LECTIO DIVINA: Mateo 25,1-13

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Invocación al Espíritu

Sé consciente de lo que vas a escuchar, en grupo, el Evangelio. Imagina que el Espíritu Santo, tu amigo, se sitúa a tu lado. Recuerda: El Espíritu Santo te ama. Vive este momento en actitud de gratuidad. La vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama al mundo (Papa Francisco).

Motivación. Para disponer el corazón.

En la conversación en el Espíritu hay dos actitudes necesarias que son fundamentales en este proceso: escuchar activamente y hablar desde el corazón… Esta atención interior nos hace más conscientes de la presencia y la participación del Espíritu Santo en el proceso de compartir y discernir.

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

Mateo escribe a su comunidad que vive el retraso de Cristo como una prueba de fidelidad. Parábola exclusiva de Mateo. Hay dos tipos de parábolas: Las que ayudan a percibir el Reino de Dios presente en las actividades de Jesús y las que ayudan a prepararse para la venida futura del Reino. Jesús no explica la parábola (quien tenga oídos que oiga). Son los oyentes los que tienen que descubrir el significado. La parábola, bellísima, es provocadora; con hechos conocidos de la vida cotidiana, cada uno ha de descubrir las llamadas de Dios en la vida. El capítulo 24 de Mateo tiene como tema central la vigilancia: el discípulo que espera la venida del Señor no se echa a dormir, no deja que la rutina lo adormezca, cultiva el discernimiento (Sínodo: tiempo de discernimiento).

Proclamación de la Palabra: Mateo 25,1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
    «Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
    “¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
    “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
    “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
    “Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
    “En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».

1. Fecundidad de la Palabra

Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Jesús, para aclarar la llegada de improviso del reino, recurre a una costumbre popular: jóvenes que acompañan a la novia (aquí al novio) el día antes de la boda con pequeñas lámparas encendidas. La alegría y la conciencia de la centralidad de Cristo-esposo son las dos actitudes que los cristianos debemos cultivar en la cotidianidad. La oración es la historia de una espera, de una búsqueda apasionante, de un encuentro: vírgenes en la noche con la luz, gente valiente que busca, con la espera en el corazón. El Señor es el argumento mejor para nuestra espera.   

Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. Necias: las que construyen sobre arena. Prudentes: las que construyen sobre roca guardando y cumpliendo la Palabra: Mt 7,24-27. La pertenencia al Reino de Dios no se da por sí misma, sino que presupone la opción, la prudente previsión y coherencia.  El Reino de Dios se gana con la sabiduría y se pierde con la necedad. Símbolo del aceite, el amor: muy presente en el pueblo de Israel para consagrar personas, lugares.

El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. En la crisis prolongada, en la tardanza, viene el sueñola búsqueda de otros intereses.  Jesús, en la prueba, ora; los discípulos duermen. Nuestros ojos, cansados de mirar hacia una aurora que tarda en llegar, se vuelven a mirar hacia otra parte. Llega la noche, se esconde la frescura de los inicios, se enfría el amor primero. ¿Qué hacer entonces? Revivir la experiencia de la esposa de los Cantares:“Yo duermo, pero mi corazón vela” (Cant 5,2).

A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!” La noche la atraviesa una voz. Esta voz es el sonido más bello de la existencia humana, el que pone en marcha la salida, la búsqueda de un abrazo (buscando mis amores). El sueño se acaba con la voz, en el momento más oscuro una voz nos despierta. Viene Cristo, que es el esposo, la alegría, la sorpresa, la gracia y novedad definitiva. Certeza de que Dios vendrá y nos despertará. Nosotros nos podemos cansar, dormir, pero la voz del Amado siempre está despierta. Viene el Señor, la hermosura que excede a todas las hermosuras. Este encuentro siempre es bello.    

Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. No tiene sentido ir a comprar de noche: Caminad mientras tengáis luz, antes que os envuelvan las tinieblas. Hay cosas que no se improvisan, o se tienen o no. Y tampoco vale aquí el compartir; la preparación es personal. Nadie puede amar en mi lugar, nadie puede buscar a Dios por mí. ¿Qué es lo fundamental del cristiano? Velar, cada día, cada hora, estar dispuestos a vivir un tiempo de espera: Viviré en esperanza de Dios.

Mientras iban a comprarlos, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Jesús se vale de todo para provocar. Desde Oseas (s. VIII a. C), el pueblo esperaba poder llegar a una intimidad con Dios, como la del esposo con la esposa. Es deseo de Dios: ser el marido del pueblo (Isaías). Andando enamorada, me hice perdidiza y fui ganada. Cinco jóvenes muestran que no están preparadas aún para el compromiso definitivo de la unión con Dios. Necesitan otro tiempo para prepararse. La oración es un encuentro con Jesús vivo, que está viniendo siempre. Sus bodas con la humanidad son un eterno presente.

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora. Gregoreite. El futuro se gana en el presente. Hay que tomar en serio el tiempo presente, vivirlo con atención amorosa. Hay que volver a la vigilancia ya ahora. Dios viene. Nuestro corazón está hecho para él. Cada instante es espera y vigilancia. El tiempo que Dios nos da es un tiempo de vigilancia, para tener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza, del amor. La entrada en el reino no se da por sí sola; se gana con la sabiduría, se pierde con la necedad descuidada. La oración de vigilia hace que el amor al Señor crezca por dentro. ¿Cómo será un cristiano que vela? Será aquel que ‘lleva las arras del Espíritu en el corazón’ (2Cor 1,22) para un encuentro de bodas.

2. Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Estás preparado para el retraso del esposo?
¿Te desanimas cuando aparecen los problemas, las dificultades?
¿Cómo entiendes las llamadas de Dios en tu vida?
¿Eres consciente de lo que realmente importa en la vida?

3. Orar la Palabra

La lámpara que tengo es la mejor, ¡porque es mi lámpara! Es un regalo de Dios. Lo importante es ver mi vida y mi historia desde los ojos de Dios (Papa Francisco). Dichoso el corazón enamorado que en solo Dios ha puesto el pensamiento; por él renuncia a todo lo criado, y en él halla su gloria y su contento (Santa Teresa).

4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Actitud: Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones).

Pedro Tomás Navajas, ocd

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