RETIRO DE ADVIENTO: A las puertas de la Navidad
El Adviento es un tiempo litúrgico que prepara la Navidad, porque es necesario que pase por nuestro corazón de creyentes el misterio que Dios nos ha revelado. «La vida del orante es un adviento que prepara la Encarnación en las almas» (Isabel de la Trinidad).
Nuestra misión como cristianos consiste en preparar el camino para que Dios nazca en las personas y en el mundo.
Recordamos algunos de los aspectos del Adviento. Hacemos este recorrido con María, la mujer que vio cómo le crecía la esperanza por dentro y se le asomaba entre las manos.
1. EL ADVIENTO ES UN TIEMPO PARA ACOGER LAS PROMESAS DE DIOS
Dios es promesa. La Escritura está llena de promesas. El tiempo de Adviento es un tiempo propicio para acoger las promesas. Las promesas de Dios rompen los pesimismos, las desilusiones, los cansancios. Nuestra vida interior la van tejiendo los textos litúrgicos, he aquí algunos:
«Arrancará el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones» (Is 25,6).
«Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará» (Is 35,7).
«Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos» (Is 40,7).
«Dios llegará con fuerza; lo acompañará su salario» (Is 40,10).
«Iluminará los ojos de sus siervos» (Is 34,5).
«Él iluminará lo que esconden las tinieblas» (Is 29,18).
«Todos verán la salvación de Dios» (Is 40, 5;Lc 3, 6).
«No se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará» (Is 54,10).
«Lo que ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45).
Vivimos el Adviento cuando sembramos en nuestro corazón la Palabra, cuando damos cabida a las promesas. El silencio, el recogimiento, la orientación de la mirada hacia dentro, la oración tienen sentido si hay una Palabra sembrada en el corazón.
Casi todos los textos son del profeta Isaías, que ha hablado a un pueblo desterrado, desmotivado, sin ganas de vivir, o viviendo tan ajeno a las promesas del Señor, que había llegado a olvidarse de la sed y del agua viva que la sacia.
«El que tenga oídos para escuchar, que escuche». ¿Qué palabras de la Escritura llevas en tu corazón? ¿Te han ensanchado el corazón las promesas de Dios?
Deja que esta Parábola ilumine tu vida
Un niño pequeño miró una estrella. Y se echó a llorar.
Y la estrella dijo: ‘Niño, ¿por qué estás llorando?’
Y el niño respondió: ‘Estás tan lejos que nunca te podré tocar’.
Y la estrella respondió: ‘Niño, si no estuviera ya en tu corazón, no podrías verme’.
2. TIEMPO DE PROFECÍA Y DE PROFETAS
Un pueblo sin profetas es un pueblo muerto. Una comunidad cristiana sin profetas es una comunidad muerta, porque los profetas miran con hondura a las personas y a los acontecimientos y descubren en ellos lo que de Dios llevan, el evangelio, la palabra que Dios quiere comunicar. En muchos acontecimientos de nuestra vida no nos es fácil descubrir que son palabra de Dios para nosotros.
¿Dónde están los profetas? Los profetas que levantan al pueblo caído, que lo ponen en camino, que lo despiertan y le dan luz en la espera… ¿dónde están?
María es la mujer profeta que se acerca a Isabel y con su saludo despierta el fruto de su vientre y el crío salta de alegría en su vientre. ¡Ojalá que durante este Adviento hayamos sido descubridores de la vida, y no encubridores de la la vida profética que Dios ha derramado en nosotros! ¿Por qué a veces vemos la vida de los que viven con nosotros como algo repetitivo, como algo que produce cansancio? No entristezcamos al Espíritu y sembremos esperanza, ganas de vivir. Es lo que el Señor quiere.
Deja que esta Parábola ponga esperanza en tu vida
No había fiesta en el llano ni baile joropo sin el arpa mágica del maestro Figueredo. Sus dedos acariciaban las cuerdas y se prendía la alegría y brotaba incontenible el ancho río de su risa prodigiosa. Se la pasaba de pueblo en pueblo, anunciando y posibilitando la fiesta. El, sus mulas y su arpa, por los infinitos caminos del llano. Una noche, tenía que cruzar un camino dificultoso y allí lo esperaban los bandidos. Lo asaltaron, lo golpearon salvajemente hasta dejarlo por muerto y se llevaron las mulas y el arpa. A la mañana siguiente, pasaron por allí unos arrieros y encontraron al maestro Figueredo cubierto de moratones y de sangre. Estaba vivo pero en muy mal estado. Casi no podía hablar. Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucear con unos labios entumecidos e hinchados: ‘Me robaron las mulas’. Volvió a hundirse en un silencio que dolía y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: ‘Me robaron el arpa’. Al rato, y cuando parecía que no iba a decir nada más, empezó a reír. Era una risa profunda y fresca que, inexplicablemente salía de ese rostro desollado. Y en medio de la risa, el maestro Figueredo logró decir: ¡Pero no me robaron la música!’.
¿Cómo puedes tú asumir los rasgos del profeta? Mira a ver qué rasgos has hecho más tuyos y cuáles necesitas fortalecer más.
3. TIEMPO PARA CONTEMPLAR A MARÍA
«La Virgen está encinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús» (Lc 1,32).
El Adviento es un tiempo para poner los ojos en María y contemplar el fruto de su vientre. Hay un icono muy bonito de la Virgen, abriendo sus brazos y retirando su manto para así abrir su cuerpo y enseñarnos al que lleva dentro.
Es un tiempo para contemplar a los grupos y comunidades cristianos y ver hacia dónde apunta la esperanza. Es un tiempo para contemplar a la persona como misterio sagrado, con Dios dentro.
El tiempo del Adviento es una oportunidad para pasar de ser siervos –hemos hecho lo que tenemos que hacer, nadie nos puede decir nada, yo cumplo (cf Lc 17,9-10)-, a amigos –que comunican su vida íntima, que dialogan (cf Jn 15,15)-, y hermanos –que viven la presencia viva del Señor en medio de ellos y reciben una misión (Mt 28,10)-.
Un texto oído y celebrado en este Adviento nos puede ayudar a descubrir si este tiempo ha sido de contemplación de María y de todos aquellos hombres y mujeres que han escuchado y acogido los dones de profecía y las promesas.
«¿Qué salisteis a contemplar al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con lujo? Los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios. ¿Qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo y más que profeta» (Lc 7,25).
¿Qué salisteis a contemplar en este Adviento? ¿Habéis contemplado cañas sacudidas por el viento, cosas que no van ni vienen, acontecimientos que van uno detrás de otro y que como vienen se van? ¿Qué salisteis a contemplar? ¿Lo que llama la atención, lo que brilla, la primera palabra y a veces la única, lo que más nos halaga y a quien nos halaga? ¿Qué salisteis a contemplar? ¡Ojala que a María, que es mucho más que profeta, porque los profetas llevan la palabra de Dios, pero María la lleva convertida en carne de su carne! ¡Ojala que a los hermanos y a la comunidad cristiana que llevan una vida que sólo se explica si hay detrás una palabra de Dios hecha carne!
Recorre asombrado este poema: Y AMANECIÓ LA VIDA
Estaba el mundo frío de espaldas a la luz,
era lodo la tierra y el hombre era ceniza,
el mar había perdido su sinfonía azul,
el cielo estaba lejos, muy lejos de la orilla.
En el primer lucero brillaba la promesa
de redención divina para la humanidad:
nacería inocente una humilde doncella
que con sus pies de lirio aplastaría el mal.
Llegó el feliz momento de cumplir la palabra
y una ligera brisa acarició el ciprés,
la flor dio paso al fruto en su corola blanca
y amaneció la Vida en la gracia y la fe.
(Emma-Margarita R. A.-Valdés)
4. TIEMPO PARA LA FE Y LA ESPERANZA
Toda palabra de Dios pone en marcha la fe. Toda palabra de Dios acogida en fe pone en marcha la oración. No tenemos nada que decirle a Dios si El no nos da sus palabras. María nos ha enseñado a guardar la Palabra con fe, sin que la desesperanza nos venza. A veces la vida nos va haciendo más pequeños; cada año que pasa es un retroceso de la vida y de la ilusión. Y lo confundimos con falsas humildades. Nos retiramos de la vida, de la parroquia, de los grupos de oración. Nuestro mundo se va haciendo cada vez más pequeño. Cada día cerramos la puerta a un amigo. Nuestros proyectos cada vez son menos. Nos cuesta hasta hacer el proyecto de vida. No tenemos ganas de caminar, en todo caso repetir, repetir, para que no se caiga el invento. ¡Ay de quien rompe con el pesimismo y la desilusión el eslabón de la esperanza!
Escuchad este texto de Isaías:
«Ensancha el espacio de tu tienda, despliega sin miedo tus lonas, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas, porque te extenderás a derecha e izquierda» (Is 54,3).
Una comunidad cristiana es, con sus gestos, con sus palabras, con lo que se cuentan de boca a boca, con su vitalidad, con su trabajo, con el estilo de ambientar su casa, es una convocatoria a la esperanza.
Si tiene sembrada la Palabra y la acoge con fe. Entonces la desesperanza no vence. No prestéis oído a los que no transmiten más que malas noticias y matan la esperanza. No les prestéis oído. Ensanchad el espacio de vuestra tienda, como María, la tienda del encuentro, el arca de la Alianza, la nube fecunda, la viña florida.
Al finalizar el día recuerda las buenas noticias que has escuchado. Comparte con los que vives las semillas de fe y esperanza que anidan en tu interior
Acoge la Parábola de las Semillas
Anoche tuve un sueño raro: En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía: ‘Regalos de Dios’. Entré: Un ángel atendía a los clientes. Yo, asombrado, le pregunté: ¿Qué es lo que vendes, ángel del Señor? Ofrezco cualquier don de Dios. ¿Cobras muy caro? No, los dones de Dios son gratis. Miré los grandes estantes; estaban llenos de ánforas de amor, frascos de fe, sacos de esperanza, cajas de salvación y muchas cosas más. Yo tenía gran necesidad de todas aquellas cosas. Cobré valor y le dije al ángel: Dame, por favor, bastante amor a Dios; dame perdón de Dios; un saco de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación. Mucho me sorprendí cuando vi que el ángel, de todo lo que yo le había pedido, me había hecho un solo paquete; y el paquete allí estaba en el mostrador, un paquete tan pequeño como el tamaño de mi corazón. ¿Será posible?, pregunté, ¿Esto es todo? El ángel me explicó: Es todo, Dios nunca da frutos maduros; El sólo da pequeñas semillas, que cada quien debe cultivar.
5. TIEMPO PARA RECOGER EL DOLOR Y EL GOZO DE LA GENTE
Durante el Adviento escuchamos la genealogía del pueblo de Israel, las generaciones que mantuvieron viva la esperanza en las promesas. Pues bien, María está al final, como un cuenco que recoge todas las lágrimas y esperanzas de los hombres. Su Adviento consiste en recogerlo todo. Jesús también vive el Adviento cuando dice: «Me da lástima la gente» (Mt 15,29-37).
El Adviento es tiempo para mirar y escuchar a los hombres, para escuchar con atención el dolor profundo que late en el corazón de los pueblos, para percibir el grito de la tierra tan herida y dañada.
Escuchemos unas palabras, que la liturgia nos ha dicho en Adviento: «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado» Mt 11,17. ¿Tenemos capacidad para vivir la vida? ¿O estamos deformados por nuestros intereses yegoísmos y no tenemos ni capacidad para sintonizar, para hacernos todo a todos?
Terminamos esta parte con un texto de san Juan de la Cruz y con dos breves textos bíblicos. El primero, porque aún después de intentarlo en este Adviento puede que se nos hayan quedado muchas cosas por hacer y que nos venga bien el consejo del santo.
«De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y dificultades, otro medio mejor y más seguro que la oración y esperanza que El proveerá por los medios que El quisiere… y es como si dijera: cuando faltan los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar los ojos a Ti, para que Tú proveas como mejor te agradare» (2 Subida 21,5).
De los textos bíblicos uno es la antífona de entrada del día 22. «Portones, alzad los dinteles. Levantaos puertas antiguas. Va a entrar el Rey de la Gloria» (Sal 23,7). Es una invitación a levantar toda puerta para que entre el Señor.
Y el otro texto del Apocalipsis: «Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo» (Ap 22,12).
Guarda en tu corazón este relato de Navidad
Se acercaban los días de fiestas Navideñas para el orfanato de casi 100 niños y niñas. Por primera vez iban a escuchar la historia tradicional de Navidad. Les contamos cómo María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre.
Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato estaban asombrados mientras escuchaban. Algunos estaban sentados al borde de sus taburetes, tratando de captar cada palabra. Terminando la historia, le dimos a los niños tres pequeños pedazos de cartulina para que construyeran un pesebre. A cada niño le dimos un pedazo de papel cuadrado cortado de unas servilletas amarillas.
Siguiendo las instrucciones, los niños rasgaron el papel y colocaron las tiras con mucho cuidado en el pesebre. Pequeños pedazos de cuadros de franela, fueron usados para la frazada del bebé. Un bebé tipo muñeca fue cortado de una felpa color canela.
Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegué a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Parecía tener alrededor de 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, sino dos bebés en el pesebre. Enseguida llamé al traductor para que le preguntara al chico por qué había dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente.
Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha empezó a agregar. Inventó su propio fin de la historia diciendo, ‘y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije, ‘no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme. Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé qué podría darle de regalo. Pensé que si pudiera mantenerle caliente, eso sería un buen regalo.
Le pregunté a Jesús, «Si te mantengo caliente, ¿sería eso un buen regalo?» Y Jesús me dijo: ‘Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado’. Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podía quedar con El… para siempre. ‘Mientras el pequeño Misha termina su historia, sus ojos se llenan de lágrimas que le corrían por sus mejillas. Poniendo su mano sobre su cara bajó su cabeza hacia la mesa y sus hombros se estremecían mientras sollozaba y sollozaba. El pequeño huérfano había encontrado alguien que nunca lo abandonaría, alguien que se mantendría con él… PARA SIEMPRE. Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta no es lo que uno tiene en su vida, sino a quien uno tiene en su vida. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de veras le invitó a estar junto a El PARA SIEMPRE. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.
6. LA ESCUCHA DEJA PASO A LA MIRADA
El oír, propio del Adviento deja paso a la mirada, propio de la Navidad. La fe y la esperanza dejan paso al amor. La Navidad es un tiempo para mirar, admirar, contemplar, amar. Por eso, creo que es un buen pórtico para la Navidad el texto del Cantar de los Cantares:
«Mirad: ya viene, saltando por los montes, brincando por las colinas;
mi Amado es una gacela, es como un cervatillo.
Mirad: se ha parado detrás de mi tapia, atisba por las ventanas, observa por las rejas.
Mi Amado me habla así: Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí.
Mira que el invierno ha pasado, las lluvias han cesado, se han ido;
ya se ven flores en los campos;
ya apuntan los frutos en la higuera, la viña florece y da perfume.
Levántate, Amada mía, hermosa mía, ven a mí, Paloma mía,
en los huecos de la peña, en los escondrijos de la cuesta, déjame ver tu figura, déjame oír tu voz;
tu voz es dulce, tu figura es hermosa» (Cantar 2,8-14).
A nuestro Adviento responde Dios con el suyo. A quien se ha levantado para buscar al Señor, éste le grita. «Levántate, Amada mía». En Jesús, el Hijo de María, descubrimos que Dios es un Dios enamorado. De ahí que sea bueno aprender a mirar el Amor.
Mirar es distinto de ver. Ver, lo que se dice ver, vemos muchas cosas. Pero sólo miramos y nos fijamos en algunas. Mirar es contemplar. El que no sabe mirar no sabe contemplar. A las personas las miramos, cuando les dedicamos tiempo. Dediquemos tiempo a mirar el misterio de Nazaret. En Jesús Dios se deja mirar. En Jesús, el hombre puede mirar a Dios. Dios nos ha regalado los ojos de la fe para mirarle. Si le miramos terminaremos teniendo sus mismos ojos.
San Juan de la Cruz nos dice: «Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides o deseas. Lo cual os he ya hablado dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio» (2 S 22).
Y Santa Teresa de Jesús nos ofrece una excelente pedagogía para mirar en el c.26 del Camino: «Mirad con qué amor y humildad os está enseñando». «No os pido ahora que penséis en El ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con nuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis». «Pues podéis mirar cosas muy feas ¿y no podréis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar?»
¿Estás convencido de que lo único que tienes que hacer ante el Niño que nace en Belén es dejarte mirar y amar por Él? Comparte en tu grupo la fuerza que tiene en tu vida esta frase de san Juan de la Cruz: «El mirar de Dios es amar».
Acoge en tu vida la reflexión orante de la «Mendiga»
«No oro porque soy bueno, oro porque soy
tremendamente pobre».
7. MARÍA, PRÉSTANOS TUS OJOS Y TU CORAZÓN PARA SABER CÓMO TENEMOS QUE ESTAR CON EL NIÑO DIOS
La adoración es la mejor respuesta al abajamiento de Dios. Nuestro ser se inclina para mirarle, Niño, mientras nuestro interior expulsa el temor y se reviste de sentimientos de alegría.
Impotentes para tantas cosas, contempladle en la mayor debilidad.
Con la experiencia de la soledad, expresada en una incapacidad para la amistad y la ternura, contempladle en la soledad de una cueva.
Con la ansiedad a cuestas, miradle pobre y confiado. Envolvedle en los pañales de la pobreza y acostadle en el pesebre de vuestro corazón.
Y guardad todo en el corazón, porque sólo se ve bien con el corazón. Buscad su rostro, porque os quiere dar el mayor y más hondo abrazo.
Descubrid la estrella de su presencia en la vida diaria, en cada uno de los que viven con vosotros, en el que nos infunde ánimos, en quien nos presta atención y nos valora, en quien nos hace sufrir.
Alegraos y vestíos unos a otros con los mejores trajes. Es tiempo de estar contentos con nosotros, con nuestra familia, con nuestros amigos. Fuera las quejas porque Sof 3,16 dice: «El Señor se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta».
Venid a ver el maravillosos intercambio:
«Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía,
abrazado con su esposa,
que en sus brazos le traía
al cual la preciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
Y la Madre estaba es pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía»
Terminamos con dos textos de dos jóvenes:
«Señor haznos pobres porque queremos ser felices».
«Que Jesús encuentre en nosotros durante esta Navidad un corazón sencillo y asombrado como el de un niño, especialmente dispuesto para adorarle».