dad a Dios lo que es de Dios, o sea, practicad la justicia y la honestidad, la coherencia en la vida según las exigencias de la ley de Dios, porque a causa de vuestra hipocresía estáis negando a Dios lo que le es debido. ¡Los discípulos deben darse cuenta de esto! Cada ser humano lleva la huella de Dios grabada en su ser. Yo le pertenezco a Dios, soy de Dios. Sólo Dios es señor del hombre. De aquí viene la ofrenda de la vida a Dios: Vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hace de mí? De aquí viene el cuidado de la creación (vestidos los dejó de hermosura), que lleva dentro la huella de Dios, y el trabajo por la paz para una humanidad reconciliada, el deseo de una vida más humana para todos (don y tarea de la paz).
2. Respuesta a la Palabra. Meditación
- ¿Cómo reaccionas cuando alguien te confronta por seguir a Jesús?
- ¿Te involucras en los debates que se dan en la sociedad?
- ¿A quién perteneces? ¿Al Señor?
- ¿A qué te lleva ser del Señor?
- ¿Cómo vives la responsabilidad social, el cuidado de la tierra, la solidaridad con los vulnerables, el trabajo y la oración por la paz?
3. Orar la Palabra
Gracias, Señor por hacernos saber lo que debemos hacer en la vida y cómo debemos hacerlo. Haz de nosotros una imagen viva de tu rostro, haznos una moneda tuya donde esté grabada la alegría de sabernos hijos e hijas tuyos. Que no seamos indiferentes ante el dolor de los demás, sino que con nuestra fe ayudemos a construir un mundo mejor.
4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
Querida santa Teresita, la Iglesia necesita hacer resplandecer el color, el perfume, la alegría del Evangelio. ¡Mándanos tus rosas! Ayúdanos a confiar siempre, como tú lo hiciste, en el gran amor que Dios nos tiene, para que podamos imitar cada día tu caminito de santidad. Amén (Papa Francisco).
Pedro Tomás Navajas, ocd