ESCUELA DE ORACIÓN – LECTIO DIVINA
MOTIVACIÓN
«Dedícate a la lectio de las divinas Escrituras; aplícate a esto con perseverancia. Esfuérzate en la lectio con la intención de creer y de agradar a Dios» (Orígenes).
«Buscad leyendo y hallaréis meditando» (San Juan de la Cruz).
«A la Palabra de Dios no hay que ponerle aceite» (Julio Álvarez).
INVOCAMOS AL ESPÍRITU
Ven, Espíritu Santo. Ayúdanos a comprender la Palabra y ser evangelios andantes. Limpia nuestros ojos para dejarnos guiar por la Palabra y poder acompañar a los demás hacia la luz.
1. A LA ESPERA DE LA PALABRA. CON LA LÁMPARA ENCENDIDA
Contexto. Conclusión del discurso de la llanura. Lucas recoge textos y los coloca en este momento solemne. Sigue resonando la misericordia. La identidad de Jesús, y de los discípulos, por ser hijos del Misericordioso, es el evangelio de la misericordia. La figura del verdadero cristiano es delineada por el evangelista con tres verbos: venir, escuchar, hacer. Venir para ponernos junto a Jesús, escuchar con el corazón la palabra, llevar a la práctica la palabra escuchada. Sin este último, pierden valor los dos primeros. La palabra de Jesús es el verdadero fundamento de la comunidad de los discípulos; invita un cambio de actitudes
2. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA: Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».
3. FECUNDIDAD DE LA PALABRA
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Jesús cuenta una parábola, que pone el acento en los ojos, dirigida a los animadores de las comunidades (con el trasfondo de los escribas y fariseos), que se consideraban superiores, dueños de la verdad. «¡Ay de vosotros los ciegos!» Quien no entiende y vive en clave de misericordia, ¿cómo puede guiar a otros? Solo si somos iluminados por la misericordia podemos acompañar a otros con misericordia. Solo cuando uno se coloca en actitud de conversión, puede guiar a otros. Los ojos se limpian con la escucha de la palabra de Jesús. Visibilizamos los ojos de Jesús, la mirada de Jesús que cambia a las personas. Han cambiado muchas cosas, pero no ha cambiado el alfabeto de los ojos. En medicina se mira el fondo del ojo, Jesús hace lo mismo con los ojos del corazón, «los ojos deseados que llevo en mis entrañas dibujados». La enfermedad más radical es la ceguera espiritual: «tienen ojos y no ven»; otros, con ceguera física, ven, cantan y extienden la luz, como Rafael María León. Todos somos ciegos ante el misterio de Dios; necesitamos que Jesús nos dé ojos nuevos, que reflejen el mirar de Dios.
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. Jesús es maestro, convive con los discípulos. Su materia es él mismo, el testimonio de su vida, la manera de vivir lo que enseña. Frente a los que pretenden estar por encima del maestro, todos somos discípulos. El discípulo tiene los ojos puestos en Jesús, se compromete con él, se identifica con él. Si el corazón está enfermo no se puede enseñar ni sanar a otros.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? Los escribas y fariseos eran exigentes a la hora de señalar en los demás las más pequeñas trasgresiones de la ley, pero no veían las suyas, no tenían misericordia: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 9,13). La paja es el pecado que vemos en el vecino, a menudo muy interiorizado. Con ojos de lince vemos las manchas del otro, con ojos de topo no vemos las nuestras. Vivir así es fachada, hipocresía. Quien no reconoce la necesidad de misericordia no puede corregir a los otros. La corrección fraterna solo se da cuando uno ha tenido experiencia de la misericordia de Dios y se sabe hermano entre hermanos. Solo una lúcida autocrítica posibilita la ayuda a otros.
No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. De la naturaleza del árbol dependen sus frutos. Los frutos dan a entender la clase de árbol que es. Podemos dar los frutos del Espíritu o los frutos de la carne. Con el tiempo las personas terminamos por manifestar lo que llevamos dentro, lo que somos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien. Relación entre interioridad (corazón) y comportamiento externo. Las obras buenas provienen de la bondad del corazón, del centro de la persona. La palabra de Jesús, puesta en el corazón, constituye la belleza interior y el fundamento de una vida sólida y solidaria. Para bajar a lo más íntimo de nosotros necesitamos tomar una lámpara y buscar en el silencio, más allá de nuestro perfil de Facebook, el acontecer íntimo de lo que llamamos vida: Dios mismo, que nos hace participar de su ser y nos modela. El Espíritu funda una nueva manera de mirar como Dios nos mira, unas nuevas relaciones entre las personas no basadas en la posesión («estando ya mi casa sosegada»). Es La persona reconciliada consigo, que vive una paz profunda y la transmite.
4. RESPUESTA A LA PALABRA. MEDITACIÓN.
¿Te dejas guiar, iluminar, por la palabra de Dios? ¿Procuras que tus palabras, gestos y acciones revelen al hijo o hija de Dios que hay en ti? ¿Tu vida da frutos de atención y dedicación misericordiosa a los demás, o juicio, condena, rechazo, desprecio? ¿Practicas el examen de conciencia para ponerte ante quien ve en tu interior y te pone en verdad? ¿Tienes una mirada agradecida?
5. ORAR LA PALABRA
Oramos con san Juan de la Cruz, el sabio lleno de ojos. Véante mis ojos, pues eres lumbre de ellos y solo para ti quiero tenellos. ¡Oh cristalina fuente si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados! Canción. Dame un guía (Brotes de Olivo)
6. CONTAR AL MUNDO LA NUEVA MANERA DE VIVIR
Testigos.
Vídeo. Papa Francisco: Ser cristiano no es fácil, pero hace feliz. «Si ves loar mucho a una persona, alégrate más que si te loasen a ti» (Santa Teresa de Jesús).
Pedro Tomás Navajas