Día 3 de marzo
De 17 a 19 h.
Salón y Capilla del Carmen – Burgos
Paseo El Empecinado, 1
La Cuaresma. Tiempo de gracia y de misericordia. “Ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación” (2 Cor 6,2).
Tiempo de caminar hacia Dios, la fuente que nos vivifica.
Tiempo para reavivar el encuentro con Jesús que siempre nos lleva al Padre.
Tiempo para estar a solas, con nosotros mismos y caer en la cuenta de quienes somos, qué buscamos, hacia dónde vamos, qué sucede en el mundo, más allá de las apariencias y de una mirada plana.
Si Jesús necesitaba ir a la soledad a orar, como nos dice el Evangelio,… ¿no necesitamos nosotros dejarnos conducir a esa misma soledad en el deseo de comprender y conocer la raíz de Aquel que es mi Maestro, mi Señor, mi Dios?
Dios nos espera, en el centro del propio corazón, y nos ofrece la oportunidad de dejarnos mirar y escuchar su Amor y decirle TE QUIERO, sin esperar a mañana, y rendir la vida a su amor incondicional.
No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social.
Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9).
Nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia [2]; pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte.
La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5).