Y nos abrió su corazón. Tened la ternura de Jesús

Se abre la puerta de una casa para dejar entrar; se abre la vida cuando se quiere compartir; se abre el corazón cuando se quiere regalar. Jesús nos abrió su Corazón para darnos lo mejor que tenía.

«Y nos abrió su corazón, para que arraigados y cimentados en el amor, podamos comprender con todos los creyentes la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo; un amor que supera todo conocimiento y nos llena de la plenitud misma de Dios» (Ef 3,17-19).

Ambientación

¡Cuántas veces nuestro corazón se vuelve frío e insensible! ¡Cuántas veces al relacionarnos con los otros nuestros sentimientos son negativos y nuestras reacciones son de dureza!…

Dejemos que el Corazón de Cristo ilumine nuestro corazón, que sus sentimientos sean los nuestros.

«Una de las realidades más urgentes hoy, es la de realizar un profundo trabajo cultural y teológico para hacer que la palabra santo y la palabra hombre vuelvan a coincidir. El hombre según toda su verdad es el santo; el santo es el hombre realizado en plena humanidad. Si no llegamos a comprender esto, despojamos al cristianismo de aquello que le es más propio». (Sicari).

Parábola

Un hombre era dueño de un hermoso jardín donde los niños se encontraban a sus anchas para correr y saltar. Pero éste era un hombre de corazón duro. Le dolía que los niños disfrutasen de la belleza de su jardín. Esto fue lo que hizo: lo rodeó de una pared muy alta para que los niños no pudiesen entrar.

Pero sucedió que cuando las plantas dejaron de escuchar las risas de los niños dejaron también de florecer Se secó el follaje de los árboles. El invierno se prolongó como nunca antes lo recordaba y parecía que la primavera no volvería jamás.

El hombre se sentía muy triste, como si una gran pena anegase su corazón. Las noticias de lo sucedido llegaron a un hombre muy sabio de la comarca. Vino donde él y le dijo: Tengo un solo consejo que darte y si lo sigues tu jardín volverá a lucir como antes. El hombre repuso: Escucho tu consejo y lo seguiré de inmediato.

Este fue el consejo: Derriba las paredes y deja que los niños jueguen’ (Limardo).

Reflexión

  • ¿Cuántas paredes he puesto a mi corazón?
  • ¿Cuántas barreras me impiden relacionarme con los demás?
  • ¿Acaso tengo miedo de amar?

Texto bíblico

Si ponemos en nuestras relaciones los sentimientos del Corazón de Jesús, nuestra vida será una fiesta:

«Por tanto, yo os pido por el estímulo de vivir en Cristo, por el consuelo del amor, por la comunión en el Espíritu, por la entrañable compasión, que colméis mi alegría siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismos, buscando cada cual no su propio interés, sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo». (Flp 2,1-5).

Comentario sapiencial

  • Tened la paciencia de Jesús con el hermano que vive a vuestro lado.
  • Tened la paciencia de Jesús, sed su palabra y la fuerza de su abrazo.
  • Tened la mirada de Jesús con el hermano que vive a vuestro lado.
  • Tened la mirada de Jesús, sed su palabra y la fuerza de su abrazo.
  • Tened la ternura de Jesús con el hermano que vive a vuestro lado.
  • Tened la ternura de Jesús, sed su palabra y la fuerza de su abrazo.

Oración

«Quien posee el amor de Jesús lo posee todo y hace su cielo sobre la tierra. Cuánto me gustaría esconderme en la llaga del costado de Jesús. Porque ella conduce directamente a su Corazón… Pero, ¡ay!, todavía no soy lo bastante pequeño para ello, mis pecados me impedirían entrar, así que debo quedar fuera gimiendo y suplicando». (Diario de Jacques Fesch, preso condenado a muerte).

Pista para el camino

«Un poco de oro vale mucho más que mucho cobre. Rezas mucho, pero no amas a Dios, no amas al prójimo. Tienes el corazón seco, duro, no partido con misericordia; no lloras con los que lloran. Y si esto te falta, bien puedes quebrarte la cabeza rezan-do y enflaquecerte ayunando; que no puso Dios en esto la sant-dad principalmente, sino en el amor». (S. Juan de Avila).

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