ESCUELA DE ORACIÓN – LECTIO DIVINA
MOTIVACIÓN
La Lectio Divina es una fuente de vida. Escuchamos a Dios para llegar a tener un corazón como el de Dios. Dios siempre está llamando. Puede que en nuestro corazón haya muchas «llamadas perdidas».
«Como un iceberg» (experiencia de Pili Huerta). «Me da pena que haya mucha gente que no conozca esto».
INVOCAMOS AL ESPÍRITU
Ven Espíritu Santo.
Prepara nuestro interior para acoger la Palabra de Dios.
Silencia nuestra mente para recibir su Luz.
Fortalece nuestra voluntad para hacerla vida cada día.
1. A LA ESPERA DE LA PALABRA. CON LA LÁMPARA ENCENDIDA
- Canto: Lámpara es tu Palabra (Ain Karem)
- Símbolo: lámpara encendida.
«Con razón se dice que los envió delante de si por todas las aldeas y lugares que iba a visitar. En efecto, el Señor viene detrás de sus predicadores, ya que, habiendo precedido la predicación, viene entonces el Señor a la morada de nuestro interior, cuando esta ha sido preparada por las palabras de exhortación, que han abierto nuestro espíritu a la verdad» (De las Homilías de san Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios)
Contexto Último milagro de sanación de Jesús. Se detiene para curar. Es a lo que ha venido: «El hijo del Hombre vino para servir» (Mc 10,45). Tras los anuncios de su pasión, se encuentra con el ciego. En el evangelio de Marcos destaca la humanidad y la llamada (tres veces se repite la palabra «llamar»).
Estamos en el sínodo de los jóvenes: Jóvenes, fe y discernimiento vocacional.
Y el objetivo de este año: Caminar como discípulos misioneros en comunión con la iglesia diocesana y leer el Evangelio cada día.
2. PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA: Marcos 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó: «»Rabbuní», que recobre la vista».
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
3. FECUNDIDAD DE LA PALABRA
«Al salir Jesús de Jericó». Ciudad maldita. Último viaje de Jesús hacia Jerusalén (Jericó está a veinticinco kilómetros de Jerusalén). Su destino es la cruz. No deja de enseñar por el camino con palabras y obras. El Jesús de san Marcos es el Jesús de la Pasión.
«Un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo)».Esta familiaridad quizás indica que ambos eran conocidos en la iglesia primitiva. Era mendigo. Dependía de la ayuda de otros. No podía ir a la Pascua, algo obligatorio para todo judío mayor de doce años.
Al borde del camino. No puede participar en la procesión de gente que acompaña a Jesús. ¿Será un discípulo que se ha quedado paralizado en el seguimiento? Está al borde del Camino.
Al oír que era Jesús Nazareno. Percibe que pasa un peregrino especial, Jesús, de quien había oído hablar. Comienza a gritar. Está ante una oportunidad única. Persevera en la petición.
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Los padres del Desierto llaman a esta oración «la oración de Jesús». La repetían ´con los labios hasta que la decía el corazón (Peregrino ruso). La confesión de Pedro (Mesías glorioso sin cruz) y la de Bartimeo (cree más en Jesús que en las ideas que tenía de Jesús). Un ciego mendigo había llegado a una comprensión de Jesús más profunda que los doctores de la Ley. Israel está ciego y un ciego ve, lo ve como Salvador.
«Llamadlo». Los que acompañan a Jesús le regañan, no les gusta lo que dice el ciego y cómo lo dice. Siempre que uno quiere acercarse a Jesús hay oposición. Jesús escucha el grito del ciego. Jesús se para y manda llamarlo. Se conmueve ante la necesidad.
«Ánimo, levántate, que te llama». Un grupo o dos grupos. Uno manda callar, otro anima. No te muevas, muévete. Ante el grito rebelde del ciego
«Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús». Tres verbos. Respuesta inmediata y entusiasta. Deja todo lo que tiene (la capa) para seguir a Jesús (el joven rico se va triste, sus pertenencias son más queridas que Jesús: Mc 10,21-22).
«¿Qué quieres que te haga?». Los hijos del Zebedeo responden a la misma pregunta con la ambición (Mc 10,36). Bartimeo no quiere limosna, quiere recobrar la vista para estar con Jesús.
«»Rabbuní», que recobre la vista». Lo llama desde la confianza que lleva en el corazón, desde la ternura de la fe. Bartimeo empezó a ver de nuevo y seguía a Jesús por el camino de la cruz. Ve a Jesús como un peregrino.
«Anda, tu fe te ha salvado«. Su curación es fruto de su fe en Jesús. Lo deja todo y sigue a Jesús. No quiere separarse de él. La comprensión de Jesús se obtiene caminando con él por el camino del servicio y de la gratuidad, desde Galilea hasta Jerusalén.
4. RESPUESTA A LA PALABRA
¿Qué te dice a ti esta palabra que acabamos de escuchar? ¿Cómo entiendes lo de estar sentado al borde del camino? ¿Descubres la llamada de Jesús? ¿Qué dejas para seguirle? ¿Te salva el ncuentro con Jesús y te hace volver al camino? ¿Te detienes a escuchar al que grita?
5. ORAR LA PALABRA
Oración repetitiva: Señor, Jesús, ten compasión de mí.
«Dadnos, Señor, luz; mirad que es más menester que al ciego que lo era de su nacimiento, que este deseaba ver la luz y no podía. Ahora, Señor, no se quiere ver. ¡Oh, qué mal tan incurable! Aquí, Dios mío, se ha de mostrar vuestro poder, aquí vuestra misericordia» (Santa Teresa, Exclamación 8,2).
Canción del ciego: Rafael León.
6. CONTAR AL MUNDO LA NUEVA MANERA DE VIVIR
Testigos.
¿Siempre ha tenido usted esa fe religiosa que ahora tiene?
«No. Mi vida de cristiano tuvo un largo paréntesis de vacío, que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer, y ya no recibí ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe…
¡Con decirle que comulgué por primera vez a los veinticinco años! Desde 1927 hasta 1951, yo no practicaba, ni creía, ni me preocupaba lo más mínimo que hubiera o no una vida espiritual y una trascendencia y un más allá. Dios no contaba en mi existencia. Pero… luego pude saber que yo siempre había contado para Él.
Fue una conversión súbita, repentina, inesperada… y muy sencilla. Yo estaba en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluir el agua. Era por la mañana. Exactamente, el 18 de mayo. De pronto, le escuché dentro de mí… Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía «la puerta abierta»… Y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida» (Narciso Yepes).
Pedro Tomás Navajas